domingo, 19 de abril de 2015

Les mandan una razón

Les manda una razón


Son pocas las veces que me siento a escribir y no sé de qué hacerlo. Hoy es una de esas veces. Sólo siento que debo hacerlo. Y quiero. Y lo necesito. Y tengo. A veces cuando voy caminando al trabajo o a cualquier parte se me ocurren temas que voy desarrollando a cada paso, pero pasa algo, o alguien me distrae y al llegar a mi destino olvidé todo.

O hay otros momentos donde oigo una canción que me recuerda a mi ex o a alguno de los tantos y me lleno de sentimiento y pienso en escribir de él, de algunos de mis éls. Y entonces empiezo a pensar si escribir que hay momentos en los que lo extrañé tanto, o contar un poco qué pasó, o cuánto amor le puse al amor. O las cosas que no dije y los ciclos que no cerré. Pero se acaba la canción y se me pasa el sentimiento.

A veces escribir no es tan sencillo como todos creemos. Yo, particularmente, debo estar lleno de emociones, con alguna historia que me esté perturbando o alegrando. Con alguien cruzado en el alma (que lo tengo, pero tranquilamente y prefiere que no escriba). Con una frustración o una ilusión. Algo.

Pero eso ahora es difícil. No tengo frustraciones amorosas a flor de piel, estoy muy tranquilo. La más fuerte, que no es amorosa precisamente, si bien en algunos momentos todavía me da una bofetada, ya no hace que me arda el alma, ni me tumba en la cama por días, ni me sumerge en mi silencio. Y ano me hace comer todo lo que se me atraviese ni jartarme todos los chocoramos, ni tampoco me lleva a fantasear con ilusión de algo más.

Y aunque si bien siempre estoy tranquilo últimamente, no creo que se presente otro desastre, ni amoroso ni de ningún tipo. Ya tuve mi dosis por lo próximos tres años o algo así. Así que tampoco tengo ninguna ilusión de esa especie en mi corazón.

Pero lo que sí me hace alucinar y me tiene la vida sonriente y llena de colores y sueños, es la vida. Ella por sí misma. Ella conmigo. Ella y sus pechiches. Sus giros y vueltas. Sus te quito pero te pongo. Sus ires y sus venires. Su bonita forma de arrastrarme a mejores lugares. Siempre a mejores cosas. 

Y eso no es fácil de explicar. Por lo tanto no es tan sencillo de narrar. La cosa es que la vida me arrastra. Como le da la gana. Primero me quita. De a poquitos. Y más y más. Y es como si se tratara de dejarme seco. Y de hecho lo logra. Es como si buscara que me perdiera y dejarme sin respuesta y llenito de incertidumbres y sin caminos y sin norte. Es como si me probara. Es más. Me prueba. Cada tanto.

Pero luego, como ahora, me doy cuenta que sólo y únicamente la vida lo hace, para volver a encontrarme. Yo mismo. O con la vida misma. Y resulte mejor (la vida y yo). Y vuelva con más fuerza. Como un torbellino alegre de energía. Y pienso que me extrañaba. Pero luego me descubro haciendo o diciendo algo y pienso "ohhhhhhhhhhhh, he vuelto, señores" y sonrío y me quedo contento y me importa un bledo haber pasado por ese proceso y de hecho me gusta sentir que me pierdo, porque es mucho más sabroso la sensación cuando me encuentro.

La vida me tenía en mi proceso de prueba otra vez y creo, que hoy tenía que escribir era por eso. Por cómo me sentí cuando alguien específico me miró esta semana, o el comentario de mi jefe de aprobación, o cómo me desenvolví con un grupo de gente a la hora del almuerzo, me dije: has superado la prueba, Christian Grajales (cuando son cosas serias me hablo de Christian, cuando son lindas de Príncipe, pensé que lo debían tener claro.

Y sí. Hoy. En nuevos lugares, volví a caminar con coquetería. Volví a sonreír con desparpajo. Volví a coquetearle sin querer hacerlo hasta a mi sombra. Volví apasionado y creativo en el trabajo. Volví a reírme duro. Volví a salir con mis amigos. Volví a levantarme en las mañanas con la certeza de que sea lo que sea, el día va a ser bonito y entretenido. Volví a no tener miedo de mí y del camino. Volví a ser divertido.

Y así el mundo está volviendo a mí en formas armoniosas, bonitas, con sorprecitas, con gustos. 

La cosa es que la vida hace que me pierda, sólo para que yo le diga a ustedes, que se pierdan, que eso está bien, y de hecho que deben darse el gusto de disfrutar la pérdida. Porque al fin de cuentas, cuando todo se encuentre y se vuelvan a encaminar y a coger el rumbo, todo se pone mejor. Volarán más alto y más rico. Caminarán con más fuerza y bailarán con más libertad. Lograrán, en general, inquietar a la vida misma.

De nada, vida, ya le di la razón a mi gente.

Mr. Christobal