Pasé del cuarto de siglo
El año tiene 365 días, sin
embargo, uno sólo tiene el día de su cumpleaños como suyo, de su propiedad y de
nadie más. Por eso me gusta tanto cumplir años, porque siento que es mi día, el
único en todo el año en el que tengo derecho a que me llamen, me den regalos,
me escriban mensajitos, me den abrazos, me regalen sonrisas y palabras
sinceras, me manden buenas energías y luz, me entreguen buenos deseos, me
contemplen y en general, los que más me quieren, se acuerden de mí.
Y si bien los cumpleaños siempre sugieren
un nuevo comienzo, para mí, éste, especialmente, aún más. Pasé del cuarto de
siglo, en el que traté de hacer la gran mayoría de las cosas que me había
propuesto siempre, claramente para mí, es el cierre de un ciclo y la apertura
de uno nuevo. Lo cual me entusiasma. A mí los nuevos comienzos se me dan bien y
no me dan miedo, y los busco y los vivo.
Así que éste no puede ser la excepción.
Generalmente las personas cuando
llegan a esta edad se asustan, se frustran, se paniquean. La mayoría de mis amigos
no están muy gustosos a esta edad. Dicen que se sienten viejos y no sé qué más.
En cambio yo no. Yo tengo altas las expectativas, buenas energías con este
número, fe, alegría, un gato nuevo que se llama Fidel y mucha, pero mucha
curiosidad.
Y es que ya se fueron los
primeros 25 años de mi vida. Ya pasó y se quedó atrás, para mí, toda esa etapa
de reconocimiento. Exploración curiosa y ansiosa de la vida, de la gente, de
los gustos y de uno mismo. Ya está un poco más claro para dónde voy, qué
quiero, quién sí y quién no. Ya tengo más respuestas y aunque las preguntas
siempre son infinitas, ya he tachado muchas. Ya reconozco mis piedras y trato
de esquivarlas con más sabiduría. Ya pasó la tusa más verraca de todas, igual
que esas épocas en las que no pensaba dos veces para enamorarme, y vivía
enamorado de todos y de nadie.
Ya tengo claro qué me engorda
(todo), qué me da guayabo y qué batallas no debo dar. Ya aprendí a dejar ir, a
no rogarle a nadie nada y a hacer estrictamente lo que me nace. Aprendí que al
final todo va a estar bien, reconozco entre mis pataletas lo que son pataletas
y lo que es del corazón. Sé qué tipo de personas me pueden gustar para el rato y
quiénes me gustan en serio en mi vida, y estoy con los que quiero para el rato
e intento estar con los que me gustan en serio, en serio.
Y es que yo estoy contento de
dejar atrás esa etapa porque creo que la viví muy bien vivida. Torpe pero
intensa y completamente. De lleno. Emocional y llena de aprendizajes. Miro para
atrás y me quedo tranquilo de haber hecho, incluso, más de lo que pensé. En todo:
en la vida, en el amor, en la rumba, en
la amistad, en lo profesional y laboral, en los fracasos, en los aciertos, en
las decepciones y en los éxitos. Todo fue más, todo ha sido más y mejor,
incluso cuando parecía peor.
Y aunque me caía con facilidad y
con frecuencia y todas las caídas me dejaban roto en mil pedazos, tuve más
amores (aun si fueron fallidos) de los que alguna vez esperé tener y se
enamoraron más de mí de lo que vislumbré. Pero también me desilusioné y fue más
duro e ingrato de lo que cuentan los cuentos.
Visité más lugares de los que
jamás soñé, olvidé gente que pensé inolvidable y el futuro que ahora es el
presente, me sonrió más veces de las que me hizo pistola con la mano. Emprendí este
camino de letras con el que toqué más corazones de los que aun hoy me llego a
imaginar y escribí más de lo que pensé y de lo que mis dedos y mi corazón
alguna vez pensaron podían escribir.
Me reí más de lo que lloré, aunque
cuando lloré, lloré como a quién se le va el alma. Me encontré más veces de las
que me perdí, aunque cuando me perdí, me perdí con ganas y sin pistas de
salida. Y en resumen, viví bien, divertido y más de lo que supuse.
Entonces, por tanta pasión y
fuerza y primiparadas, del ciclo que cierro y como, para mí (en mi imaginario y
lo que siempre visualicé), pasar del cuarto de siglo es la consecuencia de todo
esto, de llegar un amor real y bien vivido. Mi carrera se perfilará y reventará
y me rellenarán de aciertos y sorpresas gratas y bonitas y cuando no sean
bonitas, ya sabré cómo manejarlas con más prudencia y calma.
Y es que los 26 los veo venir en
forma de calma, tranquilidad, sabiduría y certezas. De intuición y seguridad. De
confianza, estabilidad, equilibrio. De conciencia, diversión y exclusividad. De
resultados, conclusiones y sobre todo, de para siempres.
Así que hoy en mi último día en
mis 25, los despido con agradecimiento, satisfacción y picardía, pero sobre
todo, recibo los 26 con alegría y mucha, pero mucha fe en ellos.
Y FELIZ CUMPLEAÑOS A MÍ.
Mr Christobal.
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