martes, 31 de diciembre de 2013

Yo no pido mucho

Yo no pido mucho

Un súper trabajo. Qué más que me paguen bien, me pueda divertir. Viajar. Aprender. Conocer gente. Hacer cosas diferentes. En el que tenga proyección. Que sea intenso. Con un jefe a quien le pueda aprender demasiado. Que me quiera. Con gente interesante alrededor. Donde haya risas y que pueda trabajar mucho mucho, pero chévere chévere. Donde sea muy útil y el conocimiento llegue por todas partes. Donde los días buenos alumbren mi vida y yo pueda alumbrar los de los otros. Que haya pasión y se trabaje con el corazón. Y por eso haya resultados. Increíbles.

Obviamente salud para poder disfrutar del trabajo. Y de los lugares por conocer. Para poder tener fuerzas para grandes rumbas y días de desorden. Energías para ir y venir, subir y bajar como me pegue la gana. Alegría infinita para que las almas a mi alrededor sonrían y pasen un buen rato. Salud para tener fuerza donde llego y para ser un ventarrón al alcanzar lo que quiero. El corazón llenito de amor para poder dar sin importar recibirlo. Irradiar paz, amor y sonrisas.

La familia cerca, sana y unida. Para tener un motor. Un lugar. Un centro. Para encontrarme cuando me pierdo. Para encontrar el apoyo y el amor que necesito para lograr lo que quiero lograr. Mi familia ahí, como el país de mi mundo a donde llego para arrancar por lo alto y llego a aterrizar como una papaya.

Una ciudad por descubrir. Donde lo nuevo me seduzca. Donde las novedades me arrastren. Olores, sabores y colores jamás vistos. Gente absolutamente distinta. Un círculo social por investigar. Bares por conquistar. Planes desconocidos. Fotos por tomar. Pisadas que dejen huella, en mí.

Amigos. Los mismos de toda la vida. Los incondicionales y buenos. Los recientes, entrañables e irremplazables. Y unos nuevos, locos. Fiesteros. Alcahuetas. Pacientes. Amorosos y más fiesteros. Para que se unan a mí y me acompañen en el nuevo camino. Para los domingos y días de tusas. Días felices. Días especiales. Para celebrar. Brindar, reclamar y maldecir a los hombres.

Pagar deudas. Aprender italiano. Ir a México y a otro país donde mi Él quiera ir. No engordarme -más-. Qué el blog crezca. Ver más a mis primos. Sacar sonrisas. Ilusionarme menos con los que no me tengo que ilusionar y no ilusionar a los que no me ilusionan. No dejar de tuitear con el alma. Dejarme olvidar de él. Hacerme la hidro. Leer más.

Desarrollar la paciencia que me falta. Demasiada. Tolerancia, igual. Seguridad, a veces. Creatividad en abundancia. Perdón. Fe. Cerrar ciclos. Más cine. Ahorrar para volver a irme del país. Gozarme el matrimonio de algún amigo o amiga. Más historias para tener más cosas que contar.

Que mi Él siga siendo tan fabuloso y me siga llevando al cielo cada que me dice que soy suyo. Que siga siendo suyo, muy suyo, hasta la médula. Que su sonrisa siga siendo mía y mis sueños lo contengan a él hasta el infinito. Que seamos felices un año más. Y el resto de los años. Que me haga sentir todavía como su príncipe del cuento.

En fin, puedo querer cosas comunes para mí 2014. Nada fuera de lo que cualquier otra persona quisiera. Y lo pediría e iría por eso. Pero no. Esta vez, este año, yo sólo quiero vida y amor, porque lo demás llega. O lo hago llegar.

Lo complicado es la vida, obvio, y el amor, peor.

Así que para este 2014, vida y amor, porfi, that's it.

Mr Christobal

viernes, 20 de diciembre de 2013

De mí, para ustedes

De mí, para ustedes


Cada vez que se acerca el fin de año, me entra una melancolía tristona. Miro para atrás y se me vienen a la cabeza momentos de alegría. Mi memoria selectiva se olvida de los momentos hartos -que afortunadamente no pueden faltar- y me quedo con los bellos. Así que sólo me veo a mí mismo riendo, rodeado de gente maravillosa, lugares absurdos, fiestas felices y aquella coquetería que valió tanto la pena que aun lo conservo y me trata como su príncipe.

Pero me lleno de un sin sabor porque el fin de año es la señal más rotunda para mostrar que todo acabó. Y que hay un nuevo comienzo. Yo sólo tengo en mi alma pensamientos bonitos del 2013. Divinos, de hecho. Y me genera ansiedad saber que existe la posibilidad, gigante, que el 2014 no sea igual de increíble. Y me da terror. Sin embargo, tengo la fortuna de ser una alma esperanzadora, y estas fechas, entre melancolía y ansiedad, también están llenas de ilusión y positivismo. Y yo soy así. Romántico optimista ilusionado que cree en la vida.

Y como soy así, camino entre mis incertidumbres y sonrío con la certeza que el próximo año será mejor. Y por eso, sólo me queda desearle, a ustedes, un 2014 increíble como el mío que acaba de pasar.

Que sueñen con todo el corazón un sueño, dulce y lejano. Que trabajen por él. Fracasen. Sigan trabajando y lo alcancen. Luego, que tengan la sensación de plenitud existencial por poder estar en el lugar y en el momento indicado.

Les deseo que conozcan nuevos amigos. Nuevos que se quedarán para siempre. De los entrañables. Que los llenen de incondicionalidad. Y amor. Del verdadero. Que los hagan reevaluar sus amistades pasadas y con eso, desechar los que realmente no sirven y abrazar y mejorar las que sí.

Espero que puedan ir a lugares que los dejen sin aliento. Que no sepan a dónde mirar, que todo lo quieran tocar y retratar, que todo les dé ganas de probar, oler y disfrutar. Que se sientan privilegiados por poder estar ahí y se dejen seducir por la magia que tienen.

Ojalá en 2014 olviden aquel nombre inolvidable. No ahorren en sonrisas, ni amor. Se deshagan de los nuncas. Desafíen los jamases. Perdonen lo imperdonable. Crean en ustedes y su capacidad de transformarse y lograr grandes cosas. No le tengan miedo a lo nuevo. Tengan un confidente. Dejen un vicio. Encuentren una ilusión. Agradezcan más. Esquiven las rutinas. Crean en algo. Y vayan por la vida dejando el alma en cada paso.

Ojalá en este año que se nos viene tengan unos amigos con los que compartan ropa, fiestas y helados y brownies y chocoramos los domingos. Algunos amores divertidos pero fracasados que les dejen claro lo que no quieren para sus vidas. Otro amor, también fracasado que les muestre algo más cerca de lo que quieren. Así como también una soledad valorada, bien llevada y selectiva.

Les deseo una mala amiga, muy mala y bien mierda, para que aprendan a desconfiar y ser más cautelosos. Un amor que los destruya para que se sepan vivos y ya superado, indestructibles. Les deseo días malos, grises y sin esperanza para que rectifiquen que la luz siempre sale y que es decisión de uno salir, disfrutar del sol y sonreír. Ojalá un amor los rechace para que no se crean irrechazables, y sepan que unas veces gustamos y otras no. Pueda ser que un amor los endiose. Los ponga en un altar. Y no les guste. Para que no se les olvide que sí hay gente que moriría por uno, pero uno tiene que esperar a que llegue el que muera por uno y uno muera por él.

Ojalá tengan días donde se sientan los más papacitos y las más mamacitas de tod@s. Y otro donde no, para que recuerden lo rico que es sentirse papacitos y mamacitas y esforzarse por serlo. Les deseo idear por ejecutar. Ambiciones para lograr. Un corazón sano. Libertad propia para decir y hacer lo que les nace. Que se llenen de paciencia para que sepan esperar lo que les conviene y dejen pasar lo que no. Que logren orgullecer a sus papás y así orgullecerse de orgullecer a sus papás.

Espero que tengan un hobbie y una pasión que desarrollen con locura y los acerque aun más a la existencia y los aleje de tanto mundo. Un día de no hacer nada. Días eterno. Un lugar donde se sientan en casa, pero no sea su casa. Un amor de fin de semana que les alborote la vida. Una celebración en donde la gente salga a las calles con banderas (no de fútbol) y felicidad en las miradas. Momentos de helado y chocoramos. De compras. De playa. Días buenos y días malos.

Que tengan con quien brindar las alegrías y ahogar en el alcohol las tristezas. Que extrañen con el alma a su familia. Que los recuerdos dejen de doler. Que las alegrías sean más alegres y los dolores también. Que ganen algunas batallas y pierdan otras.

La cosa es que les deseo un 2014 vivo, muy vivo.

Mr Christobal

jueves, 19 de diciembre de 2013

Habrá que aprender

Habrá que aprender

En el 2013 no aprendí que la vida es más complicada de lo que yo siempre creo. Y no entendí por qué hay gente que no es feliz. Tampoco pude aprender que hay amores que se acaban y no pude entender por qué hay otros que se niegan a morir. No aprendí a que mis ex amores ya no son míos, ni me dejé ser de alguien.

No aprendí a no ilusionarme. Ni a no creer en el amor. Ni a no esperar nada. Ni a no enamorarme en segundos. Ni a no idealizarlos. Ni a no ser indiferente. Tampoco logré no entregar mi corazón. Ni a que no se trata sólo de mí. Ni pude descifrar eso de que la vida supuestamente me está guardado muchas cosas buenas y por eso debo ser paciente. Ah, y con lo de que el problema es de ellos, ni hablar.

No aprendí a controlar mis emociones. Ni tampoco a manejar las decepciones. Ni a medirme en cosas del corazón. Ni a no llorar de rabia. Ni a no esperar que la vida sucumba a mis caprichos. No supe dar cuando que dar y a no hacerlo cuando no. Y mucho menos aprendí a no encontrar esperanza donde no la hay.

No supe cómo hacer dieta, ni logré tomar el hábito del ejercicio. Tampoco aprendí que el chocoramo no es la solución para todos mis problemas. Ni que las amistades tienes picos y bajas normales. No pude, claro que no, con eso de que cada vez son menos mis amigos -de esos que son para siempre- y que muchos no están para uno cuando uno siempre ha estado.

No logré aprender que el Pop no es el mejor género musical y que mis demonios casi siempre son más fuertes que yo. No aprendí que mis ex's tienen derecho a olvidarme y que al estar próximo a cumplir veinticinco no estoy viejo. Tampoco pude con el hecho de ser cuidadoso y ordenado. No descifré ni acepté por qué si cada año se pone más bueno que el anterior se tiene que pasar más rápido que todos.

No pude con la nociva manía de hacerme daño, autosabotearme y encontrar vicios. No aprendí que dejar el alma en las risas de los demás es la salida alegre y fácil, pero no definitiva a la desesperanza. Ni que las relaciones cortas duelen más y me dejan exhausto, roto y con pedazos de mi corazón regados en partes que nunca recuperaré.

No aprendí tampoco a cocinar de todo ni a tender la cama perfectamente. Tampoco logré controlar mis ganas de querer una nueva pinta cada fin de semana y de encontrarlo a él en canciones. No supe cómo hacer para no querer todo ya y lograr el camino a la paciencia. No aprendí, aunque ni me interesó, dejar de soñar, buscar y encontrar mis sueños.

Obviamente no pude aprender que puedo vivir sin él, pero tampoco lo quiero aprender ahora. Ni a dejar de criticar. Ni que ya estoy muy grande para que me gusten las cositas de Mickey Mouse. Ni que de verdad hay gente mala. No aprendí a querer los perros, ni a rezar, ni a amar del todo. No aprendí a hacer maleta, ni a recordar no dejar el cepillo de dientes incluso cuando desocupo un apartamento, ni a no esperar que sea un príncipe todo el tiempo conmigo.

ya sé que todavía tengo mucho, de todo, por aprender en el 2014. Pero lo que si logré aprender es que está en mis manos ser feliz. Así que aprendí lo fundamental: hacerme pacito y hacerme la vida feliz. Muy feliz. Buen comienzo ¿no?

Mr Christobal

sábado, 30 de noviembre de 2013

Llegó diciembre... Vamo´a goza´

Llegó diciembre... Vamo´a goza´


Se acerca el último mes y el fin de año y qué tristeza. Y qué felicidad. Eso es lo que siempre pasa cuando uno entra en el mes doce. La gente se llena de alegría porque hay brisa y luces por todas partes. Papanoeles. Regalos. Sonrisas. Buenos deseos. Villancicos. Publicidades que tocan fibras sensibles. Las mismas canciones navideñas de antaño. Rojo y verde. Sonrisas.

Pero también hay melancolías. Por donde uno quiera que vea. Que los que no están. Que el año pasó y se fue demasiado rápido. Que nos estamos poniendo viejos. Que el amor sin amor. Que estas fechas especiales son lindas con un amor especial y no hay. Que los que se fueron para siempre. Que las ausencias. Que los vacíos en el corazón.

Y uno se lamenta por lo que no hizo. O por haber hecho de más. Por haber desaprovechado oportunidades. Por no haber abrazado lo suficiente. Por no haber tenido la plena conciencia de que aquel momento no era eterno y era feliz. Hay algo en uno que no lo deja celebrar tranquilo y estar contento si hay alguien que se fue para siempre.

De repente uno se encuentra haciendo planes para el otro año. Que voy a hacer dieta apenas comience el 2014. Que voy a viajar más. Que pienso compartir más tiempo con mi familia y amigos. Que entonces, haré todo para cambiar de trabajo. Que fijo este año si conseguiré un novio o una novia (para los solteros), que qué felicidad estar un año más con el mío. Que veré más a mis amigos. Iré al gimnasio. Agradeceré todas las noches.

Y el mes de diciembre se empieza a ir en eso. En melancolía y planes. En evaluar lo que no pasó y extrañar lo que no está. En imaginar los mejores 'yos', en hacer listados eternos e incumpibles, y diciembre, se va, en un abrir y cerrar de ojos.

Esa es la vaina de diciembre. Pero este mes se merece más que eso. Se merece fiestas y alegrías. Amores e ilusión. Perdones. Y alegrías infinitas. La cosa es que hay que aprovecharlo porque sólo lo tenemos una vez al año. Y por eso no hay que dejar que se vaya extrañando lo que no se tiene y haciendo planes que es posible que la vida en par patadas desarme.

Por eso yo si me iré a poner mi mejor sonrisa y me bailaré cuanta fiesta haya. Abrazaré a todos los cercanos queridos que encuentre. Me dejaré llenar de amor por el amor y por todos los que quiero. Le escribiré a los viejos amigos y a los nuevos. Pechichré a mi mamá, papá, abuelos y hermanos. le compraré un regalo a mi amor. Le escribiré al único ex que lo dejan ser mi amigo deseándole cosas lindas al lado de su nuevo amor.

Iré a todas las fiestas, paseos, novenas, conciertos, toques, comidas y cumpleaños que se aparezcan. Bailaré reguetón a muerte, vallenato amacizao, merengue sabroso y si me lo ponen, hasta tango enamora'o. Comeré natilla y buñuelos, pavo y pernil. Cualquier postre delicioso que haga mi abuela para consentirnos. Galletas y helados. También, escribiré inbox, tweets, whatsapps, mails y hasta cartas deseando cosas chéveres.

Compraré regalos y haré feliz a los que me hacen feliz. Me compraré mis propios regalos y sonreiré. Brindaré porque fue un año alucinante y porque con fe el que viene también. Y lo haré con guaro y champaña con mi mamá, mi hermano, mi amor y mis amigas. También con limonada con mi papá y los suyos. Con vinos con los míos. Y con vodka con los de mi amor.

Y sonreiré. Aquí y allá. Con ellos y aquellos. Con los que me quieren y con los que no. Con cientos de razones y sin ellas. Porque me da la gana y tengo todo para hacerlo. Por lo que pasó y cómo pasó. Porque sonriendo se vive más intensamente y todo resulta mejor. Y si todo resulta mejor, confío y no hago planes caprichosos que la vida se divierte desarmando.

Así que llegó diciembre. Hoy y ahora nada más importa. Ni enero, ni noviembre. Ni los hubieran, ni los de pronto. Ni Pepito ni Panchita. Es diciembre, el mes de la alegría. Que el que no pasó bueno el resto del año, aproveche. Que el que la pasó bueno, aproveche también. Que el que no se enamoró, se enamore. Y los que nos enamoramos, nos enamoremos más. Que el que se adelgazó, coma y se engorde y el que se engordó, se engorde más.

Que el que lloró, deje de hacerlo. Y el que no lloró, llore de emoción. Que al que se le cumplieron los sueños, se invente otros y al que no, se organice para cumplirlos. Que el que se peleó, perdone y el que no, pues no. Que al que le gusta besar, bese. Y a los que les gusta rezar, recen. Que el que estudió mucho, no estudie más y el que no, menos. Lo mismo para los que trabajaron y los que no. Es diciembre y nada, que sea la más bonita de las oportunidades para sacar del cuarto de San Alejo los quereres y los deseos. Del corazón las ilusiones y las esperanzas. Y de cada día, la felicidad. Yo veré.

Mr Christobal

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Ay! Los amores de fin de semana

Ay! Los amores de fin de semana


Los amores del fin de semana duelen más. Y es que uno sabe que tiene las horas contadas para hacer lo que las parejas normales hacen por años. Uno pretende conocer su vida entera en minutos. Uno quiere adivinarle los sueños en segundos. Uno busca encontrar sus miedos en una noche. Uno quiere, uno quiere de verdad, darle en poco tiempo, las razones suficientes para que se quede.

Entre tragos, música y dancin', a uno le dan ganas de arrancarle la vida. De adueñarse de sus risas. De solucionarle los problemas. Que le resuelvan a uno los problemas. De tener problemas y de crear problemas juntos. Crear recuerdos juntos. Ser su presente. Amarlo. Odiarlo. Pelearse y por supuesto, ser su mayor anhelo en el futuro.

Uno quisiera gritarle con actos sinceros y estúpidos ¡QUÉDATE QUE SOY BUEN HOMBRE, LO JURO! Uno lo besa, lo abraza, lo mira, lo quiere y le coquetea como si fuera la primera y la última vez, y es que de hecho lo es, la primera y lo más posible que la última.

Uno presiente, de hecho sabe y es demasiado consciente para mi gusto, que al final de la noche lo más posible es que no se quede. Que no haya mañana y mucho menos pasado mañana. Pero con toda la emoción, ilusión y desilusión del caso, uno quiere que se queden y lo intenta y lo lucha, lo trabaja y hasta con una ilusión descarada, se esfuerza.

Uno quiere enamorarlo eternamente en horas. Uno pretende con algo de inocencia y malicia, seducirle el cuerpo y el corazón. Arrebatarle suspiros e ilusiones. Y uno se pisa con cuidado. Lo deja todo en la pista de baile. Y le regala la vulnerabilidad proveída por la soledad. Le entrega la esperanza de haberlo encontrado y lo recibe como un regalo.

Los amores de fin de semana duelen más. Y es que no tienen el desgaste de los años. Ni el aburrimiento de la costumbre. Ni el desazón de las peleas. Ni la certeza del mañana. En cambio están llenos de ilusión inocente. De incertidumbres dolorosas y de sueños quebrantables.

La incertidumbre de no volver a verlo lo lleva a uno a quererlo con desespero. A bajar la guardia sin temores. A dejarse llevar. A esforzarse. A saber tirar y aflojar cuando lo que uno quiere es aflojar y no tirar. A que el beso que uno le da con el alma, le atraviese el mañana y le llegue derechito a sus entrañas.

Y es que al fin de cuentas lo más posible es que jamás, el perro sarnoso, vuelva a aparecer. Pero igual uno quiere que le pidan el número. Y luego uno quiere que usen el número. Y uno sufre sabiendo que no llamarán, pero siempre con la esperanza de que lo harán. Y que además, pedirá una cita y luego otra y así otra.

Los amores de fin de semana duelen más. Es como los niños que salen con la ilusión de llenar sus calabazas de dulces en Halloween y amanecen al día siguiente y los papás se los comieron. Todos y cada unito de los dulces. Así, tal cual el vídeo. Así tal cual lo hemos vivido muchos. Así tal cual digo. Así tal cual fue para él esa vez.

Mr Christobal

viernes, 15 de noviembre de 2013

Le pasó a una amiga

Le pasó a una amiga


Había perdido la esperanza del amor hacía siglos. O por lo menos eso parecía. Los conocía, se ilusionaba, los besaba y les entregaba por minutos el corazón. Sin restricciones. Un par de horitas. Así iba por la vida, retando al amor sólo para rectificar que era una causa perdida. Por lo menos para ella. Y así era. Rectificaba con cada nueva ilusión desilusionada que el amor era una gran &%$¨¨··*@! -Oops-.

Sus esperanzas siempre estaban en las discotecas. Ese lugar donde los miedos, las penas, las tristezas y los sin sabores se quedan en los tragos de aguardiente. Y ahí lo conoció. Sin expectativas, obvio. Resulta que era de Irlanda. ¿Quién demonios es de Irlanda?, O sea.

Era guapo. Desde el minuto uno le sacó risas, así que debía ser divertido y por eso inteligente. Llevaba mucho que no entregaba el corazón por horas y además era irlandés. Así que lo besó en inglés. El beso y la entregada del corazón se prolongó por una semana. Vaya amor eterno y real!!... Pero como para ella el amor es una causa perdida, él se tenía que largar y continuar su buena vida de viajero por el mundo. Su próxima parada era Cartagena, así que se largó a conocer, seguramente una costeña divina.

Otra vez el amor había ganado el reto. Ridículo amor. Por eso ella tenía que ir a pasar la pena en un bar. En el de siempre. Con las amigas y los amigos de siempre. A lo de siempre; quejarse de los hombres, reírse de los malos tratos del amor, mirarle las nalguitas a los extranjeros, querer un tipo, discutirlo, meditarlo, no querer ningún tipo, quererlos a todos, quedarse sin nada.

Se le acercó un inglés. La cosa más rica de las últimas rumbas. Los ojitos más tiernos de las últimas desilusiones. Y el acento que luego de él, descubrió era su debilidad. Como salía de una desilusión para subsanarla pensó que lo ideal era meterse e otra, para seguir retando al amor, obvio, sólo para eso. Y lo retó. Esta vez se perdió en el beso inglés. Esta vez el amor si duró mucho. El amor iba perdiendo esta vez. Felicidad. En tu cara amor. ¡Dos semanas!

Pero qué va. Ella sabía que él también se tenía que largar. Pero pensó que se podrían encontrar así fuera como delfines en otra vida. No quería que el amor ganara. Le tenía fe a ese inglés delicioso. Pero no. Él tenía que irse para Calo a seguir viajando y luego a su lluviosa Londres.

Por más que intentaba acostumbrarse a los golpes de la victoria del amor en su contra, cada nueva desilusión era más fuerte que la anterior. Así que para mitigar la decepción continuaba en contacto con ellos, con ambos. El teléfono era un buen consuelo mientras llegaba una nueva ilusión.

Esa noche, el irlandés que no logró enamorarse de una costeña, la llamó a decirle que ya iba camino a volver a verla. ¿Volvía? ¿Pero si ella ya se había enamorado profundamente de otro? Oh-oh!. Eso no le iba a gustar al amor, acostumbrado a ganarle todas.

Obvio. Cuelga. Nueva llamada. Era el inglés. Entre sorprendido y divertido comenta que estaba en Cali, en el hostal con unos nuevos amigos. Emocionado contaba su historia de amor. Empezó a hablar de ella. La dibujó con palabras y con el paisaje. A los nuevos amigos les sonaba familiar. Otro corazón en Medellín, les había dibujado con sus laditos una loca desparpajada idéntica a la de él

"¿Cómo así que hay un irlandés y que en este momento va a verte?" Dijo el inglés.

Maldito amor de la gran &%$··*! -éste va sin Oops-

Mr Christobal

domingo, 27 de octubre de 2013

El día que dejé de creer en el amor

El día que dejé de creer en el amor


Debo confesar que la primera relación en la que me vi envuelto durante la magia de mis 15 años, fue mi primera decepción. Me moría por el individuo en cuestión pero él ni siquiera se despelucaba por mí, bueno, sí, pero un poquito. Fueron uno que otros años esperando llamadas que nunca llegaban y detalles que nunca existieron. Me limité a esperar en silencio los encuentros casuales, los besos furtivos y las miradas escondidas. Pero algo que nunca iba a ser no tenía porque ser, pero lo esperé, y la decepción fue irremediable a futuro pues pensé que todas mis relaciones tenían que seguir en la misma línea de esa: Escondidas, drías, circunstanciales y vacías por una de las partes.

Luego de unos años, cuando conocí otro amor y logré dejar todos los males que me había dejado el pasado, empecé a creer por primera vez en el amor. Pensé que era natural sentir, dar, recibir y vivir gratamente correspondidos. Fue delicioso lo que viví... hasta que duró. Cuando se fue de mi vida, se robó nuevamente, todo lo que había construido y me desbarató las esperanzas de que el amor existiera.

Desde eso, la historia se repitió con ciertas variaciones (personajes, lugares, roles...) pero se ha repetido sin cesar. Irremediablemente tengo que aceptar que un 90% de las charlas, discusiones, reflexiones entre amigos son de amores. Que los amores ocupan gran parte de eso que nos une; que si me llamó, que si me enamoró, que un beso, dos besos, miles de besos... y entre charlas he concluido que el amor y el desamor son un mal que nos aqueja a todos, sobre todo a los solteros.

La última vez que me pasó, fue en una profunda charla de amigos en la que reflexioné: Una vez más había dicho rotundamente que NO MÁS, que no quería saber de nadie. Que el amor se me escapaba, me huía, que sencillamente era escurridizo para mí y que no quería volver a intentarlo para volver a concluir lo mismo.

Al finalizar esa semana, conocí a alguien que me sacó sonrisas y le regaló brillo a mis ojos. Al día siguiente ansioso me invitó a salir, cosa que no dudé y bueno, disfruté. Y lo peor; salí. La pasamos excelente. Hablamos de cosas superficiales, serias, de su vida, de la mía, de todo y de nada. Reímos, bailamos, nos miramos, nos coqueteamos, estuvo excelente. Sentí un vacío en el estómago indescriptiblemente existencial que me hizo reafirmar que estaba vivo, muy vivo. 

Llegué a la casa relajado, con una alegría fantasiosa y una inevitable sonrisita de satisfacción luego de una noche de coqueteo, entendimiento y muchas pero muchas buenas energías. Al día siguiente apareció y tengo que confesar que tuvimos una semana mágica. 

Hasta el sábado siguiente cuando sin razón alguna desapareció. De la nada. La noche anterior todo estaba perfecto y bueno, se esfumó, así que, uno menos. Ese día, volví a dejar de creer en el amor: perro, cobarde, impredecible, inestable, cruel, "todos son iguales". Por favor, recuérdenmelo siempre, no me dejen por ahora volver a aceptar ninguna clase de invitación, les dije a mis amigos.

Pero fue esa tarde de enero durante esa profunda charla con mis amigos en donde me di cuenta: refuto y refuto, los odio y los insulto, se me roban las esperanzas y la magia. Me roban uno, o días de mal genio, no quiero volver a saber de ninguno, en lo absoluto y casi, casi que los odio.

Sin embargo, entre desilusión y desesperanza me di cuenta a los dos meses, luego que conocí a otro interesante raptor de esperanzas, el más guapo y que aun me roba las sonrisas del alma, que soy un hombre romántico, y por eso estoy obligado a creer irremediablemente y sin escape en el amor. Que por más desilusiones que me haya llevado y me siga llevando y que por más tristes finales que tropiece, siempre habrá una nueva oportunidad para creer, porque como todos, reclamo y espero, mi muy mágico final feliz en el que "Y... vivieron felices para siempre". O sea que el día que deje de creer en el amor, fue tan fugaz, que lo olvidé tan pero tan rápido que al conocer esta ilusión que me está haciendo soñar, volví a creer, porque los que somos más personas, por naturaleza, creemos en el amor verdadero.

Mr Christobal

sábado, 19 de octubre de 2013

Es que no te quiero hacer daño

Es que no te quiero hacer daño


¿No Soy suficiente para ti?

Para mí, una de las formas más sexys de coquetear es el intercambio de miradas profundas y sugestivas que no dicen nada, mientras lo dicen todo. Así empezaron ellos. Miradita por aquí, miradita por allá. Luego miradita con sonrisa tímida y al pasar un par de días, miradita y sonrisita atrevida. Qué divertido! no había pasado nada y ya era emocionante.

Ya que él parecía muy cómodo y complacido con el juego de las miradas, pero ella no, lo abordó. Hablaron de nada, lo que hizo que la situación fuera más interesante aun. Así pasaron algunos días, teniendo profundas e irresistibles conversaciones de nada, hasta que finalmente, el chico la invitó a salir. Ella, que esperaba desde hacía días, no se fue con rodeos y claramente aceptó.

Más lindos, empezaron a salir. Se entendían en chistes, en conversaciones, en coquetería, en besos y en todo lo que una buena pareja se debe entender, pero bueno, ya se sabía; si dos humanos se entienden sólo con mirarse y mirándose se alborotan lo que se debe alborotar, ya es anunciado que se entenderán en lo que hay que entenderse. Todo iba bien, de hecho, todo iba súper bien. De repente la miró y le dijo: "Es que no te quiero hacer daño". Y así, sin más, se perdió.

Me ha pasado, de hecho puedo variar las finales: de un día para otro y así, sin más, se perdió, o  ¿se perdieron? sin decir ni siquiera "te odio". A uno lo volví a ver una vez y vaso le meto una patada voladora, y el otro debí habérmelo inventado todo porque más nunca supe de él. También pasó que había mucha química y el mequetrefe no me besó y otro que me besó pero no me... no me... no me aprovechó.

Diferente mismísima historia. ¿No le quieren hacer daño a uno o no se quieren hacer daño ellos? ¿Cómo diablos saben que nos van a hacer daño? No nos subestimen, nos sabemos cuidar y sepan bien todos, que a los que nos hacen daño también podemos hacer daño. Y que a la mayoría de nosotros ya nos lo hicieron, así que ¿qué más da? ¿qué hay para perder? ¿Un, otro, corazón partido? Ya sabemos que ese -el corazón- se parte, sólo para volver a hacerse de una pieza. Y si nosotros estamos dispuesto a asumirlo, no asuman nada por nosotros. Porque tal vez eso no pase y si sí, pues habrá valido la pena y ya veremos cómo lo sanamos.

Aprendí luego del mismo corazón partido varias veces, (entre esas las desapariciones injustas y cobardes sin explicación que nunca se atrevieron a darme una oportunidad) que cuando a uno le gusta alguien en serio y la atracción es de esas que uno no ve con frecuencia, uno se mete de cabeza. Los 'peros' los diluimos en cada beso. ¿O no?

Si el sapo tiene potencial de príncipe lo beso hasta que se vuelve príncipe y luego ya veremos... Es que especímenes a quienes quiera dejar entrar a mi corazón y a mi cama, no se ven con frecuencia, por eso a ese que por fin apareció, cumple los requisitos y me hace sentir deli, pienso que hay que disfrutarlo y atraparlo, sin pensar qué va a pasar mañana o en cien años porque nada de eso es certero y porque realmente cada día son menos y menos los especímenes que nos ponen a ver estrellitas y corazoncitos. Si es un éxito, aleluya, si es un fracaso, nadie nos quitará los baila'o.

Por lo tanto para mí, esos que no les gusta el compromiso, que los intimidamos, que acaban de salir de una relación, que está en un mal momento, que les da miedo, que "Es que no te quiero hacer daño" y todas las demás que van a decir son sólo alguna engañifa de algún cobarde que no tuvo nada mejor que inventarse. Y los que se desaparecen sin decir nada, pues no tuvieron nada que inventarse. Sencillo: todo esto son traducciones a 'no gustamos lo suficiente'. Pero chicos y chicas, esas excusillas ya no van en este siglo; nosotros, los de los corazones rotos y remendados una y otra vez, preferimos que nos digan la verdad. Así que no maten a los tigres con miraditas y coqueteos, para luego salir corriendo asustado con los besos o con el cuero, literal.

Mr Christobal

miércoles, 16 de octubre de 2013

¿Quién dijo que ser un buen amigo era fácil?

¿Quién dijo que ser un buen amigo era fácil?


Ser un buen amigo no es fácil. Uno logra embarrarla sin querer, o porque a veces uno es muy bruto o la vida le pone demasiadas tentaciones. Pero uno la embarra. Y los amigos, los de verdad, no pueden darse ese lujo. No señores. Los amigos, no tienen por qué carajos embarrarla, ese es trabajo de los amigos asquerosos y amigas brujas que hay por todas partes.

Porque de eso se trata la amistad. De no fallarle a la otra parte. De hacerle la vida más fácil. Feliz. Increíble. Invencible. De darle seguridad. Incondicionalidad. Por eso hay ciertos códigos que jamás se han escrito ni dicho, pero uno sabe que están ahí y son inquebrantables.

Uno sabe que no debe meterse con los amores de los amigos. Y sí, todo el mundo lo sabe, pero cuántos y cuántas no lo hacen. Claro, como uno siempre anda en el mismo círculo, la cosa se hace compleja. Pero no, a ver, aunque no parezca, ya lo sé, hay mucho hombre en el mundo. -Sí, ya sé que están escasos- pero si uno espera un poquito, o bueno, mucho, llega algo.

Pero los amores de los amigos son prohibidos y eso se lo deben meter a uno en la cabeza desde que nace. Sí, hay algunos amores pasajeros que pueden ser negociables. Pero hay amor de amores, esos que tienen en la frente "intocable" y el que intente algo con el Gran Amor, se pone patitas en la calle y más nunca se le puede volver a dejar aplicar al puesto de BFF. Es irrevocable, por qué vuelven y lo hacen. Lo juro. Esos irán siempre intentando alcanzar lo que uno alcanza. Amores, lugares, trabajos. Así que regla de oro, no meterse con ESE amor.

Los amigos se ven obligados a defenderlo a uno con las uñas. Porque no queremos verlos sufrir, faltaba más, o sea. Por eso a uno le duele que se metan con ese pedacito de uno. Así que uno va y los defiende. Y los protege y no los deja hacer estupideces. Y mira mal al tipo y bueno, por eso es que los novios  y novias siempre terminan odiando a esos amigos incondicionales. ¿Pero qué? Los estamos cuidando. El que se mete con ellos se mete con nosotros. Regla de plata, hágase matar por el amigo.

No podemos olvidar. Somos la sensatez. La realidad. Se nos tienen que quedar fresquitos en la mente los errores de los tipos, o de otras viejas. Porque uno sólo olvida y quiere perdonar. Pero como amigos estamos para recordar lo que conviene olvidar. "Si vas a volver con él después que te hizo esto y esto, vuelve, pero te lo va a volver a hacer y aquí no vengas otra vez llorando". Pero ella vuelve, siempre vuelven. Regla de bronca, no olvidar y decir las verdades, duras, bien duras.

Además, como por si fuera poco tener reglas rigurosas por cumplir, los amigos tenemos deberes jartos. Obvio. Los acompañamos a donde no queremos ir. Nos aguantamos noches enteras tocando el violín. Nos calamos los amigos feos y aburridos. Oímos la misma historia ciento cuarenta y seis veces. Los aguantamos de hacer estupideces, quedando como amargados nosotros. Les damos el mismo consejo mil quinientas veces. Leemos sus conversaciones y les decimos qué responder.

Salimos corriendo a la hora que sea si está mal. Nos aguantamos sus tusas. Los esperamos con un abrazo cada vez que pelean y vuelven a nosotros. Le decimos por enésima vez las razones para terminar eso. Pasamos penas por sus borracheras.

Pero también tenemos derechos divertidos. Tenemos entradas VIP e ilimitada a sus closets. Que se peleen por nosotros. Que vean a nuestros ex y le digan lo divinos y exitosos y felices que estamos. Que miren mal al que nos bajó el novio. Que nos cuenten cada segundo de cuando lo vieron. Que nos hagan chistes cuando estamos tristes.

Tienen el deber de hacernos los regalitos que nos gustan. Ir con nosotros a todas partes. Cuidarnos. Supervisarnos. Hacernos seguimiento estemos donde estemos. Celebrar nuestras alegrías. Rezar por nosotros. Darnos like en todas nuestras fotos de Facebook y corazoncitos en Instagram. Creer en nosotros más que uno mismo. Decirnos que estamos divinos.

Prestarnos sus jugueticos. Dejarnos stalkearlos desde sus redes sociales. Querer a los que nos quieren y odiar a los que nos odian. Soñar juntos de cuando seamos viejitos borrachos en un mecedor. Ver un tipo guapo y decirle que es que el amigo lo quiere conocer. Compañía segura para ahogar las penas en el alcohol y los días de soledad. Una llamada segura de "supiste que..."

Es que un buen amigo no es cualquiera, o sea, porque además de que muchos incumplen las reglas de oro, hay miles de millones de derechos y deberes felices ¿Cuáles me faltaron?

Mr Christobal

domingo, 6 de octubre de 2013

Si mi celular hablara

Si mi celular hablara


Si mi celular hablara, mi vida sería más fácil. Me conoce desde hace mucho ya y sabe mis necesidades, lo que me produce rabia, lo que me hace feliz, lo que me pone a soñar y lo que me da inseguridad. Me conoce, sí que me conoce porque me ha visto con sus propias teclas. Me ha visto. Me ha visto la cara de emoción al recibir una llamada. La coquetería con la que hablo y los secretos que guardo.

Me ha visto cogerla directamente con él. Me ha visto querer tirarlo contra una pared. Me ha visto presionar la tecla para finalizar llamadas con rabia, odio y tristeza. Me ha visto la cara de decepción luego de un chat aburrido. Me ha visto decepcionado con un mail que resulta no era del que lo estaba esperando. Me ha visto revisarlo una y otra vez, a ver si todo está bien, la señal, el modo, por qué no llega una llamada o alguna señal. Me ha visto padeciendo las injurias del amor.

Y es que mi celular ha ido y venido conmigo. Me ha visto besando a cada uno de los últimos afortunados que besé. Ha estado desesperado queriéndome sacar corriendo de las camas a las que sin pensarlo me he metido. Me ha visto seducir, ha visto cómo seducen y me ha visto, impotente, camino a alguna estupidez. Me ha visto trasnochado esperando una llamada. Levantarme a media noche a revisar alguna novedad. Me ha visto, me ve.

Si mi celular hablara gritaría. Estoy seguro. Me haría pataleta y no me dejaría hacer esas llamadas que uno no debe hacer, pero que hace. Se bloquearía intencionalmente cuando me ve listo un mail o un mensaje con destinatario prohibido. Se quedaría en silencio para no permitirme oír algunas llamadas que quiero, pero no debo recibir y me siento incapacitado para dejar de contestar. Sería tan audaz que en algunas ocasiones no dejaría, bajo ninguna circunstancia, que algunos mensajes o llamadas entraran siquiera. Todo sería diferente si mi celular hablara.

Al oírme decir alguna estupidez, se quedaría mudo y me regañaría al oído. Me recordaría con evidencias por qué no seguir. Se marcaría sólo a donde alguna amiga y le contaría en las que ando para que me vaya a buscar, del pelo. Se haría el descargado cuando me emborracho. Y llamaría a mis amigos cuando peleamos.

Si mi celular hablara todo sería más fácil ya que me ha visto quererlos y odiarlos. Así que estoy seguro que no me dejaría querer al que voy a odiar. Ni querer al que no puedo querer o al que no me va a querer. Ni ilusionarme con los desilusionados. Ni contestarle a los ocupados. Si mi celular hablara, el temita del amor sería menos complicado y tendría a mi celular como asesor personalizado en amores, y y habría tenido un amor desde el principio de los tiempos. Un amor estable.

No habría andado por aquí y por allá saltando de un amor a otro. Ni quejándome con ustedes una y otra vez por las mismas maricadas. No hubiera tenido un príncipe pero por lo menos, un sapo. O quién quita que mi celular fuera el mejor asesor del mundo y si tuviera mi príncipe. Es que si mi celular hablara sería perfecto porque sería mi fuerza, mi orgullo, mi mejor yo. Y no tendría aventuras de una noche, o dos. No de dos noches, sino de dos en la misma noche. (Río aquí sólo para que mi mamá se escandalice). No duraría horas y horas conversando con mis amigos a ver qué fue lo que se hizo mal, lo que se hizo bien, si era mejor decir esto o lo otro, si era mejor dárselo o no dárselo, si rápido o despacio. Todo lo hablaría con él, o no lo hablaría porque fuera perfecto.

La cosa es que el celular no habla. Y afortunadamente no habla. No me oye. No me ve. No me siente. El celular no habla y por eso puedo pasarme la vida embarrándola una y otra vez. Meditando esto y lo otro. Decepcionándome e ilusionándome. Tropezando piedras de todo tipo; grandes, pequeñas, la misma, la diferente, la igual, la vieja, la nueva, la sucia, la perfecta. El celular no habla y ¡Menos mal no habla! Porque no tendría tantas emociones, tantas derrotas y mi vida sería menos divertida.

Mejor dejemos al celular calladito y queramoslo tal y como es, así sigo disfrutando de mi vida de imperfecciones, de los estúpidos y sensuales amores fracasados, de los constantes corazones rotos, de los dramas inoportunos y de los imposibles. Porque así, cayendo y levantando es que uno aprende la técnica china de cómo caer de pie y ese día, cuando uno domine la técnica, ese día, está preparado para vivir un amor perfecto sin necesidad de un celular, una luz divina, un mensaje extraterrestre, nada que lo oriente, sólo el corazón.

Mr Christobal

martes, 24 de septiembre de 2013

Llegué

Llegué


Primera y única escena:

Acostados, arrunchados sin otra intención más que seguir así el resto del día. Viendo películas sin pretender voltear a verlas. Riendo, haciendo chistes, diciendo cosas lindas, más chistes. Historias de vida de cada uno. Que esta cicatriz, que mi mamá, que la vez que me enamoré, que mi hermano me dice así, que mis amigos me molestan con esto, que ese fue novio mío, que por qué no te gusta esto, que por qué tu hermana aquello. Todo sin soltarnos un minuto siquiera. Más arrunche. Arrunche sin fin. Y nada más, nada más era necesario. Y es que al parecer, en el planeta tierra, en el universo entero, sólo importaba ese momento, que es éste y pretende eternizarse.

Yo: Carajo, pero qué desorden de vida. Tan viejo y tan de cabeza todo.

Él: Es tu culpa

Yo: Pero, y yo qué carajos tengo que ver? qué culpa mía va a ser el desorden de vida que has llevado si yo apenas te conozco hace unos meses?

Él: Claro que es tu culpa... Por qué te demoraste tanto en llegar?

Y no necesité nada más para saber que había llegado a organizarle la vida. A organizar la mía con él...

...A quedarme.

Mr Christobal

lunes, 9 de septiembre de 2013

Hablemos de otras cosas

Hablemos de otras cosas

corazon

Qué sensación más extraña. Es mi post número cuarenta y seis. CUERANTA Y SEIS. Qué locura. A qué hora escribí tanto. ¿De qué tanto escribí? ¿De dónde saqué tanta letra, fuera e historias? ¿A qué hora convertí este blog en parte de mi vida? ¿En qué momento perdí la noción de saber qué de aquí escrito es mío y qué de ustedes?

No sé nada. Sólo sé que por primera vez en tantos posts aquí y allá, no quiero escribir. No tengo ganas. No tengo una idea clara. No tengo un razonamiento. No tengo coordinadas las ideas, las manos, la pasión y las ganas con las que escribo cada semana, cada día.

No quiero quejarme del amor. Ni de ellos. Ni de mí. No quiero fantasear. Ni soñar. No quiero temerle al futuro, ni a la soledad. No tengo ganas de querer y odiar al chocoramo. No quiero cuestionar a Cupido ni mi incapacidad para amar bonito o ser amado. No quiero decir que mis ex son demasiado buenos o malos o que qué carajos me pasaba en la cabeza para estar con ellos.

Por estos días no quiero nada de esas pendejadas. Sí, hoy todo es pendejada. Todos esos temas que se me roban la vida, son mis pendejadas. Y es que uno se pasa la vida quejándose de esto y lo otro. Del kilo de más o de menos. En que si llamó o no escribió o si mira a otros en Instagram. Que si me bajaron las visitas en el blog. Que por qué no me regalan el iPhone 5 que tanto quiero. Que no tengo nada que ponerme. Que eso, que lo otro, que... que... Y así se me van los días.

Hasta que de repente pasan cosas que lo llevan a uno a replantearse cada espacio de la vida que llevamos. ¿En qué he invertido mis pesares? ¿En qué estoy gastando mis penas? ¿Qué me está dando pena? ¿En quién demonios estoy invirtiendo mis quereres? ¿Son suficientes mis quereres? ¿Sabe la gente que quiero cuánto los quiero?

¿Saben mi mamá y mis hermanos que hablo más de ellos que de mí mismo? ¿Sabe mi papá que siempre he considerado que es sumamente inteligente y lo admiro y lo presumo? ¿Saben mis hermanos que son los más guapos y el centro de mi universo? ¿Sabe mi hermana que en silencio sueño -como ella- que logre ser una superheroína? ¿Saben mis primos y primas que son mis hermanos y hermanas y que por eso trato de aconsejarlos y que por eso cuando siento que no me hacen caso cuando quiero lo mejor para ellos y ellas me siento con la libertad de meterles cocotazos? ¿Saben mis tías que tengo la certeza que saqué la coquetería, la pasión, la libertad y casi que un 40% de mi personalidad de ellas y por eso me siento identificado?

¿Saben mis amigos de toda la vida que mi incondicionalidad del colegio con los jeans raro y la camiseta por fuera sigue intacta sólo que en jeans bonitos y demasiados horas de distancia entre nosotros? ¿Saben mis nuevos amigos que pueden contar conmigo e incluso puedo compartir mis chocoramos con ellos y que puedo salir a las tres de la mañana si necesitan que oigan cuarenta y cuatro veces por minuto la misma historia y oírlos sin cansarme? ¿Sabe mi ÉL que ha llegado a cambiar mi destino y que por él me siento mejor persona hoy, tal como nunca lo había sentido? ¿Sabe que fue quien me ayudó a sanar las heridas que me faltaba por sanar y que no sabía cómo hacerlo? ¿Sabe ÉL que siempre lo voy a querer a rabiar? ¿Sabe que lo quiero para mí, sólo para mí, solo solito y para nadie más? ¿Saben los que quiero LO QUE LOS QUIERO?

Pues no. Y ya sé que estoy asquerosamente melodramático. Pero es necesario. Es necesario ver que las prioridades están mal enfocadas y que las preocupaciones están mal puestas. Que el tiempo para quejas e inconformidades es insuficiente, pero para agradecimientos y cariños sobra. Es necesario valorar que las alegrías no son alegrías sin tener con quien brindarlas y las tristezas son más tristezas sin tener con quien llorarlas.

¿Es necesario que la vida nos arranque lo que más queremos para valorarlo? ¿Es necesario que la vida se ponga agresiva para que queramos querer más? Pues como que sí. Y por eso, en mi post cuarenta y seis, no quiero quejarme más de mis estúpidas y deliciosas banalidades. Quiero valorar otras cosas. Mis cosas. Mis personas. Mis quereres. Mis incapacidad de saber cómo querer.

Incluso si sé que dejar a un lado lo banal y superficial de mi vida, me dura hasta la próxima semana.

Mr Christobal

martes, 27 de agosto de 2013

¿El final feliz de uno, nunca fue de uno, sino de ella?

¿El final feliz de uno, nunca fue de uno, sino de ella?


Le he estado dando vueltas al asunto y no logro descifrarlo porque realmente es un tema insensato y sin solución. Hace poco me encontré con una amiga, con varios amigos y varias amigas y como siempre, cuando le gente se une conmigo, lo único que logramos hablar es del éxito o del fracaso amoroso. Aunque todos queremos alcanzar el éxito en esta esfera de nuestras vidas, debemos reconocer con la frente en alto, que el fracaso amoroso suele ser, en algunos, una constante irreversible.

Sin embargo, este caso particularmente nos unió y realmente nos sensibilizó. Y es que casi todas y todos, por qué no, tenemos un mal que nos aqueja luego de iniciar una relación: La o El ex. Ese fantasma vivo que nos genera inseguridades de las menos finas y de las más aterradoras.

Obviamente me ha pasado, ¿a quién no? De hecho, creo haber sido causa intencional de miles de discusiones, algún par de terminadas, y estoy casi seguro de haber sido en algún momento una especie de mito como 'La llorona' demente, o Coco que en algunas ocasiones solía salir en las noches a asustar a los actuales de mis ex. Ya no, claramente. Sin embargo, lo recuerdo y me pongo en el papel de ellos y se me eriza la piel. Es que pase lo que pase uno prefiere que se metan con la prima, que lo dejen de querer, que salga hetero (o gay para los hetero), pero ¡¿La o El EX!? los ex son los ex, los ex son una historia aparte.

Y la terrible y escalofriante historia de esta vez la protagoniza mi amiga, mi amiga con Cara de Gato. Mi amiga, Cara de Gato, fue la novia de cuatro años, era la princesa de ese reino, la dueña rotunda de un corazón. La historia que nos saca suspiros y que todos queremos alcanzar. La verdad es que para ella eran días felices, ya había planes de irse a vivir juntos y en el último y divertido diciembre delante de toda la familia de ÉL, de la forma más romántica que todos soñamos él anunció que el próximo año se casarían... (Suspiros y la ilusión del "Y vivieron felices para siempre").

Pues, no hay afán de casarse ni nada de eso pero que a uno le digan eso si da un fresquito, como un poco de tranquilidad, pues por lo menos uno piensa que tiene una platica segura. Fue así como ese diciembre, de algún modo mi amiga Cara de Gato, logró parcialmente ver corazoncitos, estrellitas, arcoíris y todas esas cosas que veremos el día que encontremos nuestro final feliz (porque SÍ que lo encontraremos, todos).

Todo hasta un buen día, además soleado en Medellín, ella se dio cuenta que su príncipe, el que ella había vestido de azul llevaba varios días raro. Así que como toda una princesa moderna, decidió tomar al príncipe por lo cachos, y lo enfrentó. Él, muy sincero, como todos, le explicó que ya no sentía lo mismo y que inexplicablemente se le había acabado el amor.

¡Auch! Eso sí que duele y pues nada qué hacer, le puede pasar al que sea, hay que llorar, pero nada qué hacer. Sin embargo, cuando uno descubre sin intención que el príncipe gris disfrazado de azul de mi amiga Cara de Gato, estaba con la ex, aceptamos que eso sí que duele, y que en ese momento sí tiene todo el derecho y debe llorar, patalear, gritar, maldecir y hasta estar a punto de morir.

Porque ¿y entonces? ¿Lo que vivió con uno qué? ¿siempre estuvo enamorado de ella? ¿Estaba con uno pensando en la otra? ¿EL FINAL FELIZ DE UNO, NUNCA FUE DE UNO, SINO DE ELLA? ¿Hasta qué punto todo fue verdad o mentira? No lo sé, sé que todos coincidimos en el hecho que preferimos la tragedia más trágica de todas las tragedias a los ex, ya que los ex son la tragedia de tragedias dentro de todas las tragedias que inundan en el mundo del amor. Los ex son un fantasma, una sombra, una historia de terror.

Pero nada qué hacer, los ex siempre están y siempre estarán aunque, lo que aprendimos con mi amiga Cara de Gato es demasiado cierto; afortunadamente ese príncipe gris se fue a tiempo con su final feliz pa' otro la'o, porque en algún momento mi amiga Cara de Gato, como yo, y como todos (hasta los benditos ex) tendremos nuestro propio de nuestra propiedad "Y vivieron Felices para siempre", de verdad, sin cortinas de humo y que nadie nos puede arrebatar.

...Así duela, menos mal esa persona que definitivamente no nos iba a regalar ese final feliz que está hecho para uno se fue con su escoba vieja, dejando el camino limpio para buscar a alguien nuevo y lo mejor, encontrarlo. Así que en últimas: "Qué saludos a los Ex, y que gracias".

Mr Christobal

jueves, 22 de agosto de 2013

Soy cobarde y qué

Soy cobarde y qué


Para todos aquellos de los que alguna vez no me despedí y no me despediré:

Odio las despedidas. Las odio con cada milímetro de mi piel y con cada espaciecito de mi alma. Las odio de verdad, sinceramente, con todo lo que se puede odiar algo. No hay nada en el mundo mundial que odie más. Las aborrezco y me dan ganas de vomitar.

En serio no me gustan. Me pongo sensible y emotivo. Sacan mi Yo vulnerable y melancólico. Mi Yo frágil y triste. El Yo delicado, sin escudos y con el corazón al descubierto. Y no me gusta. Prefiero mi yo sonriente. El que hace chistes en todas las ocasiones. El que siempre está feliz. El que con carcajadas se eterniza en las almas de las personas.

Y aunque las grandes amistades no se despiden porque ellas encuentran su camino en medio de diferentes vías y lugares y momentos, las despedidas son el fin de alguna bonita época. Y nadie quiere acabar un lindo momento por más que vaya a otro lindo momento. Nadie quiere dejar atrás a ningún alguien especial así vaya a ver a otros 'alguienes' especiales.

Por eso no me gustan. No me gustan los finales. No me gusta aceptar que tengo que moverme o que tengo que separarme de gente que me hizo la vida maravillosa. No me gusta aceptar que tengo miedo de perder a esas personas. No me gusta mostrar el desasosiego que siento al pensar que la distancia nos separará así nos juremos amor y amistad eterna. Me bloqueo y no quiero admitir que no será más que un lindo recuerdo y luego, olvido. No me gusta confirmar que se acabó. Se acabó para siempre. Y las despedidas son la aceptación. Y a mí no me gusta aceptar las cosas que no quiero aceptar. Porque hay situaciones a las que realmente me da mamera hacerles frente. Y las despedidas son las principales. Es que soy caprichoso, sobre todo para las aceptaciones.

Como si fuera poco, odio, realmente odio, dejar el alma en ese abrazo de adiós. Me siento incapaz de demostrar en ese momento lo especial que fue para mí cada segundo. Es muy corto tiempo para uno agradecer lo que hay que agradecer. Es demasiado poco el espacio y el abrazo y el beso y las palabras que uno tiene en ese instante y se me hace que son muchísimas las cosas que uno tiene que decir o hacer como para resumirlas ahí.

Así que las evado. Como los grandes. Los grandes cobardes, quiero decir. Y me ingenio formas. Y digo mentiras. Y no doy la cara. Y desaparezco. Es más, con los años me he convertido en el especialista universal número uno en evadir despedidas.

"Mañana seguro nos vemos. "Más tarde te llamo para cuadrar". "Yo vengo antes de irme". "Cuando me levante te despierto antes de salir". "No, no nos despidamos ahora, ya no volveremos a ver". "Fijo". "Seguro".

Y esas cosas nunca pasan. No vuelvo a aparecer. De repente ya estoy ido con mi vulnerabilidad en el alma. Con mi vacío en el estómago que sube y baja y se convierte en nudo en la garganta. Con la piel de gallina y con los ojos queriendo encharcarse.

Y la gente piensa que soy grosero y desagradecido. Pero no. Por agradecido me largo sin avisar. Me niego a resumir en ese instante todo lo vivido. No acepto el fin y cortar de sopetón el lindo momento. Prefiero que se diluya en el tiempo y que el olvido por sí sólo lleve el ritmo. Es mi capricho ante la vida no despedirme porque me quiero quedar con los bonitos recuerdos. Y así es y han sido muchas, demasiadas personas de las que no me he despedido como se debe: abrazo, beso, abrazo otra vez, lágrima, palabras, promesas y otro abrazo.

Nada, yo doy una mirada sincera, un abrazo corto, un beso desabrido y otra mirada profunda que sólo yo entiendo. Como nadie sabe que me estoy despidiendo aparte de mí, sólo yo lo entiendo. Y me cuesta tragar saliva en ese momento y me cuesta sonreír pero sonrío. Y me esmero realmente en diluir el momento de la despedida hasta que nunca pasa. Y generalmente nunca pasa.

Pero en ese momento quisiera dar las gracias por haber estado conmigo cuando lo necesité y cuando no. Para reír y para llorar. Para bailar, beber y ligar. Por no hacer nada y por hacer desastres. Por el amor y la incondicionalidad. Por el amor, otra vez. O sólo porque sí. Por haberme sacado una sonrisa. Porque lo merecen. Por la ilusión. Por las esperanzas. Por darme tierra firme. Por hacerme sentir inolvidable o invencible. Por hacerme compañía. Por quererme. Por entenderme -que no es fácil-. Por aguantarme -que tampoco lo es-. Por creer en mí. Por todo y por todísimo.

Pero es mejor escabullirme. Más sano y menos dramático. Además salgo ileso, sin lágrimas y sin mostrar mi Yo quebradizo. Al mismo tiempo logro que siempre me recuerden con mi sonrisota. Como quiero que todos me recuerden.

En ese momento quisiera mil cosas pero prefiero no enfrentarlas, así que bajo la mirada, digo que nos vemos después y me voy. Porque todas las despedidas son dolorosas y asquerosas. Sobre todo cuando uno no se quiere ir, como ésta.

Mr Christobal.

lunes, 12 de agosto de 2013

Creo...

Creo...


Creo en el poder de las sonrisas y en el amor eterno. Creo en las serenatas y en que el que hace locuras por amor, vive mejor. Creo que las mamás tienen súperpoderes y lo saben todo y creo que no hace falta que le diga que muero por tener algo eterno con él. Creo en los besos con lengua y en la magia de Disney.

Creo que el chocolate sana corazones y que sin mis amigos y mis hermanos no podría. Creo en el amor a pesar de los desamores y que los cepillos de dientes eléctricos son más eficientes. Creo en la locura de mi hermano y en la capacidad de éste para transformar mi mundo.

Creo en el poder de las redes sociales y en el de las faldas cortas para que las mujeres seduzcan. Creo en el exceso de abrazos para ser felices, en sus ojos negros y por supuesto en su sonrisa. Creo que uno debe trabajar en algo que le haga feliz y en lo destructivas que son las harinas.

Creo que existe gente buena y algunos pocos que están buenos, como ÉL. Creo en el café con leche y en las cartas de papel. Creo que somos cada una de las heridas del pasado y muy en el fondo, sigo creyendo en la transparencia de los que llegan al poder.

Creo en los buenos tiempos, en sus brazos y en mi insuperable amor por Frankfurt. Creo en los amores inolvidables y que las personas pecosas son más sabrosas. Creo en los tennis de colores y en lo sexy de los tatuajes.

Creo que a donde vayas haz lo que vieres y que a los lugares donde fuiste feliz, no has de volver. Creo que el alma existe y que puede doler más que un dolor de muelas y también creo en el dolor de muelas.

Creo que todos tenemos un gran amor para compartir la vida y uno también grande (pero no más grande que el gran amor) que nos la jodió. Creo en la puntualidad y en el chocolate caliente con queso y pan.

Creo que debería empezar a hacer ejercicio otra vez y joder menos. Creo que al mundo le falta romanticismo y creo que a mí me sobra. Creo que hay gente que no me conoce pero siente que sí y me quiere, y creo que por eso los quiero de vuelta.

Creo en los fríjoles y en el jugo de maracuyá, así como creo que hay que pedir un deseo cuando pasa una estrella fugaz, decir salud cuando la gente estornuda, besar con los ojos cerrados y hacer el amor con el corazón.

Creo que existimos muchos que estamos dementes y nos inventamos unos vídeos de miedo, creo que las mejores fiestas no son en las que uno es feliz porque se emborrachó sino las que sin emborracharse uno es demasiado feliz.

Creo en el mar y en la piel canela, en los abrazos y en ir a cine a ver muñequitos y comedias románticas en 3D. Creo en los parasiempres y en la importancia de tener manías. Creo en los atardeceres rosados, en que ya está bueno con la guerrita en Colombia y creo también en los fantasmas.

Creo que llevo un año escribiendo y por eso creo que mis historias deben ser más fantasiosas que las del resto, para poder contarlas y entonces por eso creo que tengo que tener un príncipe azul, azul muy azul. Creo en los castillos, en las sonrisas sinceras y en mi reloj de Mickey de niño de 8 años, pero sobre todas las mil cosas que creo, creo en ti y en mí, amor.

Mr Christobal