lunes, 11 de julio de 2016

Un año más: Check

Un año más: Check


Se fueron, con un afán infinito, doce meses y me traen a un nuevo cumpleaños. Se han ido apurados, corriendo, como un rayo. Y está bien. Está perfecto. Aquí, en mí, sólo dejaron un paso más tranquilo, una sonrisa más satisfecha y un corazón que late con un nuevo ritmo, el suyo propio, sostenido, uniforme.

Ya no están, esos doce meses se nos han escapado. Y sonrío de pensarlo, recordarlo y sobre todo, reflexionarlo. Se fueron dejando una tranquilidad absoluta en mí, una plenitud en mi alma desconocida y certezas, muchas y ricas.

Fueron tan, pero tan lindos, que si pudiera, los abrazaría de agradecimiento, con tanta fuerza que me mirarían con cara de loco y fastidio. Sí, los abrazaría. Con el corazón. Con una sonrisota. Con humildad y con mis excesos. Y ellos, los doce meses, no sabrían qué hacer, y tal cuál mi gato El Negro Fidel, saldrían corriendo.

Han sido perfectos. Sin embargo, más que haber sido el cambio que mi vida necesitaba y haber tomado la mejor decisión al dejar Medellín por un tiempo, son muchas otras cosas. Es que, finalmente, creo haber llegado a ese momento al que tenía que llegar. Llegué aquí, a donde la vida se ve con unos ojos mucho más concienzudos, con algo de experiencia y con un convencimiento de mí y de la vida misma que me tiene con el paso firme y la mirada en la dirección precisa.

Esto es que logré entender por qué pasé por cada una de las situaciones que pasé, por qué esas personas llegaron y por qué esas otras se fueron. Entiendo la ansiedad de mi vida y mi alma. Cada uno de los malos momentos. Y de los buenos. De mis dudas. De no encontrarme. De perderme. De fallar en el amor y en algunas amistades. De soltar gente. De mi soledad. De mi independencia extrema. Del mismo a mí mismo.

Estoy en este momento entendiendo todo, pero eso no es lo importante. Lo que es verdaderamente valioso es que el entendimiento de lo que ha sido mi vida, mis momentos, mis quereres, la gente que ha pasado por aquí y todo lo demás, me está sirviendo para la toma de decisiones hoy. Siento que por fin me entiendo, que gracias a cada situación puedo analizar e interpretar y ver cuál será mi mejor movimiento.

Por eso siento que me estoy moviendo con mayor tranquilidad. Y aunque todavía flaqueo y el aprendizaje es infinito, siento que por primera vez no tengo afán, que estoy donde tengo que estar, que todo va a estar perfectamente bien, que todo a su tiempo y que estoy listo. Listo para lo que sea. Para mí. Para mi profesión. Para tomar decisiones. Para darle el rumbo que quiero a mi vida. Para apoyar a mis papás. Para dar un buen consejo. Para equivocarme menos. Para él. Mi él.

Y estos doce meses por eso fueron mis amigos. Digamos que han sido los que terminaron de perfilar esto que por años he venido perfilando. Despegué. Me reencontré. Y en entendimiento llegó. Han sido doce meses en donde he viajado y he pasado bueno. Tuve por un mes uno de los hombres que me dejó los aprendizajes más bonitos y el amor que no cree en imposibles. Salí de donde quería salir, de mi trabajo y ciudad anterior. Volé y mi alma se despejó.

Hoy por todo esto me abrazo fuerte y entiendo que soy mucho más sensible de lo que siempre me mostré. Que ya me cansé del desorden y del caos. Que busco tranquilidad y sabiduría. Amor, purito amor, más que subibajas. Que ya no quiero un chico malo, ni que tampoco soy ese tipo de chicos. Que ya no me interesa el coqueteo ocasional y los amores sin futuro. Que soy luz y no puedo -por nada del mundo- dejar de brillar. Que soy solo en el mundo, pero mi familia es mi norte. Que cada vez tengo menos amigos. Y menos amores. Y menos rumbas. Y menos líos. Pero cada vez tengo más aciertos. El camino más despejado. Los sueños más claros.

Así que estos doce meses lindos, sólo me dejan entender que los docen que falta para mi otro cumpleaños serán igual o más sabrosones.

Pero importante saber que para llegar aquí, a este lugar emocional en el que estoy, sí, sí es necesario haberse roto la boca contra el piso una y otra vez. Haber sufrido por amor tantas veces que ya no se pueden contar. No haber entendido para dónde putas iba la vida y cuando se empezaba a entender, de un giro y PUM, otra vez uno perdido. Haber salido de casa y volado con todas las implicaciones dolorosas que eso requiere (perderse del día a día de la familia, y del 90% de los momentos especiales). Haber pasado bueno. Locamente bueno. Desenfrenadamente bueno.

Haber preferido siempre lanzarse al amor y a lo desconocido. Haber vivido sin miedo. Haber hecho muchas, muchas, demasiadas estupideces. Haberle fallado a alguien. No haberle fallado a alguien nunca. Haberme fallado a mí mismo. Haber decidido olvidar cosas que no valen la pena recordar. Recordar lo que no se debe olvidar. No haber sabido querer. Haberse endeudado hasta el día de hoy para conseguir un sueño.

haber sido libre. Valorar más Las experiencias que las cosas materiales. Haber sido la curiosa mezcla de responsable con irresponsable. Haber entendido mis raíces pero nunca atarme a ellas. Haber comprendido que escribir me libera, pero sobre todo, entrega alas y libertad a quien me lee. Haberme atrevido a escribir sin importar que algunos se sonrojen o que los manes se espanten o piensen que soy un despropósito. 

No haber entendido nada y actuar a pesar de ellos. Haber entendido que en mi mente están mis alas y vivir sin prejuicios me hace volar más alto. Haber caminado con paso firme siempre a lo que quise, y haber caminado en círculos sin saber cómo salir de ahí. Acertadamente haber hecho lo que me ha dado la deliciosa gana de hacer. Arriesgarme siempre. Soñar alto. Sentir intensamente. Perder mayormente. Ganar bonito. Cicatrizar lento. No olvidar por convicción. Olvidar por ideología. Beber porque ajá. Beber cada vez menos, porque ajá.

Llegué a ese punto, a este delicioso punto y ojalá, todos, hagan lo que tengan que hacer, mal y bien, en las medidas exactas, para que cuando lleguen, puedan sonreír como yo y auto decirse:

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! Valió la pena.

Mr. Christobal

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