miércoles, 27 de diciembre de 2017

¡Vamoooooooos 2018!

El 2017 no fue mi mejor año. No estuvo fácil ni llevadero. Tampoco fluyó con naturalidad y más bien todo me costó el doble. Sentí que llegué a un punto sin retorno en donde el dolor me transformó en la versión menos bonita, divertida y soñadora de mí.

Dejé de disfrutar la ciudad, el trabajo, el amor, los amigos y sobre todo a mí mismo. Fue un proceso largo, en donde una vez más me perdí y sentí que no había una luz. El horizonte lo veía gris, desdibujado, sin esperanza de cosas bonitas por venir y globalmente perdido, desmotivado y aburrido. Se fue el brillo habitual de mis ojos, tenía las risas opacas y mi alma soñadora ausente.

Pero como la vida siempre es chévere, y sólo le pone a uno esos procesos equivocados de mierda para que uno aprenda, coja nota, no repita lo sucedido y empiece con más fuerza; todo, lenta y paulatinamente se fue mejorando.

Primero la esperanza volvió, pude salir y volver a encontrarme con el mundo y tuve un primer acercamiento conmigo mismo. Me volví a mirar a los ojos y a preguntarme ¿Qué putas te pasa? ¿Cánto tiempo más así? Luego cogí fuerzas y empecé a levantarme. Emprendí un proceso rápido y efectivo de remendar los pedazos. Me cargué de energía positiva y estando solo, siendo libre y haciendo lo que me dio la gana, empecé a encontrar a ese que yo tanto quiero.

Y ya empecé mi propia empresa. En 15 días recibí el amor que sentí que se había perdido y la fuerza que necesitaba para seguir y vivir la vida como el ventarrón que soy. Di todo lo bonito de mí para entender que hay demasiado sentimientos valiosos y divertidos aquí dentro que vale la pena sacar, entregarlos y sobre todo TIENEN que salir. Y hoy, después de varios días de haber llegado, sonrío y digo, "he vuelto". Volvió el yo chévere, que le gusta su vida, la gente que escogió, sus planes, sus chistes, sacar sonrisas, vivir con picardía, locura, espontaneidad y gracia.

Así que ya con el camino más claro y enderazado, el 31 de diciembre, cerré los ojos y mandoé al cielo mi único deseo: ser el yo chévere todo el 2018. No pido más. Porque sé que a partir de ahí la vida, la mía, encuentra su cause y se mueve y fluye por el camino correcto y feliz que debe ser.

Entonces cuando pedí mi deseo de año nuevo todo se aclaró y entendí que cuando yo sonrío hago que los que están a mi alrededor mueran de risa, se sientan cómodos y abracen la vida. Y así yo la abrazo y la disfruto y por eso todo empieza a confabular a cosas acertadas y divinas para mí.

por eso, 2018 será mi año. Estoy seguro. Y más allá de las cosas específicas que quiero, como crecer profesionalmente y vivir en otro país, mi 2018 se tratará de vivir intensamente, gozar cualquier cosa que haga y en cualquier lugar que esté y volver a divertir a los que están cerca y divertirme como bien lo sé hacer.

Así seré yo quiern sorprenda al 2018 mientras él, estoy seguro, me sorprenderá a mí con ese par de detallitos que le pido. Ya verán.

¡Vamooooooos 2018!

Mr. Christobal.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Navidad

Es navidad. Y a mí me encanta. Obvio. Soy demasiado romántico y expresivo y soñador como para que no. Me gusta pensar en las familias que se reúnen, como la mía, para estar juntas en esta fecha y abrazarse y quererse. Me gusta imaginar con ternura los esfuerzos que implican los regalos, que a cada uno, por más pequeño que sea, se le pone buenas intenciones y el corazón enterito con el único fin de pechichar, pechicharle el alma los que queremos.

Me gusta pensar en los reencuentros que se dan y en los buenos deseos que tenemos. me gusta comparar la Navidad pasada y ver cómo todo está intacto y cómo todo ha cambiado. Me encanta la melancolía que me abruma y me pone el corazón sensible así como me fascina sentirme vulnerable y muy querendón, porque es Navidad y uno extraña cosas, anhela otras y más importante, agradece todo. Amo los ojos que echan chispa cuando reciben regalos, los abrazos que entregan el corazón, las lágrimas que corren de emoción y los brincos del corazón.

Me gustan los arbolitos, las luces y los papanoeles. Me gusta toda la cursilería, porque sí, cada momento que nos da la vida para expresar quereres, hay que explotarlo. Y querer y que todo sea una excusa para manifestar amores.

Así que nada, Feliz Navidad. Que gocen, bailen, beban y saquen el mar de amor que tienen en su corazón. Dejen fluir la humildad y la bondad. Derrochen buenos deseos y no escatimen en dar lo bonito que tienen para dar. Hagan reír y disfruten a los suyos, enteros, de pe a pa. Que pidan, porque lo que se pide se concede si se pide con la fuerza y la sinceridad del alma. Que coman sin pensar en dietas y brinden más por lo que tienen que por lo que quisieran.

Que el Niño Dios les traiga bondad en sus corazones, confianza en ustedes, fe en el futuro y amor, demasiado amor para dar. Que les den fuerza y sabiduría, la capacidad de transformar los errores en aprendizajes y libertad para soltar lo que no sirve y hacer lo que el alma les exige.

En realidad, esta Navidad, deseo que vivan, gocen, lloren y vibren desde el amor. Sólo eso. No se necesita más. Ya verán.

Feliz Navidad.

Mr. Christobal.

jueves, 23 de noviembre de 2017

No es cualquier bus pero tampoco no es ningún bus

El tiempo y las relaciones hicieron que me dañara de tal forma que en los últimos años, como salida segura, he preferido y he escogido enfocarme en lo negativo de los manes que se me acercan con tal de tener las razones suficientes para no abrir el mar de sentimientos que es posible que existan en mí y mejor, quedarme tranquilo, en este lugar seguro donde no siento y por lo tanto, nada duele.

Reacción que adquirió carácter automático e inconsciente, pero que a la hora de racionalizarlo cinco minutos e ir un poco más allá de lo superficial, resulta estúpida. Pero es tan pero tan sabrosa y tan pero tan involuntaria, que simplemente sucede, y se lleva toda la magia, y la voluntad y cualquier posibilidad y la oportunidad de ser amado, amar y toda una aventura de aprendizajes y nada, como si fuera lo más de natural, resulto alejándome. Tranquilo y feliz.

Que el tipo es amoroso. Pero hace absolutamente todo lo que le digo. Que el tipo es respetuoso. Lástima que es tan respetuoso que se ha demorado siglos en tocarme. Que es detallista. Pero así empiezan todos y después se les pasa. Parece perfecto. Quién sabe que secretos tendrá. Y sigo y sigo. Es que fuma. Es que no se gana mil millones mensuales. Es que no habla inglés. Es que se viste como de los años ochenta. Que agarra el cuchillo raro. Que no hace ejercicio... (yo menos).

Y sí. Creo que a diferencia de lo que muchos creen, ser exigente tiene mil millones de cosas positivas porque en últimas, 'el que no sabe para dónde va, cualquier bus le sirve'. Y no señores, a mí, a estas alturas de la vida, no todos se me acomodan. Yo quiero uno que vaya justo a donde yo quiero que vaya (a la felicidad) y no quiero que me dé vueltas ni me pasee por lugares que ni al caso o que ya conozco. Tampoco me interesa si va lleno o si está demasiado destartalado. Yo quiero un viaje seguro, bonito, tranquilo y a donde yo quiero ir.

Por eso, tener claro, dentro, en el alma, qué se negocia y qué no, es de las maravillas de la vida. Porque entonces, no cualquier cosa sirve. Pero la línea es muy delgada; la de saber qué es lo que uno quiere y la de querer sabotearse. Y yo la cruzo una y otra vez, con una gracia, convicción y una libertad desvergonzada.

Pero no, no se debe cruzar. Y cada vez me hago más consciente. hay que defenderse y cuidarse de esos defectos y problemas que van en contra de las convicciones, sueños e ideales propios, pero hay que quedarse y darle tiempo a esas otras que hacen parte de emprender un camino en el que se construye un recorrido compartido. Ese en el que hay que ceder, moldear, afinar, respetar y aceptar.

Ese momento donde se desencadena un mundo de aprendizajes para cada quien donde esa otra persona llega a mostrarnos pasiones, nuevos sueños, esperanzas, ilusiones alegres y hasta algunos dolores válidos y desconocidos. Llegan a mostrarnos una nueva forma de enfrentar al mundo, vivir las relaciones, sentir ternura y ganas de romance. Nuevas maneras de rompernos y abrirnos, de sensibilizarnos y amar. Llegan a enseñarnos sobre nosotros. Principalmente, eso, sobre nosotros.

Y nada, yo voy por ahí perdiéndome gente chévere, oportunidades de colores, experiencias fantasiosas y suspiros felices por pendejo, literal. Por darle espacio al miedo y vivir en automático enfocándome en maricadas en vez de hacer el ejercicio contrario. Abrazarme a lo bueno y minimizar y tener claro que muchas de esas excusas tienen una solución.

Qu el tipo es amoroso. Tal y como lo soñé y lo mejor es que se desvive por complacerme. Que el tipo es respetuoso. Y se aleja a las otras trásfugas con las que he salido. Que es detallista. Y se esmera en estar pendiente y hacerme sentir como un príncipe. Que parece perfecto. Por lo menos para mí sí. Y claro, tiene sus cosas, pero esas son ajustables y nada que atente conmigo y mis principios. Y sigo y sigo. Es que fuma, pero si eso lo hace feliz, se lo respeto y que lo haga afuera. Es que no se gana mil millones mensuales, pero tiene el potencial. Es que no habla inglés, pero tiene un discurso que me emboba. Es que se viste como de los años ochenta, ya hice plan para ir de compras. Que agarra el cuchillo raro, ya le enseñé. Que no hace ejercicio (yo tampoco), pero me cocina. Y es increíble.

Así que si bien hay que saber a dónde ir para tener la claridad absoluta en qué sí y qué no, lo que es aún más cierto es que -independientemente del resultado- es demasiado triste que por miedo lleguemos a perdernos de un bonito viaje.

Mr. Christobal.

miércoles, 4 de octubre de 2017

La vida tiene razones para ser caprichosa

He entendido que la vida nunca es lo que queramos que sea, nunca, hasta que sepamos muy bien, más que bien, mejor que bien, lo que queremos que sea. Porque cuando estamos en nuestro centro y sabemos escucharnos, descifrarnos y confiamos más en nuestras vibraciones, instinto y pasiones, que en lo impuesto socialmente, no hay pierde.

Sin embargo, sucede que sin darnos cuenta nos auto soltamos las riendas, se las entregamos a otros e inevitablemente empezamos a recorrer caminos que no son propios. Comenzamos a frecuentar lugares comunes y situaciones usuales. Decidimos luchar, con toda la convicción del alma, por alcanzar metas impuestas, vidas ideales y el éxito estándar. Y nos dejamos llevar por formatos tradicionales, pensamientos establecidos y libretos repetidos.

Y no vamos dentro. No nos miramos. No nos tomamos el tiempo de revisar qué nos mueve, qué nos hace vibrar, cuál es nuestra verdad y dónde está nuestra luz. Cuáles son nuestras necesidades, qué nos llena el alma, dónde están nuestras sonrisas. No logramos diferenciar si lo que queremos es lo que realmente queremos nosotros o es lo que los otros quieren de nosotros. O si estamos viviendo la vida que nos han impuesto y exigido y nosotros la hemos adoptado con naturalidad como nuestra y no nos preguntamos si nos hace feliz. Y puede que sí.

Pero también, puede que no.

Nos da pánico escucharnos porque aparecen las verdades. Tememos cuestionar lo establecido, entender si queremos lo que todos quieren, si en serio nos hace feliz tener todo lo que hay que tener, ser como se debe ser y encajar a la perfección en lo establecido. Nos da terror ser auténticos. Le tenemos pavor a darle uso legítimo a nuestra libertad y le tenemos mucho miedo al miedo. Y por eso, vamos como caballos con los ojos tapados, logrando logros que nunca parecen logros y realmente nunca nos hacen saltar el alma.

Pasé tantas veces por ahí y dolió tanto e implicó tantas frustraciones, que sólo desde este momento existencial, puedo entender por qué -algunas cosas- fueron tan difíciles e insostenibles. Por qué la vida parecía encapricharse en mi contra y no a mi favor. por qué cada paso me costaba dos veces más esfuerzo y por qué acumulaba reveses y desengaños.

... pues porque iba por el camino que no era ya que el que busca sustenar y alcazar logros superficiales y no reales, siempre irá por el camino que no es.

Pero yo mismo insistí en ello. Me impuse lo impuesto y firmé con sangre en mi alma lo que debía alcanzar. Todo, eso sí, según los estándares sociales de éxito y mi auto exigencia de encajar en el molde del triunfo que yo mismo había establecido: una carrera seria (psicología, que me viene de maravillas en mi proceso personal, pero que siendo honestos, me decepciona mucho el campo laboral en este país, pero implica mucho esfuerzo y tenía que demostrar -no tengo ni puta idea, a quién- que yo era pilo). Y esa carrera -aunque la terminé- me ha mandado miles, o sea miles de mensajes diciéndome que no me puedo quedar sólo ahí. Pero yo insistí en mi pacto del éxito y lo sobre puse a mi felicidad y por eso, no me ha definido del todo y no la ejerzo como quisiera, entonces no la ejerzo.

Luego tenía que conseguirme un trabajo y que me fuera bien para alcanzar lo que seguía: una especialización, un carro, un apartamento y un esposo. Y así lo fui haciendo. Me conseguí un trabajo y si bien en ese momento tuve mi primer acto disruptivo con los requerimientos existenciales pues tuve la claridad transparente de no querer un carro, empecé a ahorrar para empezar a hacer una especialización, porque eso hace todo el mundo. Especializaciones. Pero la vida me decía que no y que no, que a mí no me gustaría eso, de hecho lo odiaría, y la vida me ponía obstáculos y me lo hacía imposible. Y hoy entendí que yo no quiero una especialización que no me llene. Yo quiero viajar. Irme como un alma libre que soy que no pertenece a ningún lugar ni a nadie y moverme. Pero aún sigo escuchando que tengo que hacer una especialización, ¿por qué? ¿quién se va por el mundo a viajar? ¿un año? ¿y lo que seguía de mi auto imposición del éxito? ¿y el apartamento? ¿Y la hoja de vida? ¿el trabajo de súper profesionales elegante con responsabilidades extraordinarias? ¿y el esposo? ¿y los hijos?

Y volví a trabajar. Como un señorito de bien. Y hacía intentos de defender mi libertad e intenté saborearla y me negué con convicción arraigada al apartamento y al esposo. La casa porque he tenido claridad en que no quiero endeudarme hasta la coronilla con un lugar y más bien prefiero gastarme eso en viajes y experiencias, porque las paredes esas no me las llevo a la tumba y lo vivido sí. Y el esposo, sencillo, porque siempre he estado convencido que yo no quiero a alguien, yo no busco compañía, yo no necesito casarme, ni decir que me casé, ni alguien que me defina, porque es que yo siempre he querido el amor de verdad. Y he preferido esperarlo convencido que acelerado y mal casado.

Pero volvía, seguía tratando de alcanzar lo que me había prometido; el éxito, o sea, el súper profesional con el súper cargo. Respetable. Que se me llenara la boca diciendo que había hecho esto y lo otro. Pero, mierda sí que he sido necio, por ahí tampoco era, no es, nunca lo fue. E insistí hasta el bendito cansancio. Y no entendía o no quería entender, que yo no estoy emocionalmente diseñado para una oficina. Que la lucha del día a día, con cierta gente y principalmente interna, era diaria, exhaustiva y criminal.

Pero tenía pánico, miedo físico y puro de auto decepcionarme. De no cumplir mis propias expectativas. Ni las de los que me rodeaban. Ni las de la vida. Y si bien no hay duda que gocé el entre tiempo, siempre encontraba decepciones. Vueltas tenaces. Derrotas. Negativas. Esfuerzo gigante. Imposibles visibles.

Pero siempre fue porque estaba buscando afuera. Compararme. Definí mi éxito según lo que había visto y no según mis convicciones y sin terminar de definir lo que soy. Y por eso era tan tenaz. Por eso la vida no iba conmigo. Yo la jalaba y la obligaba, pero ella me decía, viejo, no.

Por eso entendí que soy yo quien tiene que ir con la vida. Pero para ir con la vida tengo que redefinirme y reinventarme desde mi esencia y mi realidad. Desde lo que me gusta, de lo que hago bien y desde lo que me hará imparable. Desde la comprensión a mí mismo y la lectura honesta a mi alma. Desde la aceptación alegre de mis debilidades y construcción juiciosa y humilde de mis cualidades. Desde mi valentía que no le teme al miedo y se da las manos con el ego. Desde la libertad libre e infinita que tengo para elegir cualquier cosa que quiero ser -y las que no- y sobre todo, desde la autenticidad y transparencia de lo más profundo de mi alma.

Y para eso, para que la vida sea todo lo que yo quiero que sea, debo tener mucha claridad de lo que soy, lo que quiero, y lo que sueño. Con toda la sencillez y todas las complicaciones que eso implica.
Pero, ¿cómo la vida va a ser lo que yo quiera que sea, si no sé lo que quiero que sea?

Mr. Christobal.

martes, 4 de julio de 2017

Dar el paso y brillar


Cada tanto siento que muero. Es una constante en mi vida. Me pasa cada dos años más o menos. Es como que el camino se torna caótico y difícil. Sin ninguna luz ni una pista definida que marque el paso. Y todo se vuelve confuso. Y todo desde este lugar del hoy y el ahora en el que debo vivir –pero algunas veces no logro-, se ve borroso. Indefinido. Y todo lo que viene, todo lo que puedo llegar a ser y todo lo que quiero, empieza a mostrarme impreciso e indeterminado.

Y yo muero. Me siento sin luz y sin ganas. Y sin saber para dónde echar a andar mis pasos. De repente me sumerjo en un viaje en la melancolía, al cuestionamiento enfurecido de mí ser, a la pregunta de cuál es mi norte y de mi papel en el futuro. Y me cuestiono mal. Qué dónde. Y cómo. Y cuándo, obvio.

Y aunque no es chévere, por fin, tantos años después, entendí que estas pequeñas grandes muertes, se tratan del miedo controlando mi vida. Siendo quien habla y controla y bloquea mis movimientos. Quien hace ruido en mi mente. Un ruido tremendo y dañino. Lleno de desesperanza y desgano. Y bla bla bla. Ruido y más ruido. Y no me da espacio de escuchar la verdad. Lo que mi alma grita. Lo que me conviene. Lo real. Puro bla bla bla, durísimo. Exigencias del ego.

¿Por qué no tienes esto y esto? ¿Por qué él sí? ¿Cuándo vas a tener aquello? Te falta eso y lo otro. Y drama y victimización. Y confusión. Y panorama y futuro negro.
Pero luego me doy cuenta de lo bonito y necesario que es morir cada tanto. Porque vuelvo a nacer en algún lugar mejor. Aterrizo como un águila en su presa y florezco. Con más colores y luz y fuerza. En un lugar mejor. Más del alma. Más enfocado y necesario para mi crecimiento real y emocional.

Y con el tiempo, ahora, he aprendido que soy yo mismo quién me llevo a estos lugares trascendentales. Y dejo de culpar a otros. Porque si bien todas mis muertes son resultado de algún abandono, a mí nadie –ni nada- me ha dejado. Ni un amor, ni un puesto (aunque esas hayan sido las constantes en mi vida).

Analizo y yo, antes que me dejaran, emocionalmente ya había dejado esos lugares y aunque no era capaz de aceptarlo, ya estaba listo para lo que seguía. Aunque no veía inmediato lo que seguía. Pero lo que seguía siempre fue grandioso. Más de lo que estaba teniendo, más de lo que había soñado.

Y siempre fue igual. Todos se iban. Pero en realidad era mi miedo a soltar el que me retenía y mi incapacidad de ver y recibir lo que seguía, lo que me causaba dolor. El miedo a mí mismo. A lo que sigue. A abandonar el lugar conocido y seguro.
Pero siempre ha valido la pena perderme porque cuando me encuentro, aparezco en un lugar mejor.

Hay que callar el ego. Hay que saber cuándo es miedo. Hay que detectar cuándo no son deseos del alma. Hay que conocernos. Permitirnos morir. Y morir duro (pero no mucho tiempo). Y luego dejarnos florecer. Florecer con toda.

Pero debemos eso, darnos permiso de avanzar. Y no tenerle miedo a eso tan cool y tan grande y loco que somos capaces de crear y que sigue.

Es hora de dar el paso, callar la mente y confiar. Porque es más tedioso quedarse sufriendo y estando aburridos en el mismo lugar que buscar la luz, y brillar.

Mr. Christobal

lunes, 22 de mayo de 2017

A mí mismo

Hace rato no te escribía. Ya sabes, la rutina. Ir, venir, evadir, hacer, dejar de hacer. Todas esas cosas de la gente. De la gente como tú, o sea, como yo, que por ratos se pierden y se plantan con fuerza y miedo en los lugares equivocados como el pasado, el futuro, unos ojos que me miran hacia otra dirección, un corazón herido incapaz de corresponder o en el vacío de los sueños que se sueñan sólo por soñar sin ánimo de darles vida.

Gente como tú, o sea como yo, que dejamos que nos consuma el día a día de forma letal y se nos va llevando la vida más rápido de lo que nos percatamos. Más rápido de lo que quisiéramos. Más rápido que rápido. No para. El tiempo tiene su propio ritmo. Y cuando nos damos cuenta, se nos está haciendo tarde. Tic, tac, tic, tac. Tarde para los sueños. Tic, tac, tic, tac. Tarde para los que amamos. Tic, tac, tic, tac. Tarde para ti mismo. Tic, tac, tic, tac. Tarde para nosotros mismos. Tic, tac, tic, tac.

Así que supongo que te estaba viendo sin verte. Por encimita. Como cuando vas caminando y ves un niño de la calle y volteas la cara. Para no enfrentarlo, para que no duela, para no hacerte cargo ni responsable. Porque es más fácil. 

Vaya cagada y falta de cojones, Mr.

Pero desde hace un tiempo, finalmente, se me empezaron a alborotar unas necesarias e incontrolables ganas de verte. De observarte con atención. No más evasivas. Enfrentarnos. Encontrarnos. Sí, Sí. Ya era hora, lo sé. Y aunque por momento siento que pudo haber sido antes y nos pudimos haber ahorrado toneladas y mares de situaciones erradas, no no Mr. éste es el momento perfecto, el momento que necesitabas, -necesitábamos- todos y cada uno de esos desaciertos y amores esquivos y tempradas de ansiedad y desconfianza y miedo extremo e ilusiones quebradas. Las necesitabas para llegar aquí. A este lugar de la vida en que lo único importante para ti, es volver a brillar.

Por eso vine. A verte. De frente. A los ojos. A decirte que lo peor ya pasó. Que estoy feliz por ti. Y orgulloso. Que he visto cómo decidiste reconciliarte con tus miedos. Y los has asumido y te has hecho responsable de ellos. Y ya no son ellos los que piensan, actúan y sienten por ti, sino tú, por ti, muy a pesar de ellos.

Falta camino y es tan eterno como el azul de mar pero veo que esos malditos e infinitos miedos ya no te gobiernan. Sino que los reconoces y les haces una llave maestra y los bloqueas. ¿Los ves? Sí, sí que los ves. Gracias, por darte permiso de verlos. Por permitirte enfrentarlos. Y no por tener miedo a gobernarlos. En últimas, siempre van a estar y harán sus apariciones atrevidas porque ya sabes, necesitan y se alimentan de tu atención y de tus fracasos. De cuando te paralizas. De cuando reinan.

Son tantos. Caray!. Miedo a amar y a que no te amen con la misma intensidad. A entregarte enterito como cuando tenías quince, dieciocho y veintidos y el resultado sea igual de miserable que aquellas veces. O por el contrario, que te amen con tanta fuerza que sus corazones -y el tuyo- no lo soportan y explotan, en mil pedazos. Miedo, pánico a que te quieran bonito y no saber corresponder por tu incapacidad de amar. Enamorarte. Abrirte. Y dañarlo. Y destruirlo. 

Miedo al éxito. A no verte bien. A no quedar bien. A ser diferente. A no servir para el amor. A sentir con intensidad. A brillar demasiado y causar molesias. A no sentir. A ser tú mismo. A no encajar. A no ser lo que todo esperan de ti. A no ser lo que tú mismo esperas de ti. Al futuro. Al pasado. A no cumplirte. A quedarte solo. Miedo a ti mismo. Miedo a tus miedos. Miedo a vencer tus miedos.

Faltan, seguro. Es que son muchos, los descarados. Pero bien identificados los dejas y así es más fácil enforcarte en cositas que tienen por resolver. Pero ya he visto que has dado pasitos también. Como perdonarte, por ejemplo. Tantas cosas también. Como haberte quedado en esa relación más tiempo del necesario, perdiendo tu lealtad a ti mismo y tu autoestima. Como haber perdido tu integridad en borracheras de quinta y sexta categoría. Como haberle roto el alma a él y a él y a él y a él. Como hacer que él, él, él y no sé cuántos más éls, te rompieran el alma. Por seguir recriminándote cosas que ya pasaron. Y hacer rato.

Por nunca haberles dicho que te dolía. Que te dolió. Que te destruyó. Por hacerte el fuerte. Por no saber recibir amor. Por hacerle daño a los que más te quieren. Por no brillar cuando tenían todo para hacerlo. Por permitirte recibir menos de lo que mereces. Por no hacer aceptado cuando era lo que merecías.

¿Cuántos perdones necesitabas para perdonarte? Sí. No eran tantos perdonas. Con uno estaba bien. Pero bueno, fueron los que tenían que ser pero fueron suficientes.

Me gusta. Estoy contento con lo que veo. Orgulloso que hayas hecho las paces con el tú amoroso, inspirador y abierto que hay en ti. El más bacano. El que trabaja día a día por ser la mejor versión. El que liberándose de su basura y miedos entendió que todo se trata del hoy y ahora. Que hacerte vídeos de lo que pasará en dos años, diez días o mañana, son suposiciones. De las que no sirven para absolutamente nada. Así que -por fin- entendiste que es más sabroso vivir como viene el día a día. Con su tranquilidad y acelere. Con sus mágicas y desastrozas noticias. Ser dueño del momento, de la situación y resolver ahí, y sólo ahí.

Muy bien. Me parece cool que estés abierto a los giros inesperados que vendrán. Porque vendrán. Muchos. De toda clase. Y que tengas claro que está bien no tener ni la más mínima idea de cuál es el camino, y haber dejado la arrogancia de pretender saberlo y forzarlo y encapricharse con uno en específico. Bien. Porque sea lo que sea, vayas donde vayas, sea cual sea el camino, la única forma que existe para poder recorrerlo con gracia y gusto y tranquilidad y alegría y te lo puedes gozar, es dejando los miedos y perdonándote.

Así que adelante Mr, el camino está despejado para que goces.

Mr. Christobal.

lunes, 17 de abril de 2017

La magia existe

He visto gente volando tan alto como sus sueños. Y a otras incluso más alto. Pero he visto, sí que he visto, gente cumpliendo sus sueños. Así como he visto a personas que por años esperaron el amor más perfecto del mundo, besándolo y disfrutándolo porque les llegó. Tal cual. Tan divino y romántico como lo pedían cada uno de los latidos de sus corazones.

He visto gente viviendo en vida el infierno con una relación más allá de tormentosa y he sido testigo de sus ganas de salir de ese lugar, y saliendo de ese lugar. Por lo que he presenciado la recuperación, desde el suelo y el subsuelo, desde los escombros, desde lo que parecía irrecuperable, de gente maravillosa que pudo volver a usar sus alas.

He visto gente entregarse a alguna adicción y destruir partes de su vida, sólo para coger fuerza y reinventarse y convertirse en personas disciplinadas y fuertes y llenas de amor y esperanza e inspiración y seguir pa' lante como ejemplo de vida.

He visto gente que con mucho menos que muchos han logrando cosas increíbles y surreales, he visto gente salir de enfermedades que parecían no tener cura, he visto gente emprender causas generadoras de transformaciones sociales importantes y gente que su propia transformación es la evidencia.

He visto lugares increíbles. Estrellas fugaces. Atardeceres rosados. Amores de cincuenta años de duración. Amores a los cincuenta años. La magnitud de una ballena y la fuerza de una idea. He visto películas que dan fuerza y motivan a volver a creer en el amor, libros que sacan sonrisas y gente que abraza el alma.

He visto ojos que sonríen y sonrisas que son esperanza. Manos que hacen milagros y conversaciones que son salvación. He visto la luna llena, las orquídeas volver a florecer después de años, los primeros pasos de mi hermanita, la fortaleza de mi mamá y amigos que duran varias vidas. He visto paisajes que quitan el aliento, besos que son revelación y mares que sanan.

La magia sucede. Sí que sucede.