El día que dejé de creer en el amor
Debo confesar que la primera relación en la que me vi envuelto durante la magia de mis 15 años, fue mi primera decepción. Me moría por el individuo en cuestión pero él ni siquiera se despelucaba por mí, bueno, sí, pero un poquito. Fueron uno que otros años esperando llamadas que nunca llegaban y detalles que nunca existieron. Me limité a esperar en silencio los encuentros casuales, los besos furtivos y las miradas escondidas. Pero algo que nunca iba a ser no tenía porque ser, pero lo esperé, y la decepción fue irremediable a futuro pues pensé que todas mis relaciones tenían que seguir en la misma línea de esa: Escondidas, drías, circunstanciales y vacías por una de las partes.
Luego de unos años, cuando conocí otro amor y logré dejar todos los males que me había dejado el pasado, empecé a creer por primera vez en el amor. Pensé que era natural sentir, dar, recibir y vivir gratamente correspondidos. Fue delicioso lo que viví... hasta que duró. Cuando se fue de mi vida, se robó nuevamente, todo lo que había construido y me desbarató las esperanzas de que el amor existiera.
Desde eso, la historia se repitió con ciertas variaciones (personajes, lugares, roles...) pero se ha repetido sin cesar. Irremediablemente tengo que aceptar que un 90% de las charlas, discusiones, reflexiones entre amigos son de amores. Que los amores ocupan gran parte de eso que nos une; que si me llamó, que si me enamoró, que un beso, dos besos, miles de besos... y entre charlas he concluido que el amor y el desamor son un mal que nos aqueja a todos, sobre todo a los solteros.
La última vez que me pasó, fue en una profunda charla de amigos en la que reflexioné: Una vez más había dicho rotundamente que NO MÁS, que no quería saber de nadie. Que el amor se me escapaba, me huía, que sencillamente era escurridizo para mí y que no quería volver a intentarlo para volver a concluir lo mismo.
Al finalizar esa semana, conocí a alguien que me sacó sonrisas y le regaló brillo a mis ojos. Al día siguiente ansioso me invitó a salir, cosa que no dudé y bueno, disfruté. Y lo peor; salí. La pasamos excelente. Hablamos de cosas superficiales, serias, de su vida, de la mía, de todo y de nada. Reímos, bailamos, nos miramos, nos coqueteamos, estuvo excelente. Sentí un vacío en el estómago indescriptiblemente existencial que me hizo reafirmar que estaba vivo, muy vivo.
Llegué a la casa relajado, con una alegría fantasiosa y una inevitable sonrisita de satisfacción luego de una noche de coqueteo, entendimiento y muchas pero muchas buenas energías. Al día siguiente apareció y tengo que confesar que tuvimos una semana mágica.
Hasta el sábado siguiente cuando sin razón alguna desapareció. De la nada. La noche anterior todo estaba perfecto y bueno, se esfumó, así que, uno menos. Ese día, volví a dejar de creer en el amor: perro, cobarde, impredecible, inestable, cruel, "todos son iguales". Por favor, recuérdenmelo siempre, no me dejen por ahora volver a aceptar ninguna clase de invitación, les dije a mis amigos.
Pero fue esa tarde de enero durante esa profunda charla con mis amigos en donde me di cuenta: refuto y refuto, los odio y los insulto, se me roban las esperanzas y la magia. Me roban uno, o días de mal genio, no quiero volver a saber de ninguno, en lo absoluto y casi, casi que los odio.
Sin embargo, entre desilusión y desesperanza me di cuenta a los dos meses, luego que conocí a otro interesante raptor de esperanzas, el más guapo y que aun me roba las sonrisas del alma, que soy un hombre romántico, y por eso estoy obligado a creer irremediablemente y sin escape en el amor. Que por más desilusiones que me haya llevado y me siga llevando y que por más tristes finales que tropiece, siempre habrá una nueva oportunidad para creer, porque como todos, reclamo y espero, mi muy mágico final feliz en el que "Y... vivieron felices para siempre". O sea que el día que deje de creer en el amor, fue tan fugaz, que lo olvidé tan pero tan rápido que al conocer esta ilusión que me está haciendo soñar, volví a creer, porque los que somos más personas, por naturaleza, creemos en el amor verdadero.
Mr Christobal