miércoles, 29 de mayo de 2013

No soy bueno para muchas cosas...

No soy bueno para muchas cosas...

A pesar que soy bueno para algunas cosas como para bailar con el sentimiento en las caderas hasta el amanecer o sacarle sonrisas en el alma a la gente o hacer pataletas de adolescente rebelde o para inventarme vídeos hollywoodenses de los tipos y ponerme los tennis, no soy bueno en el resto de cosas ni sé mucho de otras.

Por ejemplo, no sé hacerme responsable de mí mismo aun del todo. Me cuesta sumar, restar y me embolato cuando alguien me da una devuelta porque los números son un agujero negro para mí. No sé planchar bien ni me interesa saber. No sé tender las sábanas o sea, si sé, pero me queda horrible y sin gracia y con muchas arrugas, así que digamos que no sé.

No sé hacer dibujitos lindos y ya ni me salen las manualidades y además mi letra ha cambiado y ahora es tan abstracta como la de un médico general. No sé cómo hacer para no aburrirme de los tipos, tampoco sé rezar el Rosario y no tengo idea alguna de cómo durar toda una rumba peinado, bien puesto y sin hacer el ridículo.

No sé de música elegante porque crecí con música pa'planchar, salsa, vallenato y las divas que tanto amo, así como tampoco sabría cómo preparar un sancocho o unos fríjoles y no me acuerdo de cuál es la capital de Uzbequistán, ni la de todo esos "Tans". Quisiera aprender porque no sé cómo utilizar una corbata y sobrevivir más de dos horas con ella.

No sé jugar tennis, ni tampoco sé prestar atención por más de una hora sin mirar el celular. no tengo idea de cómo perderle el miedo a los carbohidratos. No sé por qué tengo más de 100 seguidores en Twitter y nunca conseguí un amor por allí y no entiendo cómo hace mi mamá para aguantarse a mi hermano de 25 años sin que sepa hacer nada cuando está cerca de ella.

Definitivamente no sé cantar ni cómo no ser imprudente. No sé nada de Isaac Newton y no sé cómo empezar a leer El Quijote. Todavía no sé qué me voy a poner para el viernes que llego a Medellín y no tengo pista alguna de usar Excel.

No sé si creer en el amor es de realistas o de optimistas, pero creo, no sé cómo vivir sin el chocoramo y obvio no sé qué diablos sería de mí si mis amigos no salieran corriendo cada vez que me entra una crisis existencial romántica.

No sé qué voy a hacer cuando sea grande, ni para qué país me quiero ir a vivir en tres años, ni qué ejercicio empezar a hacer, ni por qué cada vez me vuelvo más sensible. No sé por qué me gusta escribir ni por qué les estoy contando tanto de mi ignorancia, debe ser para decir que desde hace un par de meses llegó a mí como una revelación una gran certeza, una verdad, o algo que sí sé con seguridad, claridad y convicción:

Estoy enamorado de él. Enamorado de verdad.

Mr Christobal

martes, 21 de mayo de 2013

La verdad es que de ti no quiero nada

La verdad es que de ti no quiero nada


La verdad es que de ti no quiero nada. No quiero flores ni regalos, ni nada. Aunque bueno, lo acepto, sí me gustaría que me trajeras chocolates sólo porque pensándolo bien de ti quiero ser ese hombre que quisieras ver riendo, a carcajadas como río yo. Ese hombre que su risa es tu risa, y con su risa despierta tu felicidad. Quiero hacerte reír de risa y hacerte reír de satisfacción y felicidad. Reír de orgullo al tenerme a tu lado y reír, con risa nerviosa, por perderme. Quiero que me quieras hacer reír y perdernos en una sola risa, la nuestra, hasta nuevo aviso. Porque creo que es una buena idea, somos una buena idea, quiero ser el niño de tu risa.
No quiero nada de ti, sólo quiero verme en tus ojos como nunca me he visto en nadie. Quiero que me mires con inocencia y con deseo. Con ternura y pasión. Con ganas de darme y arrancarme la vida. Quiero que me mires con sueños para realizar, con fuerza para levantarme de mis constantes tropezones, con ternura consentida, con complicidad y camaradería. Quiero que me mires con deseo absoluto y quiero verme deseado en tus ojos. Quiero que me mires con amor desmedido, tanto que pareciera medido. Quiero, también, verme en tus ojos como el que soy con todos y como el que soy sólo contigo. Quiero verme en tus ojos fuerte e invencible, sólo eso. Porque bueno, sí, lo acepto, quiero ser el niño de tus ojos.
No pido mucho, porque es que no quiero nada de ti, sólo quiero que salgamos de la mano, aquí y allá. En mi casa y en la tuya y en la nuestra, claro, pero de la mano. De la mano coqueteándole juntos a la vida y a los sueños, para que vean que nos disfrutamos. De la mano para que me aprietes duro cuando tengo miedo o cuando tú lo tienes. De la mano para saber que ya no somos uno, sino dos, lo que termina siendo uno. Quiero que salgamos de la mano y caminemos patéticamente de la mano, únicamente para sentir que ya no estamos caminando solos por el mundo. De la mano para saber que más que compañía lo que tenemos es cercanía, seguridad y sueños que sólo se cumplen si no nos soltamos. De la mano porque en últimas las manos agarradas sólo son un abrazo en miniatura, un abrazo de las manos y bueno, también quiero ser el niño de tus abrazos.
No quiero nada de nada, sólo tus besos. Los mejores besos, mis besos tuyos y los tuyos míos, nuestros besos, los mejores besos. Esos besos suaves y determinados, besos mordisqueados y besos desenfrenados, besos sensuales y terrenales, de esos que algún demonio se inventó para que la pasáramos bien mientras sentimos la necesidad de pecar. Es que sí quiero tus besos, los eternos y los fugaces. Los cortos, muy cortos, tan cortos que su único fin es recordarte en medio de la multitud que soy tuyo. Besos al aire, que te tiro para divertirnos de nuestro amor. Besos en tu cuello para que sepan que eres mío y en los hombros para que sepan que así eres más mío que con los besos del cuello. Besos en la frente para animarte y en la nariz, con mi nariz, para que lleguen a las fantasías. Besos a través del teléfono y enviados por mail.
Porque sí, sí quiero ser también el niño de tus besos. El de tus días y noches. El niño que es niño contigo y hombre a tu lado. El niño de tus sueños y el hombre de tus fantasías. El niño, el único niño de tu vida.
Porque de ti no quiero nada, sólo a ti.

Mr Christobal

viernes, 17 de mayo de 2013

Y si sólo tuviera una semana más de vida...

Y si sólo tuviera una semana más de vida...


Hace poco me preguntaron que si tuviera una semana más de vida qué haría. Y como era un sitio lleno de personas de altos rangos y tal, respondí una estupidez llena de frases de cajón de esas que odio. Y mi respuesta salió así no porque no piense rápido (bueno, no soy el pensante más veloz), sino porque convencido -siempre-, de que la vida es prestada y no sé cuándo me la quiten, lo primero que se me pasó por la cabeza fue que he hecho lo que se me da la gana.

Y sí, he hecho lo que he querido. Para bien y para mal. No me he limitado ni restringido. Las he cagado y he acertado. He ganado y he perdido. Pero he hecho lo posible por hacer todo lo que hay que hacer sin que me tiemblen las ganas y la conciencia.

En esos segundos que tuve para pensar la respuesta a semejante clásico de pregunta me acordé de mí siendo el hijo grosero, harto e intolerante que se reivindicó y pasó a ser el hijo chévere que habla abiertamente con la mamá. También apareció el estudiante con tiempo para todo menos para estudiar. Que se iba de fiesta desde los miércoles y perdía parciales a veces junto a Cata Quiceno "porque la profesora nos odiaba", esas de las que no me acuerdo ni de los nombres.

Aparecieron mis amigos y amigas que creo que he sabido querer y cuidar. Los que a las 4 a.m. he recibido con una sonrisa para aliviarnos el despecho, llorar conmigo y calmarles la borrachera, cierto Alejo Luján?. Amigos con los que hacer nada es divertido. Los que con una mirada entienden lo que estoy diciendo sin decir. Esos que están ahí para recordar lo que el corazón enamorado olvida y quiere volver a vivir. Los que mis ex's han odiado por cómplices. Con los que nos hemos rotado los amores de fin de semana y por lo que la vida es más sencilla. No podían dejar de pasarse por mi cabeza también los hijueputas que me quisieron tumbar pero yo ya he aprendido a caer bonito, para sus disgustos.

Me vi queriendo graduarme y me gradué. Quise cambiar el rumbo de mi vida para hacer mejor las cosas y lo cambié. Se me antojó aprender a decir perdón y aprendí y ahora digo perdón porque sí, porque no y por si acaso. Quise arriesgarme y dedicarme a escribir y cerré los ojos y me lancé a hacerlo y miren, es una belleza de blog aunque no lo lean muchos. Me vi necesitando irme a conocer Europa y a Europa fui. Quise trabajar en un sitio específico y trabajé allí. Aparecí con la decisión de tomarme la vida risueña y con el empeño de elegir los lugares a los que voy, la gente de la que me rodeo y cada cosa que hago para que me sumen y no me resten y heme aquí.

Me descubrí en mi mente por ahí besando a uno alto, uno gordo, uno lindo, uno feo, uno bajito, uno flaco, un extranjero, uno que se enamoró, uno de una noche, uno que no valió el beso, uno que no me supo besar, uno que me arrepiento, otro que quise más, uno mayor y uno menor, y algún par más. Pasó por mi mente mi imagen borracho e inconsciente viendo a ver qué locura inventaba. Y obvio, se cruzó en mi mente mi yo enamorado correspondido, como hoy en día, mis enamorados no correspondidos y los enamorados cabrones que no me correspondieron.

Pasaron todos mis YO's con actitud desafiante para evaluar mi vida. Fue ahí cuando me di cuenta que me encuentro realmente satisfecho con la vida que he llevado. Que me faltan cosas por vivir, obvio, y ojalá nunca falten, pero que he sido muy consciente de que la vida es un ratico y por eso he sabido vivirla. Le he puesto locura, riesgo y pasión. Le añado sonrisas a todo lo que me sucede y he abrazado -para que no se me escapen- cada oportunidad. Por eso, lo único que di para responder a lo de que si me quedara una semana de vida fue: 'quisiera tirarme de un paracaídas y estar más con mi familia'.

Pero ahora pienso que lo que debí haber dicho era que me gustaría amar y hacer el amor sin parar -hasta en el paracaídas-.

Mr. Christobal

domingo, 12 de mayo de 2013

A la mamá

A la mamá


A mi edad ya mi mamá tenía 2 hijos. O sea, dos, dos insoportables niños, mejor dicho. Supongo que se las arregló y sacó amor y paciencia y sacrificó cosas por los dos, luego llegó la princesa y los sacrificios fueron más. Seguro fue feliz y nos hizo felices y nos cuidó y supo llevarnos por el camino del mal cuando así debía ser y por el camino del bien, cuando tocaba. Sino vean.

Pero no nos digamos mentiras, se necesita demasiada valentía para eso. No tener idea de qué es egoísmo, hacer sacrificios extraordinarios y tener demasiado amor, demasiado. A lo bien, ¿qué tal yo con tres muchachitos?, no, es que ni con uno.

Me acuerdo a los 17 años cuando me fui por primera vez de la casa, mi mamá me dijo "ojo David, hay mucho que vivir, cuídate mucho", y nada, yo me lo tomé en serio. Lo de cuidarme, obvio, pero sobre todo lo de vivir mucho. La cosa es que entre más vivo, más quiero vivir y eso no me lo advirtió Ana C.

Entre más viajo, más quiero viajar. Entre más conozco, más quiero conocer. Entre más sexo... es chiste. Entonces, ¿A qué hora haría lo que se me da la gana si tendría que hacer lo que se la da la gana a la criatura? ¿Qué hago si no me podría comprar los zapatos de moda si en vez me tocaría comprar pañales? ¿Cómo lo alimentaría, a él y a mí? ¿De qué hablaría yo con un bebé?

Me encantan los niños y entre más viejo, más veces se me alborota el instinto paternal. Pienso que eso es una opción para mí algún día. Igualmente estoy casi seguro que llegará un amor con el cual compartiré esas ideas y poder hacerlas realidad. Pero como no me ha llegado ni el momento, ni la idea, ni el arrebato, ni nada de eso, ahora lo encuentro aterrador.

Sí, aterrador. O admirable. Sí, admirable. Mi mamá fue capaz de cambiar su vida para entregárnosla a nosotros tres. Y es admirable, ver mujeres que cambian sus vidas para entregárselas a otro ser. Mujeres que como por si fuera poco luchar y entenderse a ellas mismas, luchan y entienden a un tercer, cuarto o noveno. Personas que dejan de soñar sus sueños y empiezan a realizar los de otros. Las mamás, sufren por ellas y por ellos. Se cuidan ellas y los cuidan a ellos. Dejan de ir para que vayan ellos. Sus alegrías y emociones se las entregan a ellos. Ellos que somos nosotros.

A estas alturas, para mí, todas las mamás son unas heroínas. Son unas berraqueras, en serio, porque yo no podría hacer todo eso, no ahora y no creo que algún día. No me veo cambiando la buena vida que tengo. Y cuando alguien es lo que yo no puedo ser, los admiro y los quiero y los valoro. Las quiero mamás, por mamás.

No sé cómo ha hecho mi mamá ni cómo hacen las mamás. Pero la mía, ¡Já! de la mía presumo y digo que en algún momento se volvió mi amiga. En algún entonces empezó a ver el mundo a través de mis ojos. Y desde ahí la cuido y me cuida y somos cómplices. Me malcrió y me hizo un consentido de mierda. Me empujó a soñar y a ir por la vida haciendo lo que me propongo. Me comprende y dice que soy intolerante y creo que nunca ha leído mi blog, pero conoce cada palabra que he escrito.

Ya no se escandaliza con mis locuras. Quiere que viva. Desea y al mismo tiempo le da más miedo que a mí que yo encuentre un amor. Me dice que estoy gordito, pero bonito. Se deleita con la capacidad que tengo de disfrutar cada segundo de vida. Lloró el día de mis grados. Colecciona cada carta y foto y cualquier carajada que le damos mis hermanos y yo. Ve mis fotos en Facebook y me las comenta. Jamás me frenó (bueno, sí, pero dice que por loco). Es exitosa en la vida y fue de quién heredé la coquetería a flor de piel, como ella ninguna. Lidia con cualquiera, mis hermanos, mis primos, mi abuela, y hasta con mi papá todavía.

Le gusta el aguardiente y siempre decía "Ay! yo no sé David", pero ella siempre era la que realmente decidía sí o no. Es feliz cuando sale con sus amigas y es más feliz cuando regresa. Ama locamente la manera en que sus tres muchachitos se quieren y se apoyan y se cubren las espaldas. Cree en mí más que nadie, inclusive más que yo. Ha cumplido cada uno de mis deseos y espero que la vida nos dé vida, para yo cumplirle los suyos.

En fin, qué jodido debe ser mamá. Pero entre uno más crece más valora esa labor. Y yo la valoro porque yo no podría. Así que corran y en el día de la madre, abracen a sus mamás y díganles que qué berraquera ser mamá. No les den regalos sino que díganles, déjenles saber que las admiran, que son únicas y son el eje central de sus vidas. Abrácenlas y no las suelten en todo el día. Háganlo por mí, que no puedo. Es una orden.

Mr Christobal.

lunes, 6 de mayo de 2013

Pero es que ya no soy el mismo

Pero es que ya no soy el mismo


Lo bueno de crecer es que todo cambia. Sí, sí, todo cambia. Uno se da contra el suelo, con la misma piedra en diferentes caminos, con sorpresas duras, con amores fallidos, amigos que nunca lo fueron, malos ratos que terminan en felices, fiestas que dejan resaca moral, euforias pasajeras y tristes y gente que se va o se queda donde uno dejó de estar. Amores que lo extrañan a uno por siempre sin uno extrañarlos y amores que uno extraña por siempre sin ellos extrañarnos. Uno ríe y después llora y llora y después se ríe. Pero todo cambia, todo cambia para ben.

Sólo que uno tiene que pasar por todo para que todo cambie. A uno le toca ver amores que olían a para siempres, irse.A uno le toca irse de la vida de un amor que daría la vida o vendería el alma o cambiaría de sonrisa porque nos quedáramos. A uno le toca fallarle a alguien que no lo merecía -porque uno sólo le falla a quienes no lo merecen- y le falla, con todas las ganas para aprender a no fallarle a nadie más. A uno le toca aprender que hay que hacer lo que le dé la gana porque ya uno se arrepintió suficiente de cosas que dejó de hacer. Uno asimila que el corazón es un órgano que más que para bombear sangre, sirve para reconstruirse, desenamorarse con fuerza y enamorarse cada vez con más cautela.

A uno le toca pasar por ciertas cosas para saber que hay algunos amigos de toda la vida que no son para toda la vida, mientras que hay unos que llegan después de viejos a nuestras vidas para toda la vida. A uno le toca conocer y darle la mano a la envidia y a las intrigas y a los prejuicios, así como a las sirenas y a duendes, para entender que existen. Uno tiene que pasar por ciertos lugares para darse cuenta de lo que no le gusta en la vida, por otros a recoger unas pisadas que había dejado mal hechas y por otros a dejar la pasión. Uno tiene que hacer muchas cosas para saber qué es lo que verdaderamente le gusta y al encontrarlo, darse cuenta lo agradable que es tener una pasión como trabajo.

A uno le toca aprender algunos algos. Uno empieza a aceptar que es hora de corregir ciertos defectos porque ya no son graciosos. A uno le toca seguir intentando hacer dieta y tenerle pánico absoluto a los carbohidratos para seguir igual de gordito. A uno le toca creer en el amor porque no hay de otra. Uno se da cuenta que es necesario ir por la vida robando risas porque luego, a uno se las robarán. Uno se insensibiliza y empieza a ver noticieros y leer prensa, porque es necesario a pesar de que duelan en el corazón y cada vez sorprenda menos.

Y es que todo es más complejo. Porque todo cambió. Antes, cualquiera parecía un príncipe y cualquier sueldo era mucho dinero. Y ahora resulta que los chicos ya no vienen como antes y los sueldos no alcanzan.

Pero no. Nada ha cambiado. El universo sigue siendo el mismo. La gente es la misma. Mi ciudad es la misma. Mi corazón y mi risa son los mismos. Mis cicatrices se han aumentado, con los kilos y las arrugas, pero mi esencia es la misma. Tengo los mismos amigos que alguna vez tuve porque en el filtro dejé muchos, conocí otros y me quedé sólo con los mejores. Tengo la misma mamá pero ahora es mi amiga. Tengo la misma profesión pero ahora sé que soy mejor en otras cosas.

Nada ha cambiado. Sólo es que he bailado más y peleado más y fallado más en el amor y vivido más. Sólo es que me ha tocado enfrentarme a mí mismo, a mis propios problemas, a mis propios miedos, a mis propias felicidades, retos y sueños. Pero nada ha cambiado. Ni mis ganas de besar, ni mi sarcasmo cómico, nada. Y es que simplemente no me dí cuenta a qué hora me tocó crecer y madurar y cambiar. Porque nada ha cambiado. Nada, sólo yo.

Porque madurar es seguir siendo el mismo, sólo que con más responsabilidaes

Mr Christobal