lunes, 29 de abril de 2013

El día que supe lo que no quería

El día que supe lo que no quería

- Yo no quiero alguien que dure para la eternidad, sólo quiero uno que pueda darme momentitos, muchos, que me hagan eterno en su alma.

- No quiero un tipo desbocado por la pasión de una noche, sólo quiero alguien apasionado por la vida, por lo que hace, por su hobby, por mi cuerpo, por mi sonrisa, por mis pasiones, por mí.

- Yo no quiero, definitivamente, un tipo que sólo tenga ojos para mí. Quiero alguien que los tenga bien abiertos para lo bonito del mundo, para lo malo, para las oportunidades, para lo que quiere alcanzar, para ver su debilidades ante mí, para encontrarse humano y para que me haga entender que todos los días tengo que quererlo porque lo puedo perder porque sabe, ha visto y ve que afuera hay miles de cosas.

- No quiero alguien sin heridas. Por el contrario quiero que la persona que llegue haya ido a la guerra del amor, a varias. Que haya perdido en muchas batallas, y ganado algunas veces. Quiero alguien herido para que sepa batallarme a mí, a mis caprichos, a la vida y a los suyos. Uno herido, muy herido, pero ya curado.

- No quiero alguien que lo haya tenido todo. Prefiero alguien que sepa lo que cuesta alcanzar lo que uno quiere, lo que cuesta construir su propio mundo ideal, lo que es trabajar por una meta. Alguien que pueda, con su puño y letra, construir un universo estable y mágico alrededor de él, de mí, para los dos.

- Yo no quiero alguien para el que yo sea su mundo entero, prefiero alguien al que yo le complemente la verdadera felicidad de vivir en un mundo por recorrer entero.

- Yo no quiero un soñador empedernido. Sólo un loco con un gran sueño, que luche cada día por alcanzarlo. Que se le note la fantasía en la mirada y en sus pasos, alguien con tantas ganas de alcanzar ese gran sueño que me anime a mí a soñar y ayudar a alcanzarlo. Un sueño, su sueño, donde yo quepa.

- Yo no quiero un tipo con mil amigos. Sino uno con sus amigos bien contados, bien elegidos, bien valorados para que sea consciente que yo necesito tiempo de escape con mis amigos para poder sobrevivir a él. Y por eso, por querer a los suyos, sepa lo importante que es querer a los míos.

- Yo no quiero una historia perfecta, sólo una que todos los días me dé ganas de moldearla para que lo sea.

Yo no sé lo que quiero, pero al menos tengo claro lo que no ¿Y ustedes?

Mr Christobal

lunes, 22 de abril de 2013

No voy a hablar de él porque se me sala

No voy a hablar de él porque se me sala


Yo no quiero escribir de él porque como regla propia tengo no escribir de ningún él hasta que la historia haya llegado a su final. Y no sé si lo que pasó era tan sólo eso y nació para morir, pero esta vez tengo el bonito presentimiento y la inocente esperanza de que esta historia -porque se lo merece- tendrá un tiempo más de vida para ser apasionadamente vivida.

Quisiera contar cómo fue que llegó como un regalo en un día y cómo desapareció igual, el mismo día y luego, cómo volvió a aparecer como por arte de magia, otro día. Quisiera desarrollar todo un párrafo de cómo le reclamé -sin que jamás se enterara- su maldita desaparición. Y que cuando apareció estuve cortante y distante, queriendo que notara que lo había semiodiado esos días, típico de mí resentido, aunque creo que ni lo notó.

Podría hacer toda una entrada al blog haciendo referencia al momento previo antes de volver a verlo. Sería chévere porque son todas esas preguntas que muchos nos hacemos. MUCHOS. Esas preguntas que sabiendo que no habrá respuestas nos seguimos haciendo sin parar. Esas miles de preguntas como que si será que vale la pena volver a verlo. Que si le gustaré otra vez. Que si será que me gustará otra vez. Que si será que nos vamos a entender. O que y qué tal que no nos gustemos la próxima. Que por qué viene a aparecer justito, después de tanto tiempo soltero, cuando el tiempo es mi mayor enemigo. Y que si si nos gustamos qué. Y que si, que tal si, y si de pronto...

Sin embargo, medito y me doy cuenta que mejor valdría la pena contar cómo, cuando lo vi, después de días sin verlo, me empezó a importar un comino dónde diablos había estado metido y me empezó a parecer significativo y más valiente, saber a dónde iba. -¿Podría ir con él?-

Pero no, no puedo incumplir mi regla de no hablar de mis ÉL's hasta que sienta que la historia llegó a su fin. Y no voy a hablar de él por superstición o por respeto o por fe o por ilusión o por lo que sea. No voy a describir esa extraña esperanza que me dio. Ni pretendo hablar de la seguridad que irradia y que me transmitió sin enterarse que me la estaba dando. Ni de cómo cada una de sus sonrisas son una invitación a que le acaricie el corazón. Ni de su caballerosidad, ni de lo alucinante que es.

No voy a contar lo confundido y triste que quedé con la despedida. Ni cómo cuando lo veía alejarse por la entrada del aeropuerto se me desgarraba algo por dentro y estallaron en mí más sentimientos de los que puedo usar. Rabia. Frustración. Impotencia. Esperanza. Ilusión. Desilusión. Ganas -de él-. Más ganas, de más y de él. Pero mejor no voy a hablar de él ni de cómo cree que soy guapísimo e increíble cuando el guapísimo y el increíble es él. No voy a escribir de él, ni de cómo cuando me dijo que no le daba miedo enamorarse de mí, a mí se me quitaron esos miedos que por años llevo sintiendo. Pero nada, mejor me espero porque soy tan desastroso que creo en imposibles. Y en medio de mi contexto patas para arriba imposible, él tiene más de posible que de imposible. Sólo lo siento. Así que esta historia la dejamos para después.

Mierda, creo que no me aguanté, y creo que si hablé un poquito de él. Bueno, hagamos que no. ¿Vale?

Mr Christobal

lunes, 15 de abril de 2013

Un príncipe común y corriente

Un príncipe común y corriente



Tengo los ojos grandes, muy grandes y el cabello corto y negro y raro, muy raro. Tengo una barriguita jarta y unos brazos que odio, además, tengo una sonrisa divertida, un alma soñadora y coqueta y unas manos muy chiquitas con unas uñas que me encantan y me cuido. Sueño con ser exitoso aunque no tenga claro qué es el éxito. Le tengo miedo al futuro al mismo tiempo que lo espero, le sonrío, lo quiero y estamos enamorados.

Amo la playa y sumergirme en el mar, pero amo más verme dorado del sol. No le tengo miedo a nada. Aunque no es cierto porque ya dije que le tenía miedo al futuro, pero sí es cierto, porque no le tengo miedo a nada más. Ni a enamorarme, ni a las culebras, ni a las alturas, ni a enamorar, sí, otra vez, ni a los fantasmas de los exnovios o sólo a los fantasmas, ni a la oscuridad, ni a lo que digan de mí, ni a nada.

Me gusta viajar. Por aquí y por allá. Conocer gente, lugares, comidas, calles y a él. Por eso quiero viajar. Para conocer. De hecho creo que no hay nada que quiera más que viajar. Para conocer. Y aprender que hay espacios y cosas y gente y amores y sueños y mares y magia y días y un amor, más allá de las fronteras. Por eso tengo que viajar. Mi alma me lo reclama en mi cabeza que nunca para. Y da vueltas y da vueltas, y va y viene, y piensa y sueña, y se imagina a mí mismo allá y acá, volando y viajando, conociendo y enamorándose y siempre vuelve al mismo lugar, inevitablemente, pero inevitablemente también, vuelve a irse en cuanto siente demasiada realidad. Nos desconectamos, mi cabeza y yo, y nos vamos a donde queremos estar. En algún lugar. En algún amor.

Tengo un carácter débil, un ego grande y unas letras por ordenar. Sufro de afán y quiero todo ya y ahora y soy demasiado puntual; cada seis o tres meses dejo de creer en el amor, aunque desde hace dos o tres años no me enamoraba, aunque esta última vez que me enamoré, que no sé si cuente, fue un amor a primera vista que ha durado un mes y eso ha sido todo. De pronto no creo en el amor cada dos o tres años, tiene más lógica. Aunque al final de cuentas por más que no crea, sé que en aquel lugar, de aquel final, de aquella historia, está mi Aquel, guapo y radiante y tierno y perfecto (para mí) Mi Aquel, que últimamente creo que ronda por mi vida. Así que sí creo en el amor porque en el fondo, así pasen dos o tres años, sé que dentro de dos o tres, uno o siete, el aquel que esté se quedará. Así que mentí sin mentir; todos los días creo en el amor.

No sé conducir y a veces me chupo el dedo inconscientemente. Los que me conocen dicen a primera vista que soy muy consentido, pero lo que no saben es que soy muy fuerte y ellos pueden ser más consentidos que yo, bueno y cuando nos conocemos nos consentimos mutuamente si se quedan en mi vida. Necesito un computador nuevo y mi primer corazón roto lo tengo guardado en un baúl en el rincón sur de los recuerdos, con el segundo corazón roto que me dolió dos veces más y allá están haciéndose compañía y palpitan de vez en cuando para recordarme lo que dolieron.

No puedo olvidarme de mi primer beso que no fue perfecto, pero fue mi primer beso y por eso lo recuerdo con agrado y un poco de rencor. Igual mi primera vez que no fue caótica ni perfecta, sólo fue una vez cualquiera donde dejé los tabúes y la inocencia en un cuarto de un apartamento a medio organizar. No los olvidaré. En cambio, sí pretendo olvidarme de que no tengo la estatura que quisiera o del día que mi superhéroe me traicionó. El día que odié mi carrera y que creo que no tengo los labios demasiado sensuales. El día que me enamoré solo y que tengo un amor que no es mi amor pero que me deja siempre la frustración que nunca soy para él. El día que mi mejor amiga me falló. El día que mis hadas no me cumplieron un deseo. El día que caí y todos me vieron muy caído. El día que me auto-derroté. Tengo que olvidarme de eso y un par de cositas más porque en una noche con una luna cuarto menguante supe que hay cosas que uno tiene que olvidar para poder recordar cosas mejroes que están por venir.

Así que soy un príncipe común y corriente: Que ríe, llora algún par de veces, se hace el fuerte para que no pase lo de los corazones rotos, se enamora y odia enamorarse, se ilusiona y pierde, da el primer paso y se le enredan los pies, sueña y le tiene respeto al futuro, pero no paciencia, muere de ternura y no se deja ser tierno, hace todo lo que su hermano le diga pero piensa que él lo debería obedecer, los quiere a todos pero no quiere a ninguno. Igualito a todos, de esos hechos de ilusión, pasados existentes y sueños premeditados. Uno que sólo es un poco más loco porque escribe para reírsele a la vida y mirarla fijo a los ojos y capaz de reclamarle existencialimos, así que al fin de cuentas un príncipe, con los pantalones bien amarrados, la espada bien adiestrada y la mirada sutil pero muy determinada y por supuesto los zapatos bien puestos...

Un príncipe común pero nada corriente

Mr. Christobal

martes, 9 de abril de 2013

Aprendí

Aprendí



No podemos pasar por esta vida sin aprender que las miradas tienen colores y los amores tienen ánimos y los amigos tienen tiempos y los lugares tienen vida y la familia es eterna y los recuerdos son selectivos y las risas son mágicas y la luna es romántica y que todos nos creemos príncipes y princesas y que yo tengo un corazón. Porque es que uno va aprendiendo. Uno va aprendiendo a amar en segundos y a olvidar en jamases.

Uno va aprendiendo que más vale ahora que dejarlo para después. Así como también uno va aprendiendo que con el tiempo uno se hace más sensible y todo le duele un poquito, bastante, más; el árbol, los padres, el niño de la calle, el fracaso, el éxito, el olvido, los recuerdos, los atardeceres, la injusticia, los chocolates, el color de las sábanas, un calcetín sin par y por supuesto, los malditos amores.

Uno va aprendiendo que por más que uno intenta y haga cuentas y vuelva a intentar, uno y uno no son dos y esperamos que sea uno, pero las cuentas no nos dan. Uno aprende que no es el hombre ideal que la mamá soñó ni el de sus propios sueños, pero es un increíble hombre que va camino al hombre que siempre quiso ser. Uno aprende que las cicatrices sólo son cicatrices y las mira con orgullo y hasta llega a presumir de sus historias y se da cuenta, al mirarlas, que está listo para unas nuevas, porque hay cosas, situaciones, que valen las cicatrices.

Uno aprende que hay que creer en la magia porque el mundo tiene demasiada realidad. Así como también uno se da cuenta de que necesita espacios triviales y momentos superfluos para ser un poquito más feliz. Uno aprende que el dinero compra algunos detalles que te acercan a las risas, pero no compra amigos, ni tiempo y sin amigos y sin tiempo para disfrutarlos la vida es menos feliz.

Uno aprende que el sexo por más loco y arrebatado, al hacerlo con cualquiera pierde orgasmos, besos y el toque de magia que tiene por sí mismo. Y es que uno aprende, es que a uno le toca, a las buenas o a las malas aprender que el sexo es placentero y necesario, pero hacer el amor es otra historia de esas fantásticas. Así que uno aprende que tener sexo es cosa de grandes y si se va a hacer, hay que hacerlo bien hecho.

Uno aprende que no todo el que lo mira, lo quiere besar y aprende aun más que no todo el que lo besa lo quiere revolcar y mucho menos el que lo revuelca lo quiere amar. Es que uno aprende, a los golpes, pero uno aprende que hay amores que son como piedras que a uno le gusta tropezar y hay otros que sólo quisiéramos patear, pero son como las piedras; están ahí por alguna razón sorprendente. Uno aprende que hay amores imposibles, otros posibles que no quieren ser posibles y otros que simplemente son amores que no fueron y uno aprendió a saber que hay un amor que será.

Uno aprende que puede reclutar mejores amigos por donde va pasando y que hay unos eternos que se quedaron en el camino y otros nuevos que llegan para ser eternos. Porque uno aprende el valor de la amistad y que los tiempos y la magia y los amores y los éxitos y las felicidades y las enfermedades no son nada sin los amigos eternos, de esos que uno tiene algún par que salen con sus superpoderes y sus palabras mágicas al rescate siempre que uno los necesita.

Y es que uno aprende que hay que pasar por esta vida para aprender, porque el que aprende sabe cuál es el camino -culebrero- para ser más feliz.

Mr Christobal

miércoles, 3 de abril de 2013

Las decisiones

Las decisiones


La vida siempre nos depara momentos en los que tenemos que decidir y deberíamos estar acostumbrados, pero la verdad es que no siempre es fácil. Y con qué decidimos, depende de la personalidad de cada quien:

Con la cabeza: en teoría ésta debería ser la forma más certera de decidir. Se elige analizando los pro y los contra y se escoge lo que más conviene. Sin embargo, por alguna razón, no todo se puede decidir con la cabeza como, por ejemplo, los asuntos del amor, que según las novelas, es ciego. Y si estás ciego, no puedes ver ni pros ni contras ni nada.

Con el corazón: los sentimientos no siempre son buenos consejeros. Sin embargo, nadie puede vivir sin ellos y por eso existen las novelas donde todos terminan metidos en unos enredos de película pero siempre en nombre del amor. Todos menos los villanos, quienes generalmente piensan con la cabeza.

Con la rabia: ésta es de las peores maneras de decidir algo y sin embargo es bastante popular entre nosotros los humanos. Los crímenes pasionales, las peleas callejeras y todo aquello donde salga alguien mal parado pasa por este método de decisión.

Con eso: ésta es una forma de decidir generalmente, exceptuando ciertas mujeres, reservada para el género masculino. La tentación y las ganas nublan cualquier pensamiento sensato y después no hay cómo salirse de ese rollo. Y después la vida se vuelve sí, una novela.

Mr Christobal