lunes, 15 de abril de 2013

Un príncipe común y corriente

Un príncipe común y corriente



Tengo los ojos grandes, muy grandes y el cabello corto y negro y raro, muy raro. Tengo una barriguita jarta y unos brazos que odio, además, tengo una sonrisa divertida, un alma soñadora y coqueta y unas manos muy chiquitas con unas uñas que me encantan y me cuido. Sueño con ser exitoso aunque no tenga claro qué es el éxito. Le tengo miedo al futuro al mismo tiempo que lo espero, le sonrío, lo quiero y estamos enamorados.

Amo la playa y sumergirme en el mar, pero amo más verme dorado del sol. No le tengo miedo a nada. Aunque no es cierto porque ya dije que le tenía miedo al futuro, pero sí es cierto, porque no le tengo miedo a nada más. Ni a enamorarme, ni a las culebras, ni a las alturas, ni a enamorar, sí, otra vez, ni a los fantasmas de los exnovios o sólo a los fantasmas, ni a la oscuridad, ni a lo que digan de mí, ni a nada.

Me gusta viajar. Por aquí y por allá. Conocer gente, lugares, comidas, calles y a él. Por eso quiero viajar. Para conocer. De hecho creo que no hay nada que quiera más que viajar. Para conocer. Y aprender que hay espacios y cosas y gente y amores y sueños y mares y magia y días y un amor, más allá de las fronteras. Por eso tengo que viajar. Mi alma me lo reclama en mi cabeza que nunca para. Y da vueltas y da vueltas, y va y viene, y piensa y sueña, y se imagina a mí mismo allá y acá, volando y viajando, conociendo y enamorándose y siempre vuelve al mismo lugar, inevitablemente, pero inevitablemente también, vuelve a irse en cuanto siente demasiada realidad. Nos desconectamos, mi cabeza y yo, y nos vamos a donde queremos estar. En algún lugar. En algún amor.

Tengo un carácter débil, un ego grande y unas letras por ordenar. Sufro de afán y quiero todo ya y ahora y soy demasiado puntual; cada seis o tres meses dejo de creer en el amor, aunque desde hace dos o tres años no me enamoraba, aunque esta última vez que me enamoré, que no sé si cuente, fue un amor a primera vista que ha durado un mes y eso ha sido todo. De pronto no creo en el amor cada dos o tres años, tiene más lógica. Aunque al final de cuentas por más que no crea, sé que en aquel lugar, de aquel final, de aquella historia, está mi Aquel, guapo y radiante y tierno y perfecto (para mí) Mi Aquel, que últimamente creo que ronda por mi vida. Así que sí creo en el amor porque en el fondo, así pasen dos o tres años, sé que dentro de dos o tres, uno o siete, el aquel que esté se quedará. Así que mentí sin mentir; todos los días creo en el amor.

No sé conducir y a veces me chupo el dedo inconscientemente. Los que me conocen dicen a primera vista que soy muy consentido, pero lo que no saben es que soy muy fuerte y ellos pueden ser más consentidos que yo, bueno y cuando nos conocemos nos consentimos mutuamente si se quedan en mi vida. Necesito un computador nuevo y mi primer corazón roto lo tengo guardado en un baúl en el rincón sur de los recuerdos, con el segundo corazón roto que me dolió dos veces más y allá están haciéndose compañía y palpitan de vez en cuando para recordarme lo que dolieron.

No puedo olvidarme de mi primer beso que no fue perfecto, pero fue mi primer beso y por eso lo recuerdo con agrado y un poco de rencor. Igual mi primera vez que no fue caótica ni perfecta, sólo fue una vez cualquiera donde dejé los tabúes y la inocencia en un cuarto de un apartamento a medio organizar. No los olvidaré. En cambio, sí pretendo olvidarme de que no tengo la estatura que quisiera o del día que mi superhéroe me traicionó. El día que odié mi carrera y que creo que no tengo los labios demasiado sensuales. El día que me enamoré solo y que tengo un amor que no es mi amor pero que me deja siempre la frustración que nunca soy para él. El día que mi mejor amiga me falló. El día que mis hadas no me cumplieron un deseo. El día que caí y todos me vieron muy caído. El día que me auto-derroté. Tengo que olvidarme de eso y un par de cositas más porque en una noche con una luna cuarto menguante supe que hay cosas que uno tiene que olvidar para poder recordar cosas mejroes que están por venir.

Así que soy un príncipe común y corriente: Que ríe, llora algún par de veces, se hace el fuerte para que no pase lo de los corazones rotos, se enamora y odia enamorarse, se ilusiona y pierde, da el primer paso y se le enredan los pies, sueña y le tiene respeto al futuro, pero no paciencia, muere de ternura y no se deja ser tierno, hace todo lo que su hermano le diga pero piensa que él lo debería obedecer, los quiere a todos pero no quiere a ninguno. Igualito a todos, de esos hechos de ilusión, pasados existentes y sueños premeditados. Uno que sólo es un poco más loco porque escribe para reírsele a la vida y mirarla fijo a los ojos y capaz de reclamarle existencialimos, así que al fin de cuentas un príncipe, con los pantalones bien amarrados, la espada bien adiestrada y la mirada sutil pero muy determinada y por supuesto los zapatos bien puestos...

Un príncipe común pero nada corriente

Mr. Christobal

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