¿Y por qué fue que se acabó el 2012?
Se acabó el año y ni me di cuenta. A pesar que cuando el 2012 empezó no era de mis amores, la cosa se compuso. Y se puso tan bueno que al evaluarlo, sonrío con cierto aire de satisfacción. Todo lo que pedí se cumplió y podría hacer una lista igual para este año solicitando a algún ser divino, a unas energías intangibles o a mis amigos, y mis amigas o las diosas poderosas, lo que quiero. Lo que sueño para el 2013. Lo que espero de la vida para este año que entra que claramente no se va a acabar porque me falta mucho por bailar. Mucho por besar. Mucho por aprender y claramente, mucho por amar.
Pero ah-ah. estoy demasiado agradecido con el año que pasó porque supo enamorarme, seducirme, abrazarme y sonreírme. Suspiro pensando que, ¡Qué año tan sabrosón! y por eso sólo tengo cosas chéveres por las que darle las gracias. Gratitud feliz y sincera desde el corazón.
Porque resulta que estoy agradecido por los días en los que mi futuro se veía negro, tan negro como el terror que me daba enfrentarlo. Agradezco esos días que no se compadecieron de mí y le sembraban miedo a mis esperanzas que salieron corriendo. Mientras yo, entre perdido y desubicado buscaba pistas ansioso y no las encontraba.
Pero también hubo días de alarmante tranquilidad. Y me siento agradecido por los días en que la lluvia empapó los ánimos y hasta me los resfrió. Por los días de lágrimas de rabia impotente. Lágrimas de inexplicable frustración. Lágrimas de sensibilidad y lágrimas acumuladas. Por los días azules y por los grises. Los días de fiesta desenfrenada y por los de encierro desconsiderado. Los días en donde me sorprendió la esperanza y me llevó por delante. Y hombre, como no, agradezco también los días de desesperanza, desesperanza ingrata. Los días de subida y los de bajada, sin freno.
Estoy agradecido por las desilusiones que me rompieron la esperanza del amor. Por los besos que besé y los que me dolieron no besar. Por los ojos que me atravesaron el alma. por las sonrisas que dejé en algún alma. Y los abrazos que extrañé. Por el pedazo de corazón que perdí en un día o cuando en una semana sin darme cuenta lo quise entregar todo. Por los pedazos de corazón que recogí y por el que nunca me dejé perder.
Agradezco, aun si me duelen, los kilitos que gané, los que perdí y los que volví a ganar. Por los miedos tan inmensos que me tumbaron y ellos mismos me levantaron. Por los sueños que con esmero alcancé y hoy toco con cuidadito y vivo. Por la paciencia ganada y el desespero a flor de piel. Por las letras que escribí. Por las respuestas que recibí, de las letras que escribí. Por los amigos y las amigas que se quedaron para seguir caminando conmigo y aliviarme la vida. Por los que llegaron a darme empujoncitos de esperanza. Y feliz por los que se largaron porque le sobraban a mis andares.
No quiero pedir nada. Es que me siento en deuda. Así que por eso me limito a agradecer y que el próximo año me sorprenda. Es que estoy agradecido por el viaje personal que me hiciste atravesar. Por los chocolates que me calmaron mis ansias. Por los miedos que se convirtieron en esperanzas. Por las lágrimas que llegaron a traer sonrisas. Por todos los desamores que se convirtieron en fuerza, o debilidad para mi corazón.
Estoy agradecido por haber logrado estar agradecido siempre. Por mi alegría y mis tristezas. Por haberme hecho sensible. Por las películas de amor y por mis series que se convierten en la fe que no le tengo miedo al amor. Porque aunque no hubo un "él", estoy agradecido por él, él y también él. Por las huellas que dejé. Agradecido por haberme enredado y haber aprendido a desenredarme con cierta sencillez. Agradecido porque sí y porque también. Por extrañar. Por querer. Por no amar. por aceptar mis miedos. Mis derrotas. mis ganas. Y por tener definidos mis sueños.
Estoy agradecido también por las sorpresas de la vida. Los amaneceres victoriosos. Por los atardeceres rosados. Por las ilusiones empijamadas. Por el azul de mi vida. Por los errores de mierda. Y por los aciertos del alma. Por las miradas de esperanza. Por el corazón enjaulado. Y los sentimientos desaforados. Agradecido por el dolor de la impotencia. Por los abrazos estremecedores y las indiferencia dolorosa. Porque aprendí. Aprendí sin medida. A las buenas y a las malas, pero aprendí.
El 2012 se portó demasiado bien conmigo. Fue un bonito año, me lo dio todo. Y no quiero pedir, sí, sí, ya lo dije. Sin embargo se le olvidó un detallito de la lista: el amor.
Está pendiente ¿no 2013?
Christ.
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