sábado, 30 de noviembre de 2013

Llegó diciembre... Vamo´a goza´

Llegó diciembre... Vamo´a goza´


Se acerca el último mes y el fin de año y qué tristeza. Y qué felicidad. Eso es lo que siempre pasa cuando uno entra en el mes doce. La gente se llena de alegría porque hay brisa y luces por todas partes. Papanoeles. Regalos. Sonrisas. Buenos deseos. Villancicos. Publicidades que tocan fibras sensibles. Las mismas canciones navideñas de antaño. Rojo y verde. Sonrisas.

Pero también hay melancolías. Por donde uno quiera que vea. Que los que no están. Que el año pasó y se fue demasiado rápido. Que nos estamos poniendo viejos. Que el amor sin amor. Que estas fechas especiales son lindas con un amor especial y no hay. Que los que se fueron para siempre. Que las ausencias. Que los vacíos en el corazón.

Y uno se lamenta por lo que no hizo. O por haber hecho de más. Por haber desaprovechado oportunidades. Por no haber abrazado lo suficiente. Por no haber tenido la plena conciencia de que aquel momento no era eterno y era feliz. Hay algo en uno que no lo deja celebrar tranquilo y estar contento si hay alguien que se fue para siempre.

De repente uno se encuentra haciendo planes para el otro año. Que voy a hacer dieta apenas comience el 2014. Que voy a viajar más. Que pienso compartir más tiempo con mi familia y amigos. Que entonces, haré todo para cambiar de trabajo. Que fijo este año si conseguiré un novio o una novia (para los solteros), que qué felicidad estar un año más con el mío. Que veré más a mis amigos. Iré al gimnasio. Agradeceré todas las noches.

Y el mes de diciembre se empieza a ir en eso. En melancolía y planes. En evaluar lo que no pasó y extrañar lo que no está. En imaginar los mejores 'yos', en hacer listados eternos e incumpibles, y diciembre, se va, en un abrir y cerrar de ojos.

Esa es la vaina de diciembre. Pero este mes se merece más que eso. Se merece fiestas y alegrías. Amores e ilusión. Perdones. Y alegrías infinitas. La cosa es que hay que aprovecharlo porque sólo lo tenemos una vez al año. Y por eso no hay que dejar que se vaya extrañando lo que no se tiene y haciendo planes que es posible que la vida en par patadas desarme.

Por eso yo si me iré a poner mi mejor sonrisa y me bailaré cuanta fiesta haya. Abrazaré a todos los cercanos queridos que encuentre. Me dejaré llenar de amor por el amor y por todos los que quiero. Le escribiré a los viejos amigos y a los nuevos. Pechichré a mi mamá, papá, abuelos y hermanos. le compraré un regalo a mi amor. Le escribiré al único ex que lo dejan ser mi amigo deseándole cosas lindas al lado de su nuevo amor.

Iré a todas las fiestas, paseos, novenas, conciertos, toques, comidas y cumpleaños que se aparezcan. Bailaré reguetón a muerte, vallenato amacizao, merengue sabroso y si me lo ponen, hasta tango enamora'o. Comeré natilla y buñuelos, pavo y pernil. Cualquier postre delicioso que haga mi abuela para consentirnos. Galletas y helados. También, escribiré inbox, tweets, whatsapps, mails y hasta cartas deseando cosas chéveres.

Compraré regalos y haré feliz a los que me hacen feliz. Me compraré mis propios regalos y sonreiré. Brindaré porque fue un año alucinante y porque con fe el que viene también. Y lo haré con guaro y champaña con mi mamá, mi hermano, mi amor y mis amigas. También con limonada con mi papá y los suyos. Con vinos con los míos. Y con vodka con los de mi amor.

Y sonreiré. Aquí y allá. Con ellos y aquellos. Con los que me quieren y con los que no. Con cientos de razones y sin ellas. Porque me da la gana y tengo todo para hacerlo. Por lo que pasó y cómo pasó. Porque sonriendo se vive más intensamente y todo resulta mejor. Y si todo resulta mejor, confío y no hago planes caprichosos que la vida se divierte desarmando.

Así que llegó diciembre. Hoy y ahora nada más importa. Ni enero, ni noviembre. Ni los hubieran, ni los de pronto. Ni Pepito ni Panchita. Es diciembre, el mes de la alegría. Que el que no pasó bueno el resto del año, aproveche. Que el que la pasó bueno, aproveche también. Que el que no se enamoró, se enamore. Y los que nos enamoramos, nos enamoremos más. Que el que se adelgazó, coma y se engorde y el que se engordó, se engorde más.

Que el que lloró, deje de hacerlo. Y el que no lloró, llore de emoción. Que al que se le cumplieron los sueños, se invente otros y al que no, se organice para cumplirlos. Que el que se peleó, perdone y el que no, pues no. Que al que le gusta besar, bese. Y a los que les gusta rezar, recen. Que el que estudió mucho, no estudie más y el que no, menos. Lo mismo para los que trabajaron y los que no. Es diciembre y nada, que sea la más bonita de las oportunidades para sacar del cuarto de San Alejo los quereres y los deseos. Del corazón las ilusiones y las esperanzas. Y de cada día, la felicidad. Yo veré.

Mr Christobal

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Ay! Los amores de fin de semana

Ay! Los amores de fin de semana


Los amores del fin de semana duelen más. Y es que uno sabe que tiene las horas contadas para hacer lo que las parejas normales hacen por años. Uno pretende conocer su vida entera en minutos. Uno quiere adivinarle los sueños en segundos. Uno busca encontrar sus miedos en una noche. Uno quiere, uno quiere de verdad, darle en poco tiempo, las razones suficientes para que se quede.

Entre tragos, música y dancin', a uno le dan ganas de arrancarle la vida. De adueñarse de sus risas. De solucionarle los problemas. Que le resuelvan a uno los problemas. De tener problemas y de crear problemas juntos. Crear recuerdos juntos. Ser su presente. Amarlo. Odiarlo. Pelearse y por supuesto, ser su mayor anhelo en el futuro.

Uno quisiera gritarle con actos sinceros y estúpidos ¡QUÉDATE QUE SOY BUEN HOMBRE, LO JURO! Uno lo besa, lo abraza, lo mira, lo quiere y le coquetea como si fuera la primera y la última vez, y es que de hecho lo es, la primera y lo más posible que la última.

Uno presiente, de hecho sabe y es demasiado consciente para mi gusto, que al final de la noche lo más posible es que no se quede. Que no haya mañana y mucho menos pasado mañana. Pero con toda la emoción, ilusión y desilusión del caso, uno quiere que se queden y lo intenta y lo lucha, lo trabaja y hasta con una ilusión descarada, se esfuerza.

Uno quiere enamorarlo eternamente en horas. Uno pretende con algo de inocencia y malicia, seducirle el cuerpo y el corazón. Arrebatarle suspiros e ilusiones. Y uno se pisa con cuidado. Lo deja todo en la pista de baile. Y le regala la vulnerabilidad proveída por la soledad. Le entrega la esperanza de haberlo encontrado y lo recibe como un regalo.

Los amores de fin de semana duelen más. Y es que no tienen el desgaste de los años. Ni el aburrimiento de la costumbre. Ni el desazón de las peleas. Ni la certeza del mañana. En cambio están llenos de ilusión inocente. De incertidumbres dolorosas y de sueños quebrantables.

La incertidumbre de no volver a verlo lo lleva a uno a quererlo con desespero. A bajar la guardia sin temores. A dejarse llevar. A esforzarse. A saber tirar y aflojar cuando lo que uno quiere es aflojar y no tirar. A que el beso que uno le da con el alma, le atraviese el mañana y le llegue derechito a sus entrañas.

Y es que al fin de cuentas lo más posible es que jamás, el perro sarnoso, vuelva a aparecer. Pero igual uno quiere que le pidan el número. Y luego uno quiere que usen el número. Y uno sufre sabiendo que no llamarán, pero siempre con la esperanza de que lo harán. Y que además, pedirá una cita y luego otra y así otra.

Los amores de fin de semana duelen más. Es como los niños que salen con la ilusión de llenar sus calabazas de dulces en Halloween y amanecen al día siguiente y los papás se los comieron. Todos y cada unito de los dulces. Así, tal cual el vídeo. Así tal cual lo hemos vivido muchos. Así tal cual digo. Así tal cual fue para él esa vez.

Mr Christobal

viernes, 15 de noviembre de 2013

Le pasó a una amiga

Le pasó a una amiga


Había perdido la esperanza del amor hacía siglos. O por lo menos eso parecía. Los conocía, se ilusionaba, los besaba y les entregaba por minutos el corazón. Sin restricciones. Un par de horitas. Así iba por la vida, retando al amor sólo para rectificar que era una causa perdida. Por lo menos para ella. Y así era. Rectificaba con cada nueva ilusión desilusionada que el amor era una gran &%$¨¨··*@! -Oops-.

Sus esperanzas siempre estaban en las discotecas. Ese lugar donde los miedos, las penas, las tristezas y los sin sabores se quedan en los tragos de aguardiente. Y ahí lo conoció. Sin expectativas, obvio. Resulta que era de Irlanda. ¿Quién demonios es de Irlanda?, O sea.

Era guapo. Desde el minuto uno le sacó risas, así que debía ser divertido y por eso inteligente. Llevaba mucho que no entregaba el corazón por horas y además era irlandés. Así que lo besó en inglés. El beso y la entregada del corazón se prolongó por una semana. Vaya amor eterno y real!!... Pero como para ella el amor es una causa perdida, él se tenía que largar y continuar su buena vida de viajero por el mundo. Su próxima parada era Cartagena, así que se largó a conocer, seguramente una costeña divina.

Otra vez el amor había ganado el reto. Ridículo amor. Por eso ella tenía que ir a pasar la pena en un bar. En el de siempre. Con las amigas y los amigos de siempre. A lo de siempre; quejarse de los hombres, reírse de los malos tratos del amor, mirarle las nalguitas a los extranjeros, querer un tipo, discutirlo, meditarlo, no querer ningún tipo, quererlos a todos, quedarse sin nada.

Se le acercó un inglés. La cosa más rica de las últimas rumbas. Los ojitos más tiernos de las últimas desilusiones. Y el acento que luego de él, descubrió era su debilidad. Como salía de una desilusión para subsanarla pensó que lo ideal era meterse e otra, para seguir retando al amor, obvio, sólo para eso. Y lo retó. Esta vez se perdió en el beso inglés. Esta vez el amor si duró mucho. El amor iba perdiendo esta vez. Felicidad. En tu cara amor. ¡Dos semanas!

Pero qué va. Ella sabía que él también se tenía que largar. Pero pensó que se podrían encontrar así fuera como delfines en otra vida. No quería que el amor ganara. Le tenía fe a ese inglés delicioso. Pero no. Él tenía que irse para Calo a seguir viajando y luego a su lluviosa Londres.

Por más que intentaba acostumbrarse a los golpes de la victoria del amor en su contra, cada nueva desilusión era más fuerte que la anterior. Así que para mitigar la decepción continuaba en contacto con ellos, con ambos. El teléfono era un buen consuelo mientras llegaba una nueva ilusión.

Esa noche, el irlandés que no logró enamorarse de una costeña, la llamó a decirle que ya iba camino a volver a verla. ¿Volvía? ¿Pero si ella ya se había enamorado profundamente de otro? Oh-oh!. Eso no le iba a gustar al amor, acostumbrado a ganarle todas.

Obvio. Cuelga. Nueva llamada. Era el inglés. Entre sorprendido y divertido comenta que estaba en Cali, en el hostal con unos nuevos amigos. Emocionado contaba su historia de amor. Empezó a hablar de ella. La dibujó con palabras y con el paisaje. A los nuevos amigos les sonaba familiar. Otro corazón en Medellín, les había dibujado con sus laditos una loca desparpajada idéntica a la de él

"¿Cómo así que hay un irlandés y que en este momento va a verte?" Dijo el inglés.

Maldito amor de la gran &%$··*! -éste va sin Oops-

Mr Christobal