Ay! Los amores de fin de semana
Los amores del fin de semana duelen más. Y es que uno sabe que tiene las horas contadas para hacer lo que las parejas normales hacen por años. Uno pretende conocer su vida entera en minutos. Uno quiere adivinarle los sueños en segundos. Uno busca encontrar sus miedos en una noche. Uno quiere, uno quiere de verdad, darle en poco tiempo, las razones suficientes para que se quede.
Entre tragos, música y dancin', a uno le dan ganas de arrancarle la vida. De adueñarse de sus risas. De solucionarle los problemas. Que le resuelvan a uno los problemas. De tener problemas y de crear problemas juntos. Crear recuerdos juntos. Ser su presente. Amarlo. Odiarlo. Pelearse y por supuesto, ser su mayor anhelo en el futuro.
Uno quisiera gritarle con actos sinceros y estúpidos ¡QUÉDATE QUE SOY BUEN HOMBRE, LO JURO! Uno lo besa, lo abraza, lo mira, lo quiere y le coquetea como si fuera la primera y la última vez, y es que de hecho lo es, la primera y lo más posible que la última.
Uno presiente, de hecho sabe y es demasiado consciente para mi gusto, que al final de la noche lo más posible es que no se quede. Que no haya mañana y mucho menos pasado mañana. Pero con toda la emoción, ilusión y desilusión del caso, uno quiere que se queden y lo intenta y lo lucha, lo trabaja y hasta con una ilusión descarada, se esfuerza.
Uno quiere enamorarlo eternamente en horas. Uno pretende con algo de inocencia y malicia, seducirle el cuerpo y el corazón. Arrebatarle suspiros e ilusiones. Y uno se pisa con cuidado. Lo deja todo en la pista de baile. Y le regala la vulnerabilidad proveída por la soledad. Le entrega la esperanza de haberlo encontrado y lo recibe como un regalo.
Los amores de fin de semana duelen más. Y es que no tienen el desgaste de los años. Ni el aburrimiento de la costumbre. Ni el desazón de las peleas. Ni la certeza del mañana. En cambio están llenos de ilusión inocente. De incertidumbres dolorosas y de sueños quebrantables.
La incertidumbre de no volver a verlo lo lleva a uno a quererlo con desespero. A bajar la guardia sin temores. A dejarse llevar. A esforzarse. A saber tirar y aflojar cuando lo que uno quiere es aflojar y no tirar. A que el beso que uno le da con el alma, le atraviese el mañana y le llegue derechito a sus entrañas.
Y es que al fin de cuentas lo más posible es que jamás, el perro sarnoso, vuelva a aparecer. Pero igual uno quiere que le pidan el número. Y luego uno quiere que usen el número. Y uno sufre sabiendo que no llamarán, pero siempre con la esperanza de que lo harán. Y que además, pedirá una cita y luego otra y así otra.
Los amores de fin de semana duelen más. Es como los niños que salen con la ilusión de llenar sus calabazas de dulces en Halloween y amanecen al día siguiente y los papás se los comieron. Todos y cada unito de los dulces. Así, tal cual el vídeo. Así tal cual lo hemos vivido muchos. Así tal cual digo. Así tal cual fue para él esa vez.
Mr Christobal
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