martes, 29 de enero de 2013

Me pido perdón


Me pido perdón


A veces hay que saber pedir perdón. Aunque salga con dificultad y el orgullo se estremezca. Hay que pedir perdón, porque pedir perdón es la forma de reconocer el error, olvidarlo, aprender y seguir adelante. Y el que aprende, olvida y el que reconoce el error se mueve con más determinación en el futuro. Sonríe con más pasión y se hace más humano.
Así que debo pedir perdón. Perdón, por esos tantos momentos de estupidez. Como la vez que le hice daño a esa buena persona que no merecía que le hiciera daño. Ese par de otros que estuvieron dispuestos a entregarme la vida y hacerme feliz. Y yo con mi sonrisa irresistible -para ellos- los destrocé.
Y en cambio, a ese que no merecía buen trato porque ni se interesó en sacarme sonrisas, sorprenderme el corazón, entregarme el alma y hacerme la vida más fácil, a ese si lo quise querer. Ese que sólo me quería por ratos pasionales a ese sí le dí el corazón, con agresividad. Perdón, claro que hay que pedir perdón, perdonarme por no saber valorar al que había que valorar y sobrevalorar al que no había que valorar.
Perdón por esa vez que me dolió de verdad que me hicieran daño y perdoné sólo para que me volvieran a hacer. Perdón por dejar que pasaran por encima de mí, una y otra vez. Perdón por perdonar cosas que no se perdonan. Y por no haber perdido la sensibilidad con la gente necesitada. Perdón por los silencios que me dolieron y por no saber demostrar los sentimientos muchas veces.
Y sí, es que hay cosas que no se perdonan. No haberlo olvidado, por ejemplo. Olvidar al que no había que olvidar. No haber querido a tiempo. No saber cómo enamorarme. No confiar lo suficiente como para dejarme llevar y perder el corazón. Perdonar al amigo que se metió con mi amor. Haberme metido con el amor de un amigo.
La lista sigue. La puedo eternizar. Pero es que hay que pedir perdón. Perdón por no haber leído tantos libros como quisiera. Por no hacer el deporte que debería. Por castigarme por cada pedazo de comida que me llevo a la boca. Por no haber demostrado suficiente amor y agradecimientos a mis padres. Por haber sido mediocre. Perdón por cada día que no supe cómo ser feliz teniendo todo para serlo.
Uno tiene que ser fuerte y reconocer que la cagó. Y yo sé que a veces me faltó la fuerza y determinación. Así que perdón por la falta de voluntad y por las palabras que no supe decir. Por el maldito orgullo y por la pasión que se me salió de las manos. Por las letras que no escribí. La locura que me faltó o me sobró. Por las sonrisas que negué. Por la grosería que a veces se me alborota. Y por quejarme por maricadas como que no tengo qué ponerme, con el closet lleno.
Perdón por las veces que perdí la cordura entre tragos. Perdón por las veces que decepcioné a alguien y las veces que te decepcioné, ni hablar. Perdón por esa estúpida vez que me sobró egoísmo y por la que me faltó. Perdón por mi falta de auto control y los excesivos impulsos que me llevan a destrozarme a mí mismo. Perdón por fallarme, una y otra vez. Perdón por mi pasión por el chocolate y por escribir así, sin rigurosidad como esperan muchos, sino con el alma y sin prevención.
A veces pienso que debo pedir perdón por dejar el corazón por ahí regado a donde voy. O por disfrutar enamorarme en un día y besar con el alma. Sí, también a veces creo que debo pedir perdón por esperar cuando no tengo que esperar. O no sé si debo pedir perdón por creer todavía en el amor o más bien por odiar el amor con todo el odio amoroso y miedoso de mí mismo...
...Me pido perdón
Christ Grajales.

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