Hablemos de otras cosas
Qué sensación más extraña. Es mi post número cuarenta y seis. CUERANTA Y SEIS. Qué locura. A qué hora escribí tanto. ¿De qué tanto escribí? ¿De dónde saqué tanta letra, fuera e historias? ¿A qué hora convertí este blog en parte de mi vida? ¿En qué momento perdí la noción de saber qué de aquí escrito es mío y qué de ustedes?
No sé nada. Sólo sé que por primera vez en tantos posts aquí y allá, no quiero escribir. No tengo ganas. No tengo una idea clara. No tengo un razonamiento. No tengo coordinadas las ideas, las manos, la pasión y las ganas con las que escribo cada semana, cada día.
No quiero quejarme del amor. Ni de ellos. Ni de mí. No quiero fantasear. Ni soñar. No quiero temerle al futuro, ni a la soledad. No tengo ganas de querer y odiar al chocoramo. No quiero cuestionar a Cupido ni mi incapacidad para amar bonito o ser amado. No quiero decir que mis ex son demasiado buenos o malos o que qué carajos me pasaba en la cabeza para estar con ellos.
Por estos días no quiero nada de esas pendejadas. Sí, hoy todo es pendejada. Todos esos temas que se me roban la vida, son mis pendejadas. Y es que uno se pasa la vida quejándose de esto y lo otro. Del kilo de más o de menos. En que si llamó o no escribió o si mira a otros en Instagram. Que si me bajaron las visitas en el blog. Que por qué no me regalan el iPhone 5 que tanto quiero. Que no tengo nada que ponerme. Que eso, que lo otro, que... que... Y así se me van los días.
Hasta que de repente pasan cosas que lo llevan a uno a replantearse cada espacio de la vida que llevamos. ¿En qué he invertido mis pesares? ¿En qué estoy gastando mis penas? ¿Qué me está dando pena? ¿En quién demonios estoy invirtiendo mis quereres? ¿Son suficientes mis quereres? ¿Sabe la gente que quiero cuánto los quiero?
¿Saben mi mamá y mis hermanos que hablo más de ellos que de mí mismo? ¿Sabe mi papá que siempre he considerado que es sumamente inteligente y lo admiro y lo presumo? ¿Saben mis hermanos que son los más guapos y el centro de mi universo? ¿Sabe mi hermana que en silencio sueño -como ella- que logre ser una superheroína? ¿Saben mis primos y primas que son mis hermanos y hermanas y que por eso trato de aconsejarlos y que por eso cuando siento que no me hacen caso cuando quiero lo mejor para ellos y ellas me siento con la libertad de meterles cocotazos? ¿Saben mis tías que tengo la certeza que saqué la coquetería, la pasión, la libertad y casi que un 40% de mi personalidad de ellas y por eso me siento identificado?
¿Saben mis amigos de toda la vida que mi incondicionalidad del colegio con los jeans raro y la camiseta por fuera sigue intacta sólo que en jeans bonitos y demasiados horas de distancia entre nosotros? ¿Saben mis nuevos amigos que pueden contar conmigo e incluso puedo compartir mis chocoramos con ellos y que puedo salir a las tres de la mañana si necesitan que oigan cuarenta y cuatro veces por minuto la misma historia y oírlos sin cansarme? ¿Sabe mi ÉL que ha llegado a cambiar mi destino y que por él me siento mejor persona hoy, tal como nunca lo había sentido? ¿Sabe que fue quien me ayudó a sanar las heridas que me faltaba por sanar y que no sabía cómo hacerlo? ¿Sabe ÉL que siempre lo voy a querer a rabiar? ¿Sabe que lo quiero para mí, sólo para mí, solo solito y para nadie más? ¿Saben los que quiero LO QUE LOS QUIERO?
Pues no. Y ya sé que estoy asquerosamente melodramático. Pero es necesario. Es necesario ver que las prioridades están mal enfocadas y que las preocupaciones están mal puestas. Que el tiempo para quejas e inconformidades es insuficiente, pero para agradecimientos y cariños sobra. Es necesario valorar que las alegrías no son alegrías sin tener con quien brindarlas y las tristezas son más tristezas sin tener con quien llorarlas.
¿Es necesario que la vida nos arranque lo que más queremos para valorarlo? ¿Es necesario que la vida se ponga agresiva para que queramos querer más? Pues como que sí. Y por eso, en mi post cuarenta y seis, no quiero quejarme más de mis estúpidas y deliciosas banalidades. Quiero valorar otras cosas. Mis cosas. Mis personas. Mis quereres. Mis incapacidad de saber cómo querer.
Incluso si sé que dejar a un lado lo banal y superficial de mi vida, me dura hasta la próxima semana.
Mr Christobal