miércoles, 16 de diciembre de 2015

Mi carta de navidad

Mi carta de navidad



Querido Santa:


Hace años que no te escribo. ¿Te acordarás de mí? Alguna vez te pedí una bicicleta que casi no aprendo a montar, unos Walkie Talkie y otras cosas que nunca usé. Generalmente te pedía muchas cosas en listas interminables y divertidas que sin darme cuenta, mis papás iban editando. Mi hermano cada año te pedía un regalo que nunca llegó, de pronto por eso él dejó de creer.


Pero yo he vuelto. Con algunos años más, un poco más de cicatrices y un corazón más trajinado. He vuelto con mi misma mirada soñadora del niño regordete en una pequeña ciudad de Colombia, al noroeste, Medellín. ¿Ya? ¿Te suena? ¿Te sueno? En fin... He vuelto con la misma fe de entonces, pues tengo la certeza de que en algún lugar estás con todos los tuyos trabajando para sacar sonrisas.

Esta vez vengo con una lista de peticiones más tranquila, pero igual de importante, divertida y difícil. Lastimosamente para ti, ya mis papás no tendrán la oportunidad para editarla, pero espero que hagas lo que puedas. ¿Sí?

Para esta navidad y para el próximo año lo que más, más quiero es lograr estar tranquilo, satisfecho y feliz con lo que tengo y tendré. ¿Eso lo hacen allá? ¿Tienes un departamento de conformidad?

Cupido ha estado distraído en los últimos años para mis amigos, porque conmigo afiló la puntería. Así que si tienes una alianza con él por ser navidad lo único que pediría en este aspecto es eso; que perfeccione su puntería con todos y que no me olvide a mí. Pero si no la tienes, habla con Mamá Noel, ella entenderá de qué hablo, lo sé. Ya que la cosa es sencilla; darme el permiso a mí mismo de perder la cabeza por aquel que amablemente está dispuesto a perderla por mí, que no se vaya de mi lado y que yo siga cumpliendo los requisitos básicos y que seguro esta Navidad, él está pidiendo lo mismo.

Ya sé que tus duendes deben estar enredados con tantas cosas, pero también quisiera valentía. Valentía suficiente para hacer todas las cosas que quiero el próximo año. ¿Tienes allá? Seguro que sí. Ustedes tienen todo. Que mis ganas, fuerza y emoción no se queden en eso, sino que trasciendan a la realidad, para eso la valentía con paciencia. Sí, es que también necesito paciencia. Pero en dosis exorbitantes. De hecho, todas las reservas que tengas me las puedes dar a mí. Sólo a mí.

No olvides, por ninguna razón en el carro de los renos, sueños y amor para dar. La capacidad de sacar sonrisas y curar corazones. El coraje para dar esperanza, la osadía para seguir escribiendo y miles de historias para seguir contando. Espacio necesario para volar más alto, ¿lo tienes? ¿Qué tal te suena? ¿Estoy pidiendo demasiado?

Más constancia no me cae mal, lo mismo que humildad. Una chequera con fondos infinitos de besos, abrazos y miradas sinceras. Las palabras justas para los que me necesiten y un hospital de almas con más pacientes e inclusive más habitaciones.

De resto no es más. Que cumplas lo que mis papás, hermanos, primos, familia, amigos, príncipes y princesas quieren pero no son capaces de pedirte, pero tal vez aquí se animen. Que me los cuides y me los tengas siempre, a mis amigos que están y a los que se fueron, tráelos de vuelta. Y por último, ahora sí, en serio, que mi próximo roommate no sea ni siquiera la mitad de la pasada, y a la pasada por favor, déjala bien lejos.

Sé que me lo darás. Sólo mándame una estrella fugaz, a uno de tus duendes, la nariz de Rodolfo, un sueño en tu fábrica, un suspiro congelado del Polo Norte, lo que quieras como señal de que te llegó mi carta.

Gracias, muchos saludos a todos allá.

Pd: Dile a tus Duendes y Duendas que se metan a mi blog.

Mr Christobal

martes, 15 de diciembre de 2015

Todo va a estar mejor


Toda mi vida se ha tratado de probar, ensayar, equivocarme, volver a intentar y aprender para luego, seguir con firmeza. Tengo la bonita costumbre de arriesgarme, de arrastrarme tras mis impulsos, de exigirme sentir, vivir cosas diferentes, cuestionar mi existencia, fallar, recapitular.

Es como cuando uno iba a un paseo en el río. Y había una piedra alta donde uno se tiraba. Sin embargo, en el camino había una más cerca, más abajo donde no había riesgo. Muchos escogían esa. Otros llegaban a la de arriba, miraban abajo, se asustaban, declinaban y se devolvían. Otros, con el vértigo en el alma, el vacío en la panza y los nervios en la garganta, cerrábamos los ojos y pal agua. 

En el camino, la subida hasta la roca nunca es fácil. Y las caídas, muchas veces resultan dolorosas, insostenibles o malucas, pero en compensación, otras, son el más plácido y excitante vuelo. Pero siempre, siempre, el viaje es lo que importa. El viaje a la piedra. El viaje de caída. El vuelo. Porque la llegada es sólo un "¿Dónde está la próxima piedra?".

Por eso mi vida, en general, ha sido un largo viaje de fallas. Perdí aquí, me fue mal aquí, intenté eso, no logré aquello. En el amor (ufffffffffffffffff), en la universidad (ni les cuento), en lo profesional (se duermen), en el día a día. Por eso, cuando llego al destino y me encuentro, una vez más que caigo como una papaya, digo, "nada, aquí como siempre, aprendiendo a las malas".

Supongo que pocos tienen la fortuna de aprender a las buenas y también me imagino que de eso se trata. De aprender. Cada uno a su ritmo, cada uno con sus miedos, cada uno con sus riesgos, cada uno en sus tiempos.

Lo que es cierto es que con las caídas uno va cogiendo confianza. Entonces sube a la roca más rápido y con más determinación y sin pensarlo tanto. Y las caídas se hacen mucho más amigables. Antes me quedaba siglos quejándome del dolor de la caída. Victimizándome, que por qué yo, por qué a mí, que dónde estaba el responsable, que a quién hay que mandarle el de la moto, que auch!, que me duele, que snif snif, que grrr!, y así. Hoy, muchas caídas después, 26 años más tarde, muchas curitas puestas y miles de vértigos dolorosos sobrepasados, con mi última y más reciente caída, sonreí.

Después de armar una pataleta a mí mismo por media hora donde lloré con rabia y decepción, dejé salir una sonrisa, tranquila y pacífica. Una sonrisa comprensiva, sencilla, de aceptación. Sin ninguna ambición. Sentí el viaje de mis años. El camino andado. Las caídas que caí y las que esquivé. Los vuelos volados. El cielo alcanzado. Las estrellas que he tocado. Y me abracé.

Comprendí que mucho antes que pasara, tenía la certeza que iba a pasar. Sólo estaba esperando el momento. Así que confirmé, una vez más, que mi intuición es una maravilla. Que no me falla y que mi tarea es desarrollarla, creer en ella, y dejarme guiar.

Y luego, todos estos años de locuras bonitas pasaron rápidamente por mis ojos. Como escenas de mi vida en tres o cuatro segundos. Siempre estaba yo, riendo, volviendo a reír, otra vez. Vi con claridad dónde estaban mis fallas. Mi debilidades. mis miedos. Esa caída libre había sido tan esperada, que ya todo lo tenía claro. Así que esta vez no caí ni quedé estampado contra el piso.

Esta vez rocé y despacito volví a alzar el vuelo, con la única certeza que viene otro viaje, otra roca por conquistar, que no la veo cerca, ni tengo pistas, pero sé que está ahí. Esperando por mí. Que ya exise. Es mía. Y será más cool que ésta.

Por eso sonreí. Porque finalmente entendí que todo, siempre va a estar bien. Que por más mal que todo parece, no es tan mal, que hay otros luchando guerras realmente considerables, con más sentido, con dolor del real. Y que ya a estas alturas, escojo qué me duele, qué me afecta, qué es vital, qué es pasajero. reconozco lo que se puede cambiar y arreglar, lo que tiene solución y desemboca en mejor. Todo va a estar bien. Me muevo rápido. me sacudo. Busco soluciones.

Y por eso me abracé. porque es momento de confiar en mí. En mi fuerza, en lo que mi sonrisa puede lograr, en los viajes que me faltan, en los riesgos que voy a seguir corriendo, en lo bien que la he pasado. En el poder de mi espontaneidad. En la confianza de mi andar. mis valores, mi responsabilidad, mi mente curiosa. En que volveré a caer y seguiré aprendiendo.

Porque llegó el momento de confiar en la vida. En ese algo. En esa fuerza mayor. Confiar que absolutamente todo está bien y sobre todo, todo, absolutamente todo, va a estar mejor.

Mr Christobal.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Me gusta la gente

Me gusta la gente


Me gusta la gente que va por la vida con la convicción de que está aquí, exclusivamente para ser feliz y por eso, se las arreglan para serlo.

Me gusta la gente que hace lo que se le da la gana y no se cohíbe pensando en complacer a su familia, a su pareja o a la sociedad.

Me gusta la gente que anda sin miedo, que les gusta probar, arriesgarse, conocer, entender, sentir nuevas cosas, apostar; volar.

Me gusta la gente con la mente amplia y libre, que entiende que todos pensamos diferente y que por eso, cada uno puede pensar lo que piensa y por eso, no juzga, señala, subestima, confronta.

Me gusta la gente que quiere más. Siempre más. Más vida. Más experiencias. Más lugares. Más amor. Más tiempo con los que quiere. Más de lo bonito.

me gusta la gente que se divierte. Que sabe que -probablemente- sólo tenemos el chance de vivir una vez y por eso, cada día es una oportunidad para divertirse.

Me gusta la gente que le inyecta energía, luz, buena vribra, positivismo a otra gente.

Me gusta la gente que no le duele aplaudir los aciertos y virtudes de los otros. Esa gente que siempre tiene una palabra bonita y estas le arrojan ánimo a las otras vidas.

Me gusta la gente que es gente.

me gusta la gente romántica; esa que le encuentra dulzura y belleza a cada situación de la vida.

me gusta la gente que se entrega entera, que se abre sin límites, que regala lo que es.

Me gusta la gente positiva. Que todo sí. Que te hacen ver el lado bonito de la vida. Que son luz. Que brillan. Que no se quejan.

me gusta la gente que escucha. Que deja de lado su vida para meterse y entender y descubrir, y hacer sentir importante al otro.

Me gusta la gente que no se hace líos. Que busca soluciones, avanza rápido, no se estanca en situaciones ni personas, que sabe soltar.

Me gusta la gente con sueños, libre, leal a sí misma, llena de amor para otros, alegre, abierta, que son una casa en donde todos son bienvenidos. Gente que vibra y hace vibrar, que es cálida, alocada, incoherente dentro de su coherencia, agradecida, leal. Esa gente que sabe eternizarse en la vida de los otros. Gente que son colores rechinantes, una fiesta, esperanza, una sonrisa, una ilusión.

Me gusta la gente. Incluso la gente que no es como esta gente que me gusta.

Mr. Christobal.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Se casa

Se casa


El sábado se casa Cata. Una de las cosas más lindas que me ha pasado en la vida, una de esas amigas que siempre me hacen feliz con ser ella y más feliz porque ella se convirtió en una persona feliz. Una de mis personas favoritas en el mundo. Mis respuestas cuando me agobio y no sé qué camino coger. Un referente para mí. Un orgullo para mí. La que para mí siempre, absolutamente siempre, tiene la razón. Quién me quiere bonito con el alma y mucho, por como soy. La incondicional. Por la que mi corazón alcanza los sentimientos más grandes e insospechados de amor. De hoy en dos días se casa uno de los amores de mi vida.

Cata me lleva pocos meses. O sea, absolutamente nada. Así que la vida nos puso casi al mismo tiempo en el camino y nos unió para compartirlo, para vivirlo con las ganas que tenemos de comernos el mundo. Nos exigió la vida misma ser amigos. Y nosotros sucumbimos a sus requerimientos. Amigos. Nos volvimos cómplices y aliados. Compinches, camaradas, alcahuetas.

Con una mirada ya sabemos los chistes y lo que pensamos hacer, porque estamos sincronizados, nos parecemos tanto y somos tan diferentes al tiempo, que es algo extraño y bonito, y por eso lo cuidamos y lo hacemos nuestro. Nos consultamos las grandes decisiones y nos hemos arrastrado mutuamente a tomar riesgos, ser libres y vivir, vivir sin miedos.

Mi Cata se casa y todo el proceso lo he vivido plenamente. Desde hace muchos años que empezaba a salir con algún Él que no era, hasta con el que creímos que era que tampoco era. Hasta llegar al que ES. Y eso tomó su tiempo, su proceso bonito que recuerdo con felicidad. Recuerdo todo lo que vivimos hoy, desde las risas que teníamos en clase en la Universidad y los desaciertos que teníamos cada tanto porque nos ilusionábamos con todo el que nos sonreía, hasta llegar a verla mirar a Sebas, con esos ojos de amor con los que yo quiero que mi amor me mire. Y ahora se acerca la fecha y tengo mil sensaciones. Se me arruga el corazón al saber que ya no soy el único y exclusivo hombre de su vida. Que llegaré a su casa y podré tener la certeza que tiene al hombre de sus días para abrazarlo antes de dormir. Y aunque hoy, mientras escribo, extraño a la Cata de hace algún tiempo, con tiempo, con el corazón medio roto que soñaba conmigo, sí, a veces me hacen falta esos momentos.

Pero por otro lado y de hecho, el lado que tiene más fuerza y peso, es que me siento pleno, satisfecho, orgulloso y feliz. Nadie, mucho menos yo, hubiera creído que una de las cosas más lindas de mi vida fuera a tomar la decisión de compartir su vida con alguien siendo tan joven, tan libre y demente, tan ella, tan Cata, tan ganas de vida y ambiciosa, sí, tan ella. Y la fuera a tomar tan decidida, tan convencida, tan enamorada, tan acertada, tan bien.

Cata se ha robado el corazón de cualquier persona que alguna vez la haya conocido. Hombres y mujeres. Niños y viejos. Ricos o no tanto. En las montañas o en el mar. Y a todos, sólo con su presencia, ha logrado sacar carcajadas y hecho feliz. Por eso, nadie hubiera pensado que se casaría tan pronto, porque ella es vida dentro de la vida. Demente y libre. Ella.

Sebas y yo no somos los únicos que hemos suspirado profunda y verdaderamente por ella, aunque si los que más. Tampoco los únicos a los que nos ha querido con el alma y convencernos, demostrarnos y asegurarnos que ella es la más de todas, toditas todas. La perfecta. La princesa.

Y puede que no lo haya sido alguna vez. Y estoy seguro que rompió corazones e hizo daños como cualquiera. Pero hoy es otra historia. Así que verla convertida en una princesa me sorprende gratamente. Veo que se le iluminan los ojitos cuando está con su Él. Veo aterrado que no le importa manifestarle su amor con besos y abrazos en público -cuando no se deja ni si quiera dar abracitos míos-. Me sorprende que se esfuerce constantemente por contemplarlo y le tenga regalitos y detalles muy tiernos. Sonrío porque es evidente cómo evolucionó y superó con valentía las trabas de dejarse llevar por el corazón y darle prioridad al amor.

Así que el giro que ha dado su vida al saber escoger a su compañero de vida es otra reivindicación del amor y el romanticismo conmigo. Otra razón para saber superar. Una certeza de que el amor sí existe. Una ilusión y esperanza en lo bonito y lo rosa. En casarse bien, casarse bonito.

En dos días se casa Cata, mi amiga y yo vuelvo a mis inicios: A ella, Ella, como lugar, esa que hace muchos años me hizo entender el amor verdadero por un amigo, incondicional y ahora que somos grandes, me confirma que ese amor sí existe.

Mr Christobal.

martes, 17 de noviembre de 2015

Cerrando el ciclo

Cerrando el ciclo


Duré muchos años soltero y no es novedad para quienes empezaron conmigo este camino principesco. Estuve así, solo, con todo lo bueno y lo malo que eso implica. Yendo y viniendo. De aquí para allá. De fiesta o encerrado. Feliz, dichoso y a veces impotente y frustrado.

Con unos que valieron la pena y otros que no merecen ni ser recordados. Con unos que olvidé por convicción y otros porque no se hicieron eternizar. Con algunos que aun recuerdo con una bonita sonrisa y otros con los que a veces hablamos. Con unos de acá y otros de por allá lejos. En inglés o español. Con amores de un fin de semana, una semana, un mes o un año. Pero seguía soltero, siempre soltero.

Supongo que tenía que estar solo para recoger los pedazos de mí que habían quedado regados aquí dentro luego de los años y relaciones anteriores. Era importante poner cada parte en su lugar. Tomar fuerza. Encontrar un camino y un norte con respecto al amor. Saber lo que quería y lo que no. Y en general dejar todo listo, bonito, limpio e ideal para el que llegara.

Así que él llegó así: sin esperarlo, sin buscarlo, sin quererlo. Cuando se metió en mi camino yo estaba listo para empezar a caminar junto a alguien, pero no me convencía y como que todo estaba genial en la relación yo con yo, como para que alguien la dañara.

Sin embargo, de una manera muy creativa y muy divertida, despacito, sin afán y sin hacer mucha bulla, él me convenció y me robó el corazón. No habían pasado tres meses cuando yo ya estaba enterito, de pies a cabeza, de alma, cuerpo y corazón, metido en su vida y en su mundo. 

Nadie se sorprendió y supongo que los que me conocen, mínimamente esperaban eso de mí. Porque yo soy así; quiero pocas veces, pero cuando quiero, quiero con locura, con cada espacio, milímetro, célula de mí. Así soy, pocas veces entregado y capaz de salirme de mí pero, cuando lo hago, me abro y me dejo arrastrar hasta dejar salir cada gota de amor y ternura que surja en mí, sin límite ni restricciones. Por eso me enamoró tan contadas veces, porque es de una forma tan violenta que quedo exhausto y es la única forma que lo sé hacer.

Yo estaba tan bien, en una sola pieza, con mis pedazos en orden, alineados y dispuestos tanto así que asumí el rol de remendarlo a él. Cogí de mi fuerza y se la entregué. Entero. Saqué de mis sueños y los coloreé para él, en sus colores y a su acomodo. Busqué toda mi magia y se la puse en sus días. Lo mismo con las esperanzas, ilusiones, ganas, ternura, y todo, todito de mí.

La cosa es que me quebré en pedazos para completarlo a él. Y que quede de aprendizaje: eso, eso no se hace.

Mr. Christobal.

martes, 20 de octubre de 2015

Uno no ama la vida

Uno no ama la vida


Caminar al trabajo. Las miradas de mis hermanos. Ir a cine. Comer un chocoramo que me deje con ganas de otro. Comer dos chocoramos. Mi amigo de Miami huye de su rutina y viene a sanarme el corazón y resulto yo sanando el de él. Mi mamá diciéndome que estoy gordito, pero bonito.

Encontrarme con Cata y Caro, mis amigas del alma y alegrarnos por el matrimonio de Cata y Sebas. Tener cuatro gaticas bebés en mi casa y buscarles un hogar a cada una para que las quieran. Almorzar todos los días en la cafetería del trabajo. El orgullo con que Caro presenta a su novio. Tomarme una copa de vino. Dos. Tres copas de vino tinto. Volver a ver a Luisa y tener una tarde de domingo sin afanes.

La convicción que uno de mis ex novios tiene de querer casarse conmigo. Fidel, mi gato, todos los días esperándome en la puerta, enredándose en mis pies y maullando para que lo cargue, lo salude y le diga que es precioso. La llamada diaria de un ex amor poniéndome al día de los acontecimientos que pasan con nuestros viejos amigos, mientras me dice que soy el niño más lindo de todos y siempre lo voy a ser.

El saludo alegre todas las mañanas de Viviana, la recepcionista de la empresa. Leer el periódico los domingos. Haber estado desconectado por no tener celular por casi 15 días. Un celular que me envían para devolverme al mundo. Reencontrarme con Meli y contarnos las historias pendientes.

Cuatro libros. Mis ganas de viajar y conocer. Haber pasado 31 de diciembre con mi familia y con el que era mi él. Mi distanciamiento en pensamientos políticos con muchos de mis familiares que resulta uniéndonos. Mis recuerdos de Frankfurt.

El abrazo de mi abuela cada que voy a su casa. Haber salido del bloqueo literario en el que estaba. Escribir. Mónica, una trabajadora de la empresa, diciendo que soy el más lindo de todos.

Mi soledad. Luján peleando conmigo porque me extraña. Las elecciones que revivieron en mí, mi pasión por la política. Organizar el matrimonio de mi amiga. Cortarme el pelo y sentirme el más lindo del mundo entero. Que uno, dos y tres seguidores me digan que sin haber hablado conmigo, los he apoyado y alentado en momentos importantes de su vida.

Ropa nueva. Regalos chéveres de las personas que quiero. Mi bonito blog y mis consentidas redes. La ilusión de un lindo amor. Los chistes de mi abuelo y la ternura enternecedora de mi abuela, cada vez que los llamo.

El amor de mis primos. Perderme para encontrarme. Comprar flores. Las sonrisotas de los amigos de mis papás siempre que me ven. El sol. Mi corazón siempre dispuesto a querer como la primera vez sin importar uno, dos, tres, cuatro y los golpes que sean. Los mangostinos. Bailar. Chuparme una mandarina.

Hace poco me vi una película, "El último amor de Mr. Morgan". él, - Mr. Morgan- decía que uno no ama la vida, sino que uno ama momentos, personas, lugares, situaciones. Y estos, estos son los momentos, personas, luagres y situaciones que amo y que me hacen feliz todos los días y en últimas, me hacen amar la vida.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Y uno llorando por tanto...

Y uno llorando por tanto...


Hace poco entendí por qué ninguno de mis ex llegó acá. A este momento. A seguir en mi camino. A trascender en mi vida. A eternizarse. A verme despertar despeinado, sonreír con lo bonito y llorar de miedo. A ser mi amor eterno, insaciable y para siempre. Ya entendí porque ninguno era el que es ni yo era el que era.

Pero no fue fácil, menos cuando en algún momento juré y rejuré que algunos de ellos eran, que quería verlos en mi vida para siempre, que no podía dejarlos ir, que ya nos encontraríamos en el camino, que eran perfectos para mí, que tenía que recordarles que como yo no hay. Las lágrimas que derramé, la fuerza con la que luché porque no se fueran, las borracheras que me pegué para olvidarlos, las ganas de perpetuarme en sus almas, todo hoy tiene sentido.

O lo tiene. Tenía que pasar por cada uno de ellos para entenderme. Hoy, desde la distancia los veo, uno a uno (con una excepción, J, el único que funcionaría, mañana y eternamente) y veo sus vidas y sus cambios, sus movimientos y circunstancias. Sus lugares, sus formas de vidas, sus proyecciones, desarrollo y hasta sus físicos. Ninguno de ellos se ajustaría al que soy yo hoy.

A lo que quiero, a lo que sueño, a donde me dirijo, a lo que he trabajado, a lo que he descubierto y desarrollado.

Los caminos tomaron tanta distancia que desde la mía les puedo sonreír pero estoy seguro que tanto ellos como yo, no nos reconoceríamos. Nuestras personalidades y formas de vida hoy nos harían desconocidos, lejanos y sólo nos resumiríamos a una parte borrosa del pasado. Todo ese que tuvieron de mí, ya no es. Ya no soy.

Hace como 15 días me encontré (telefónicamente) con uno de ellos. Había pasado mucho tiempo. Y nítido, como esas cosas que se quedan tatuadas en la mente, tengo que me decía "me gustaba más el de antes". Claro. Ese que le tocó vivía sin restricciones, sin tanta autoseveridad y con mucha más libertad (a veces también pienso que era más chévere), pero ni me esforcé porque entendiera el proceso y el cambio, los momentos de la vida, la evolución y sus formas, las razones que me arrojaron aquí y me alejaron de allá, lo tranquilo y lo bien estoy con este yo, la claridad del camino; la madurez.

Como a ese (al que le parecía más cool el dieciochoañero) no he vuelto a querer. Y no sé si lo haga. A ese lo quise y me le entregé así: como un dieciochoañero. Sin límites y sin miedo. Con pocas heridas y con un para siempre que parecía fácil de alcanzar.

Fue bonito. Todos lo fueron. Y todos dolieron. Y con todos me rasgué las vestiduras y me tiré a la muerte y "patalié" sin fin y a todos los busqué como un loco, y a todos les escribí. Pero ojalá haber caído en cuenta de eso antes me hubiera hecho más práctico y me hubiera llevado a dejarlos ir más rápido, a no agarrarme a ellos y a los lamentos de perderlos. A entender que a esa edad son pocas las probabilidades de que se queden. A no hacerme menos líos, ni tener dudas ni tantas preguntas. A no quererlos de vuelta, eternos y míos. A no esperar que regresaran.

Ojalá entender esto, hoy, haga que no pierda un segundo pensando por qué lo uno o por qué lo otro con cualquier que llegue y se vaya. En qué falle o por qué me los ponen para quitármerlos. Porque pasan manes a joderme la tranquilidad si estoy bien y juicioso sin buscar. Ojalá entender esto, no me lleve a cuestionarme a mí ni a ellos -como siempre-, oajlá hacer caído en cuenta de esto me relaje aun más y me lleve a dejar ir con más seguridad. No me deje estresarme y sufrir innecesariamente. En general, chill con el flow. Sin sufrimientos innecesarios.

Ojalá esto me ratifique lo firme que estoy en serme fiel y leal a mí. Porque sé lo que quiero y prefiero dejar ir -sin lamentos y pataletas pues ya esas las hice con todos mis ex y por más pataleta que en aquel entonces hice, ninguno debía llegar aquí- todo aquello que no se ajusta a lo que estoy esperando.

Porque no es que por mis cambios ni los de ellos, que no fueron. Sino porque el que es, ES, y los que no fueron, no eran y los que no son, no son.

Punto final, señores y señoras, y no sufran de más por tanto pendejo que no es.

Mr. Christobal

viernes, 11 de septiembre de 2015

Menos mal te fuiste

Menos mal te fuiste

"Tengo miedo porque sólo existe uno como tú"

Me alegro que hayas decidido irte. Qué felicidad. Me gusta que te hayas llenado de miedo y le hayas dado la espalda al amor. Es bueno, para mí, que tus ojos ya no quieran mirar más el romanticismo que me provocabas, ni el brillo en mis ojos, ni mi incontenible sonrisa por el hecho de estar a tu lado. Es bueno que hayas decidido evitar también, sentir la magia que yo te regalaba. Menos mal te vas.

Es bueno que te llenes de miedo y huyas, y será por eso que dicen que huir es de cobardes, pero es mejor, para que no haya más de esos besos. Esos besos increíbles, pasionales, existenciales y verdaderos. Mejor así, vete que seguro otro, fácilmente te los dará. Seguro encontrarás a la vuelta de la esquina quien despierte en ti, sólo teniéndolo cerca, ganas de arrancarle la ropa. Perdóname, pero sé que no es justo que al mirarte me provocara soñar con "nosotros" y me provocara aun más, como al mismo tiempo, raptarte las pasiones y algún par de orgasmos. Menos mal te fuiste.

Aunque no lo entienda, creo que es lo mejor. Nunca nadie me provocó tanto. Nunca nadie me provocó pasión, romanticismo, ternura y otra vez pasón. Siempre me los traían por separado. Algunos romanticismos, otros ternura, algunos pocos, poquísimos pasión, otros seguridad, y llegas tú, a dármelas todas en una, no, menos mal te fuiste. Gracias. Es que no era justo contigo que yo tuviera mis mejores intenciones contigo. Realmente podía enloquecer, de amor, claro. Pero qué susto ¿No? Pude haberte hecho feliz, en exceso de hecho, y como todos los excesos son malos...

Además pude haber sido ese hombre entregado y dedicado a tu amor, a ti, a nosotros. Sí, sí pude haber sido. Es que como me sentía contigo lo valía. ¿No me viste? ¿No me sentiste? Yo te vi como alucinabas al mirarme. Irte fue lo mejor, es cierto, definitivamente, porque al mirarme sonreías y parecías que no creías que existía, pero sí, cuando estaba a tu lado de hecho me sentía más vivo, existía como todos soñamos sentirnos vivos. Además me tocabas y no podías dejar de llevarte por el deseo infernal, me acariciabas con palabras suaves y soñadoras, me hablabas con miradas comprometedoras y me soñabas sin miedo, en tus días del futuro y en tu cama del presente.

Y bueno, sin duda era la mejor decisión largarte, porque dijiste que parecía el hombre perfecto para ti y que te sentías enamorado y podías perderte también en el amor, sólo que esta vez sería correspondido; absolutamente, increíblemente, perfectamente: correspondido.

Pero menos mal te fuiste, no esperaba menos, yo nunca lo hubiera hecho, porque creo que estos sentimientos son exclusivos y escasos, entonces los valoro, los cuido, los acaricio y los hago míos. Me los apropio sin miedo y con valentía. Por eso, me hago el luchador y me dan estas arrebatadas ganas de hacer todo lo posible para que sea un hecho, y soy obstinado y persistente y entregado. Y es que en últimas creo en el amor, sí, lo acepto, entonces cuando lo tengo cerca, cosa que nunca pasa, en medio de corazones me vuelvo guerrero y fuerte y seguro, y no dejo que nadie me lo arrebate. Sólo tú.

Y ahí fue la falla, porque creí que ibas a tener la misma fuerza que yo para querer estar conmigo. Y por eso lo dejaste ir todo, y por eso decidí hacerme a un lado. Porque mientras yo busco que me arranquen el alma, tu buscas quien te quiera desde el miedo, el mismo miedo que te dio enfrentarme como tu presente.

Pero menos mal te fuiste, porque el amor imposible, que creí posible cuando te conocí, es sólo para almas fuertes, nobles y guerreras. Y yo para mí, sin duda, quiero alguien atolondrado, insensato y absolutamente imprudente.


"Porque el amor imposible no es cosa de prudentes, sino de Quijotes.

Sólo cuatro veces en doce años vio Alonso Quijano a Aldonza Lorenzo.

Jamás cruzaron palabra. Pero eso le bastó para vivir en ella y por ella."

jueves, 6 de agosto de 2015

Sigan casándose que yo espero

Sigan casándose que yo espero

"¿Por qué un man tan chévere como tú no tiene novio?", Esa pregunta y yo, nos habíamos dejado por un tiempo y andábamos cada uno por su lado. Supongo que ella -la pregunta- andaba fastidiándole la vida a otras personas mientras yo estaba por mi lado rectificando que de hecho, tener novio no necesariamente es más cool que no tener uno y que tener cheveridad muchas veces no implica, tener a alguien.

Y como "¿Por qué un man tan chévere como tú no tiene novio?" y yo nos dejamos, ahora ha evolucionado a "¿Por qué no te has casado?", después de nuestro tiempo creo que tengo un par de teorías interesantes.

Aparte de lo que ya sabemos que es el problema principal, y es que nadie me ha propuesto matrimonio, sigue lo que soy yo: un tipo con toda la fuerza y la energía que no fue criado para seguir un modelo de vida sino para crear el propio. Uno que quiere y necesita vivir y consumir el hoy, el ahora, el mundo. Uno con una alta capacidad de disfrute y de goce, que reconoce sus metas y sus sueños, pero sabe que si bien debe pisar fuerte para llegar a estos, tiene que bailar en el camino y parchárselo.

Alguien con la certeza de que el mundo es inmenso y delicioso y que por eso necesita vivirlo. Recorrerlo, probarlo, atragantarse de él. Que sabe que hay mucha gente ahí afuera por descubrir y miles de cosas por ensayar. Muchas fiestas por bailar y muchas bocas por besar. Alguien que sabe que las posibilidades son infinitas y que vive bajo la lógica de que es una verdadera lástima no vivir todo lo que es posible vivir.

Un man que ni por el putas deja al azar su destino sino que lo crea y que reconoce que éste es una construcción maleable de sueños reales que él mismo ha escogido y por eso, cada día decide cumplir esa historia que ha creado y no heredado. Porque en últimas, tiene un sueño, que es su puto sueño, tan puto como lo pudo crear él mismo.

Y por eso es tan jodida la vaina. Porque al final la mayoría de las personas por cansancio y lógica prefieren vivir "conformes", que esperando un único ser que sea un alma gemela cuando ese ser puede tener fácil siete de esas almas. Y en cambio yo, por convicción, por deseo, por romanticismo, por ideología y porqué sí, decidí que no. Que no me da la gana de conformarme. Que prefiero esperar.

Porque es que yo tampoco soy cualquier man y tan es así que no cualquiera se atreve a esto; a un man que se ha encargado de ser vida dentro de la vida misma. Que se ha caído tantas veces que reconoce el piso como su segundo hogar, que no ha sido amado por alguien al que le entregó media vida, pero al que también le han entregado una vida entera. Un man que se mueve rápido y no puede con los lugares, las personas o las situaciones estáticas. Alguien que ha sabido vivirse y que ha vivido el amor en todas sus formas. El no correspondido, el correspondido, el desmedido y el de a medias. El loco, el sexual, el rudo, el bonito, el asqueroso y el perfecto. El de un día y el de media vida. Y eso, precisamente, esto, es el precio que ese que valga la pena tiene que pagar.

El de un man que sabe cómo lo tienen que tratar porque lo han mirado como si fuera una revelación, una verdad, un punto final. Alguien que sabe cómo lo tienen que amar porque se le han entregado con la magia, la inocencia, el impulso y el dolor de entregarse de verdad. Pero también es esa persona a la que no quisieron y conoce bien el desgarro del alma que eso implica, el que fue víctima una y otra vez del mal timing, el que no supo escoger, el que creyó mentiras, el que dejó ir y el que se fue antes de tiempo. Un man que en general, sabe lo bonito y lo asqueroso del amor.

Y por eso, que haya llegado y me haya quitado la soltería no quiere decir que será fácil, lo sé, pero él sabrá no desperdiciar nunca a este man que él necesita para moverse, disfrutar y anclarse a la vida. Para ir hacia adelante y cumplir sus sueños. Un man que es compañía y guía y no una sombra o un fantasma. Un huracán. Un mar. Muchos colores. Un motor en la vida de quienes lo rodean.

Y mientras tanto, yo sabré esperar y por eso tengo novio, pero no me he casado, pero la espera valdrá la pena, así sea eterna.

Mr Christobal.

sábado, 18 de julio de 2015

Pasé del cuarto de siglo

Pasé del cuarto de siglo


El año tiene 365 días, sin embargo, uno sólo tiene el día de su cumpleaños como suyo, de su propiedad y de nadie más. Por eso me gusta tanto cumplir años, porque siento que es mi día, el único en todo el año en el que tengo derecho a que me llamen, me den regalos, me escriban mensajitos, me den abrazos, me regalen sonrisas y palabras sinceras, me manden buenas energías y luz, me entreguen buenos deseos, me contemplen y en general, los que más me quieren, se acuerden de mí.

Y si bien los cumpleaños siempre sugieren un nuevo comienzo, para mí, éste, especialmente, aún más. Pasé del cuarto de siglo, en el que traté de hacer la gran mayoría de las cosas que me había propuesto siempre, claramente para mí, es el cierre de un ciclo y la apertura de uno nuevo. Lo cual me entusiasma. A mí los nuevos comienzos se me dan bien y no me dan  miedo, y los busco y los vivo. Así que éste no puede ser la excepción.

Generalmente las personas cuando llegan a esta edad se asustan, se frustran, se paniquean. La mayoría de mis amigos no están muy gustosos a esta edad. Dicen que se sienten viejos y no sé qué más. En cambio yo no. Yo tengo altas las expectativas, buenas energías con este número, fe, alegría, un gato nuevo que se llama Fidel y mucha, pero mucha curiosidad.

Y es que ya se fueron los primeros 25 años de mi vida. Ya pasó y se quedó atrás, para mí, toda esa etapa de reconocimiento. Exploración curiosa y ansiosa de la vida, de la gente, de los gustos y de uno mismo. Ya está un poco más claro para dónde voy, qué quiero, quién sí y quién no. Ya tengo más respuestas y aunque las preguntas siempre son infinitas, ya he tachado muchas. Ya reconozco mis piedras y trato de esquivarlas con más sabiduría. Ya pasó la tusa más verraca de todas, igual que esas épocas en las que no pensaba dos veces para enamorarme, y vivía enamorado de todos y de nadie.

Ya tengo claro qué me engorda (todo), qué me da guayabo y qué batallas no debo dar. Ya aprendí a dejar ir, a no rogarle a nadie nada y a hacer estrictamente lo que me nace. Aprendí que al final todo va a estar bien, reconozco entre mis pataletas lo que son pataletas y lo que es del corazón. Sé qué tipo de personas me pueden gustar para el rato y quiénes me gustan en serio en mi vida, y estoy con los que quiero para el rato e intento estar con los que me gustan en serio, en serio.

Y es que yo estoy contento de dejar atrás esa etapa porque creo que la viví muy bien vivida. Torpe pero intensa y completamente. De lleno. Emocional y llena de aprendizajes. Miro para atrás y me quedo tranquilo de haber hecho, incluso, más de lo que pensé. En todo: en la vida,  en el amor, en la rumba, en la amistad, en lo profesional y laboral, en los fracasos, en los aciertos, en las decepciones y en los éxitos. Todo fue más, todo ha sido más y mejor, incluso cuando parecía peor.

Y aunque me caía con facilidad y con frecuencia y todas las caídas me dejaban roto en mil pedazos, tuve más amores (aun si fueron fallidos) de los que alguna vez esperé tener y se enamoraron más de mí de lo que vislumbré. Pero también me desilusioné y fue más duro e ingrato de lo que cuentan los cuentos.

Visité más lugares de los que jamás soñé, olvidé gente que pensé inolvidable y el futuro que ahora es el presente, me sonrió más veces de las que me hizo pistola con la mano. Emprendí este camino de letras con el que toqué más corazones de los que aun hoy me llego a imaginar y escribí más de lo que pensé y de lo que mis dedos y mi corazón alguna vez pensaron podían escribir.

Me reí más de lo que lloré, aunque cuando lloré, lloré como a quién se le va el alma. Me encontré más veces de las que me perdí, aunque cuando me perdí, me perdí con ganas y sin pistas de salida. Y en resumen, viví bien, divertido y más de lo que supuse.

Entonces, por tanta pasión y fuerza y primiparadas, del ciclo que cierro y como, para mí (en mi imaginario y lo que siempre visualicé), pasar del cuarto de siglo es la consecuencia de todo esto, de llegar un amor real y bien vivido. Mi carrera se perfilará y reventará y me rellenarán de aciertos y sorpresas gratas y bonitas y cuando no sean bonitas, ya sabré cómo manejarlas con más prudencia y calma.

Y es que los 26 los veo venir en forma de calma, tranquilidad, sabiduría y certezas. De intuición y seguridad. De confianza, estabilidad, equilibrio. De conciencia, diversión y exclusividad. De resultados, conclusiones y sobre todo, de para siempres.
Así que hoy en mi último día en mis 25, los despido con agradecimiento, satisfacción y picardía, pero sobre todo, recibo los 26 con alegría y mucha, pero mucha fe en ellos.

Y FELIZ CUMPLEAÑOS A MÍ.

Mr Christobal.

domingo, 19 de abril de 2015

Les mandan una razón

Les manda una razón


Son pocas las veces que me siento a escribir y no sé de qué hacerlo. Hoy es una de esas veces. Sólo siento que debo hacerlo. Y quiero. Y lo necesito. Y tengo. A veces cuando voy caminando al trabajo o a cualquier parte se me ocurren temas que voy desarrollando a cada paso, pero pasa algo, o alguien me distrae y al llegar a mi destino olvidé todo.

O hay otros momentos donde oigo una canción que me recuerda a mi ex o a alguno de los tantos y me lleno de sentimiento y pienso en escribir de él, de algunos de mis éls. Y entonces empiezo a pensar si escribir que hay momentos en los que lo extrañé tanto, o contar un poco qué pasó, o cuánto amor le puse al amor. O las cosas que no dije y los ciclos que no cerré. Pero se acaba la canción y se me pasa el sentimiento.

A veces escribir no es tan sencillo como todos creemos. Yo, particularmente, debo estar lleno de emociones, con alguna historia que me esté perturbando o alegrando. Con alguien cruzado en el alma (que lo tengo, pero tranquilamente y prefiere que no escriba). Con una frustración o una ilusión. Algo.

Pero eso ahora es difícil. No tengo frustraciones amorosas a flor de piel, estoy muy tranquilo. La más fuerte, que no es amorosa precisamente, si bien en algunos momentos todavía me da una bofetada, ya no hace que me arda el alma, ni me tumba en la cama por días, ni me sumerge en mi silencio. Y ano me hace comer todo lo que se me atraviese ni jartarme todos los chocoramos, ni tampoco me lleva a fantasear con ilusión de algo más.

Y aunque si bien siempre estoy tranquilo últimamente, no creo que se presente otro desastre, ni amoroso ni de ningún tipo. Ya tuve mi dosis por lo próximos tres años o algo así. Así que tampoco tengo ninguna ilusión de esa especie en mi corazón.

Pero lo que sí me hace alucinar y me tiene la vida sonriente y llena de colores y sueños, es la vida. Ella por sí misma. Ella conmigo. Ella y sus pechiches. Sus giros y vueltas. Sus te quito pero te pongo. Sus ires y sus venires. Su bonita forma de arrastrarme a mejores lugares. Siempre a mejores cosas. 

Y eso no es fácil de explicar. Por lo tanto no es tan sencillo de narrar. La cosa es que la vida me arrastra. Como le da la gana. Primero me quita. De a poquitos. Y más y más. Y es como si se tratara de dejarme seco. Y de hecho lo logra. Es como si buscara que me perdiera y dejarme sin respuesta y llenito de incertidumbres y sin caminos y sin norte. Es como si me probara. Es más. Me prueba. Cada tanto.

Pero luego, como ahora, me doy cuenta que sólo y únicamente la vida lo hace, para volver a encontrarme. Yo mismo. O con la vida misma. Y resulte mejor (la vida y yo). Y vuelva con más fuerza. Como un torbellino alegre de energía. Y pienso que me extrañaba. Pero luego me descubro haciendo o diciendo algo y pienso "ohhhhhhhhhhhh, he vuelto, señores" y sonrío y me quedo contento y me importa un bledo haber pasado por ese proceso y de hecho me gusta sentir que me pierdo, porque es mucho más sabroso la sensación cuando me encuentro.

La vida me tenía en mi proceso de prueba otra vez y creo, que hoy tenía que escribir era por eso. Por cómo me sentí cuando alguien específico me miró esta semana, o el comentario de mi jefe de aprobación, o cómo me desenvolví con un grupo de gente a la hora del almuerzo, me dije: has superado la prueba, Christian Grajales (cuando son cosas serias me hablo de Christian, cuando son lindas de Príncipe, pensé que lo debían tener claro.

Y sí. Hoy. En nuevos lugares, volví a caminar con coquetería. Volví a sonreír con desparpajo. Volví a coquetearle sin querer hacerlo hasta a mi sombra. Volví apasionado y creativo en el trabajo. Volví a reírme duro. Volví a salir con mis amigos. Volví a levantarme en las mañanas con la certeza de que sea lo que sea, el día va a ser bonito y entretenido. Volví a no tener miedo de mí y del camino. Volví a ser divertido.

Y así el mundo está volviendo a mí en formas armoniosas, bonitas, con sorprecitas, con gustos. 

La cosa es que la vida hace que me pierda, sólo para que yo le diga a ustedes, que se pierdan, que eso está bien, y de hecho que deben darse el gusto de disfrutar la pérdida. Porque al fin de cuentas, cuando todo se encuentre y se vuelvan a encaminar y a coger el rumbo, todo se pone mejor. Volarán más alto y más rico. Caminarán con más fuerza y bailarán con más libertad. Lograrán, en general, inquietar a la vida misma.

De nada, vida, ya le di la razón a mi gente.

Mr. Christobal

domingo, 15 de marzo de 2015

Nostalgia de crecer

Nostalgia de crecer

Como tuve dos días libres no entré en cuentos y me fui para mi casa, a envigado donde mis abuelos. En donde viví muchos años, los años de mi universidad y donde he vivido por fines de semana durante toda mi vida, es mi casa, en donde crecí. Allá en envigado, donde me hice hombrecito y besé muchas veces. Donde conocí a muchos amigos que todavía son amigos, donde tuve algunos amores y muchos más desamores, donde aprendí el valor de caminar a todas partes.

Basicamente fui a que me pechicharan. Porque para eso es que uno va a casa, a recoger sus pasos, encontrarse y mirar adentro. A que la Tita le haga a uno la comida que le gusta, a que el tito -aunque uno esté en el peor momento- le diga a uno que está galán, que qué ropa, qué brazotes o algún piropo así. A que lleguen con un mercado como para un mes por una visita de tres días y uno no alcance a comer ni la cuarta parte. A que el hermano le haga chistes y sin decirlo diga que está contento de verlo a uno ahí, porque nunca estoy tantos días. Esencialmente uno va a que lo quieran.

Y en casa a uno lo quieren y no escatiman en eso. Y por eso cualquier cosa que uno haga parece poca al lado del torrente de amor que le están dando. Por eso desde un tiempo entendí que ir a casa es ir a casa. no es ir a ninguna otra parte a menos que sea con los de la casa. No rumba, no salidas a comer, no nada sino es con mis principales dadores de amor. Es como si el tiempo y la edad lo hubieran hecho entender que uno va a casa por y para ellos, a más nada.

Entonces, veo a mis abuelos y aun sabiendo, me doy cuenta que ya tienen muchos años. O sea, muchos. Y otra vez el bendito tiempo me da avisos de su movimiento constante y su afán despiadado. Y me cuentan de lo que han hecho en esos días en que ya se la pasan tan solos, o a las citas médicas a las que han ido, o como mis tíos han hecho cosas y mis primos han ido a todas partes y entonces me doy cuenta que me pierdo todo.

Mr. Christobal